Como no cualquier historia, ésta relatará la historia de un príncipe, un príncipe solitario llamado Wir.
Él, a comparación de otros príncipes solitarios, vivía en el mar de las estrellas, en la infinitud del espacio para ser más precisos; por motivos de la naturaleza misma sólo existe él. Se encarga de cuidar y hacer brillar a todas las estrellas, por supuesto que es un labor demasiado difícil, es por esta razón que se tiene permitido salir a dar unas vueltas por algunos planetas abandonados.
La esperanza de algún día encontrar a un acompañante le llenaba el alma, es por esto que todos los días salía a flotar entre restos de meteoros, volando y a veces saltando.
Caminando entre las luces del planeta Fiurix pudo visualizar una silueta. Era de un blanco resplandeciente, primero creyó que era otra de las luces pero mientras más se acercaba pudo notar que era una figura de largos cabellos blancos y ojos resplandecientes, se parecía a él en forma pero no en detalles como las proporciones o colores, era como si fuese de su especie.
Con toda la curiosidad otorgada por el universo se acercó e hizo señas, tratando de averiguar si es que acaso hablaba, la figura parecía no entenderle, pero lo miró con la misma curiosidad. Wir, al darse cuenta de que no hablaba, decidió guiarla hasta donde él habitaba para descansar y no perderla de vista.
Mientras hacía su trabajo la tenía al lado observando. Aún no habían descubierto la forma de comunicarse, pero ni así él se frustró, al contrario, estaba demasiado feliz de conocerla; al fin y al cabo era una compañía.
Luego de aportarle brillo a cada estrella la llevó a un lugar demasiado hermoso, que él solo visitaba en pocas ocasiones para no distraerse de su trabajo.
"Cálire" así llamó a ese lugar tan particular, estaba conformado por la pequeña parte de un planeta y el sol aún llegaba a ese sitio, pero ya se estaba escondiendo. Ella hizo una mueca de felicidad cuando pararon en Cálire y lo abrazó con la mirada. Wir sentía calidez en su corazón estrellado y con la necesidad de que ella se quedara para siempre, le puso un nombre: "Libertad". Él leyó una vez, en una hoja que flotaba, que si le ponías un nombre a algo, ese algo no se iba a ir, ese algo iba a ser tu creación, tu familia o incluso tu poseción. Pero él no quería poseerla, él sólo quería compañía ¿Era un deseo egoísta? tal vez sí, él estaba obseso con su anhelo de compañía que nunca consideró lo que querría Libertad.
Luego de despertarse un poco de sus pensmientos notó que el sol se apagaba cada vez más y miró que Libertad lo observaba con una sonrisa inocente y una lágrima en el ojo izquierdo. Con un susurro, casi imperceptible le dijo "Adiós" y luego, lentamente, empezó a esfumarse en la oscuridad de la llamada noche.
Wir, con la angustia que emanaba de sí mismo miró la nada y dijo:
–Jamás escuché a Libertad, y lo más cerca que estuve de oír su voz fue cuando me dijo "Adiós"; libertad estaba tan cerca pero ahora tan lejos ¿Dónde estás Libertad? ¿O es que acaso solo fuiste parte de mi ilusión?