— ¡Por favor, papá! No te cuesta nada hacer eso. Haces favores de este tipo a tus amigos todo el tiempo. —Sigo rogándole a mi padre.
Llevaba desde que cumplí dieciocho años —hace una semana, cabe destacar— tratando de que mi padre, Frederik Chairmann, me diera un trabajo en el equipo de trabajo de alguno de sus representados.
Aunque aún no lograba convencerlo, sabía que en cualquier momento desistiría, no podía negarle a su princesa lo que quiere toda la vida, ¿o sí?
—Amesty Chairmann, —habla con un tono de fastidio y agarra el puente de su nariz, respirando unos segundos para luego bajar su mano y voltear a mirarme. —No vas a trabajar conmigo, ni con ninguno de mis representados. Este mundo no es para ti, ¿quedó claro?
— ¡Pero…!
—Pero nada. —Sentencia con ira y cierto toque de frialdad en su voz. —Es mi última palabra. Ahora vete a otro lugar, tengo que recibir a unas personas y sabes que no me gusta que me molesten.
Asiento derrotada. No había nada que hacer.
Me doy la vuelta y tras suspirar profundamente tratando de evitar el llanto comienzo a caminar.
—Ames… —La voz de papá me hace detenerme, pero aún así no volteo a verlo. Suspira y vuelve a hablar: —Es por tu bien, lo sabes, ¿no?
Me trago las ganas de objetar y asiento con la cabeza agachada. —Lo sé, padre.
Y tras hablar lo escucho suspirar y comenzar a caminar, así que hago lo mismo, yendo camino a mi habitación en el segundo piso.
Mientras camino trato de idear alguna forma de que papá acepte darme un puesto con alguno de sus representados, pero nada que no haya intentado en esta semana cruza por mi cabeza.
—Vamos, Ames, piensa… —Me susurro a mí misma, pero decido que lo mejor es consultarlo con alguien que me pueda ayudar.
¿Y quién mejor que la maestra de la manipulación para ello?
Apuro el paso a mi habitación y estando frente a esta abro la puerta, dejando a mi vista la gran habitación decorada con discos, pósters de los representados de mi padre y luces por todas partes. La había vuelto a decorar hacía poco, pero sentía que algo le faltaba aún. Sin embargo, haciéndole caso omiso a aquella sensación cerré la puerta, admirando el póster pegado detrás de ésta.
Lev Hoddester. Una de las nuevas joyas de la industria musical y el diamante en bruto de papá.
Sonrío sin poder evitarlo admirando su imagen. El cabello castaño y lacio que caía despreocupadamente por su frente, alborotado como solían dejarlo los del equipo de maquillaje. La ropa oscura que hacían resaltar la palidez de su piel dándole un aspecto un tanto rebelde. Su nariz perfilada, su semblante alegre y los hoyuelos marcándose con la sonrisa que traía mientras tocaba la guitarra que traía en manos. Era perfecto. Pero más allá de todo aquello, si algo llamaba mi atención de Lev, eran sus ojos.
He perdido la cuenta de las fotos que tengo de Lev en mi teléfono. Y en cada una de ellas sus ojos eran lo que más me gustaban.
El color celeste original de sus ojos me encantaba, pero eso no era todo, sus ojos solían cambiar de tonalidades. Podías verlo ahora y sus ojos serían de ese bonito celeste, pero luego lo verías de nuevo y sus ojos podrían haber cambiado a aquel gris tormentoso que me hacía sonrojar aunque solo lo viera por fotos, o ese verde azulado que le debilitaba las piernas a sus fans.
Sí, estoy obsesionada, pero sólo un poco. Además, Lev al final ni siquiera sabe de mi existencia. ¿Qué sentido tiene?
Bueno, tal vez estoy mintiendo un tantito. El castaño de ojos cambiantes y yo habíamos cruzado palabras en un par de ocasiones, sin embargo, esas veces no llegó a mirarme ni una vez, pues su equipo lo mantenía distraído. Así que dejé de insistirle a papá para que me dejase ir a ver las grabaciones de sus videos. E ir a las fiestas con famosos era algo que me aburría completamente, sólo eran un grupo de personas con fama y dinero que hablaban sobre crecer en la industria, normalmente artistas poco reconocidos tratando de que mi padre los representase.
Papá… cierto. A lo que venía.
Apartando la vista del póster de Lev me encaminé hacia mi cama y abrí mi portátil, encendiendo ésta mientras tomaba mi teléfono y entraba en instagram, revisando las últimas noticias del mundo del espectáculo.
Vaya, papá tiene nuevas representadas. Jin y Jane… las buscaré después.
Al ver que mi portátil está encendida esperando ser usada me dirijo a skype y busco el contacto de Selin en mi teléfono, avisando que llamaré. Rápidamente —como era de esperarse— mi mejor amiga del mundo “real” como ella le llama, responde a mi mensaje con una afirmativa y entra a la aplicación, segundos después su cara aparece en mi pantalla. Suelto una risita viendo la mueca que hace y ella deja de hacerla, sonriendo con diversión.
—Hola, guapa, ¿estás soltera?
Niego con la cabeza mientras sonrío con diversión.
—Ya deja eso.
—Cierto, esperas a que el taradupido te haga caso. —Dice rodando los ojos y la miro mal.
—Ya te he dicho que no me gusta Lev.
—Claro. ¿Me muestras el póster detrás de tu puerta? —Me quedo callada sintiendo mi rostro calentarse y sonríe. —Eso creí. ¿Qué ocurre?
Suspiro. —Papá se niega a dejarme trabajar. Sigue con eso de que es por mi bien.
—¿Y tú sigues con eso, Ames? ¿Qué tal si tiene razones válidas para hacer eso?
—Es lo que quiero, Sel. Sabes que mi sueño ha sido trabajar con alguno de esos artistas. Representa modelos, cantantes, actores, escritores y hasta tiene a un par de jugadores de la NBA. ¿Por qué negarse a dejarme trabajar al menos como fotógrafa? Sigue adulando mi don, ¿qué le cuesta darme una oportunidad?
—No sabes nada de eso, no sabes nada de ese mundo. Ni yo lo sé. Necesitamos saber a qué te enfrentas antes de que te arriesgues a entrar. —Intento hablar, pero levanta su mano deteniéndome. —Sé lo que vas a decir. Y si, puede que seas capaz, pero debes tratar de averiguar un poco más sobre lo que harás. Además, ¿cómo harás con la preparatoria? Aún falta para salir.