¿Alguna vez has sentido tu cabeza tan llena de ideas y voces que crees escucharles en voz alta?
¿Has tenido un dolor constante de cabeza acompañado de visiones de todas tus historias pasando como ráfagas a camara rápida?
Todas chocando una con otra.
Capítulos enteros corriendo frente a tus ojos.
Finales retorcidos y cambiando constantemente cada vez que un detalle tres parrafos atrás se modifica con un punto o una coma.
Todos tus personajes hablan al mismo tiempo. Los escuchas discutir, reírse, hacer declaraciones de amor, tirarse platos y llorar. Toman desiciones y los nuevos villanos se alzan. Aparecen quienes ya no creías que volverían y te cambian el rumbo. Hay más conflictos y ves cosas que no habías siquiera considerando.
Todo persiguiendote hasta cuándo estás en la ducha, mientras comes o mientras bebes de tú café.
Tomas lápiz y papel para sacarlos de ahí. Para poner esos fantasmas en un lugar seguro. Ponerles un candado y mandarlos a Azkaban
Pero se libran facilmente. No esperan su turno para ser dibujados en letras. Se amontonan uno contra otro para atormentarme.
Hasta que por fin explotas. Ahogándote en una emoción, un sentimiento vivo y febril que te rompe con intensidad. Y es ahí cuando se callan.
Las aguas se calman y cada uno sube en su barco. El muelle les deja partir al horizonte. Callados esperando su final.