Estoy muy feliz y emocionada; por fin será el gran día de poder vernos en persona. Mi estómago y las condenadas llamadas mariposas no son más que nervios acumulados, pero no importa, nos veremos y todo saldrá genial. Merezco una oportunidad, merezco esta oportunidad; estoy diciéndome todo esto para mis adentros y sabiendo que, pese a todo ello, creo merecer ser feliz por lo menos solo en esta ocasión.
—Qué ingenua eres, ¿acaso crees que todo saldrá bien? Por favor, es un hombre que te garantiza que no vuelva a ocurrir; eres tan estúpida.
La voz en mi cabeza, aquella que había permanecido tranquila y callada, hizo eco una vez más: no puedo soportarlo, es tan nefasto, me volveré loca. Me agarré la cabeza con ambas manos; quiero que se detenga.
—No puedes dominarme, no puedes callarme, sabes que soy parte de ti y tú no eres nadie sin mí, soy la razón de tu existir. Sé bien lo que quieres y lo que tendrás. Adelante, haz lo que te venga en gana; igualmente nunca me escuchas, eres una buena para nada.
—Cállate, te digo que te calles, maldita sea, no eres más que un producto mío y no eres nada tú sin mí. —Exclamé, casi gritando las palabras al borde del colapso; sé que pronto terminará.
—Adelante, grita como toda la loca esquizofrénica que eres; eso no me detendrá, lo que sí confirmará que yo estoy aquí, que yo existo y siempre existiré. Quieras o no, lo que te diré es más una realidad que una mentira, pero anda y hazte la estúpida como siempre, no me importa.
—¿A qué te refieres? —Sin darme cuenta, ya estaba parada mirándome delante del espejo de mi habitación, observando mis gestos y la voz que hablaba a través de mí.
—Sabes bien que Eban, al igual que el anterior, no te ama, nunca te quiso; solo quiso usarte y obtener de ti un cariño que por momentos resultó y después de un tiempo...
—¿Qué? Habla, maldita seas. Ahora quieres estar en silencio.
—Después de un tiempo, pues ya sabes, solo tener sexo contigo y ya; eres tan ingenua que das lástima. Pero bueno, tú sabrás lo que quieras hacer, solo no me digas que no te lo advertí porque eso lo hice.
—¡Es mentira! Eso no puede ser verdad.
—¿No me crees? Con gusto me quedaría a disfrutar del espectáculo, pero presiento que volveré mucho antes de lo acordado. Abre los ojos, estúpida. —Su risa burlesca me estaba sacando de mis cabales; no podía meterlo. Con las manos en la cabeza y dando vueltas por toda la habitación, me sentía desorbitada y solo quería una sola cosa: que hiciera silencio y que nada de esto fuera cierto.
—¡QUE TE CALLES! —Al momento que las carcajadas iban en aumento, podía ver el rostro, ese rostro de mi yo oscuro, hablando sin empatía, sin tener la más mínima pizca de tolerancia o amor. Entonces, buscando cualquier cosa, la vi, vi mi libreta que siempre suelo tener a la mano; la tomé y, de momento, el estruendo hizo acto de presencia en toda la habitación. No me sentía tan desorbitada y una libreta que estaba antes intacta ahora se encontraba con la portada salida de su centro y llena de cristales.
Luego de observar todo mi entorno y confirmar que sí había ocurrido todo lo que pasó en mi habitación, me dispuse a calmarme y a recoger el desastre que había ocasionado. Mi torpeza en su máximo esplendor hizo que agarrara con fuerza un pesado pedazo de espejo y me cortara parte de los dedos. Suspiro manteniendo la calma y tratando de que esto no me saque de mis casillas.
Mientras la sangre goteaba y la mano me ardía, me dispuse a curarla. Todo esto había salido de mis manos, así que lo mejor será que me cure pronto las heridas, no sea que se vayan a infectar. Mi celular comienza a sonar, recordándome mi cita de hoy. No puede ser, lo olvidé; me siento como una gran tonta.
—Hola, mi amor... —¿Está todo bien? —La voz de Eban al otro lado me daba paz, pero al mismo momento no me sentía cómoda escuchándolo; era como si una parte de mí quisiera tenerlo bien lejos.
—Hola, sí, cariño, no te preocupes, solo me ocupé y se me fue el tiempo resolviendo unos asuntos y un pequeño accidente que tuve en mi habitación, pero está todo bien.
—¿Accidente? —Su voz de fondo se escuchaba preocupada; no podría hacerle esto a él, aunque de momento casi pensaba en decirle que dejáramos la salida para otra ocasión. —¿Te ocurrió algo? Noto que estás algo distraída, me preocupas; si no quieres verme, yo entiendo. —Su voz cambió, pasó de estar preocupado a estar un poco triste; no podría hacerle esto.
—¡ESTOY BIEN! —¿Qué había sido eso? Sin darme cuenta estaba gritando; pobrecito, lo voy a espantar.
—Okey... Comprendo.
—Lo lamento, no quise gritarte. Está todo bien, mi amor, con ansias de vernos y claro que sí, ya estoy casi lista para salir a donde acordamos. No me distraigas más, nos vemos allí.
—Está bien, mi reina, espero verte con ansias.
—Yo igual, un beso, adiós.
—Uno igual...
Sin pensarlo mucho, terminé colgando la llamada. Pobrecito, pensé que ya había terminado de hablar; me reí de aquello, fue un gran despiste. Sin perder aún más tiempo, terminé de curarme la herida con un poco de alcohol y me dispuse a ir al lugar acordado, no sin antes terminar de recoger todos los escombros y ponerme otra blusa. Mi pensamiento anterior de cambiarme y causar una buena impresión cambió drásticamente y lo terminó de suplantar lo que ahora mi pensamiento actual: sería vernos y tratar de olvidar el incidente actual que ocurrió en mi habitación.
Caminando a toda velocidad, pude notar cómo se veía a lo lejos. El clima estaba tranquilo, lucía un lindo poloche de color azul, reflejaba mucha tranquilidad. Por otro lado, yo estaba opuesta a su color; tenía una blusa de color fucsia y una mano vendada. No pensé que sería así mi cita ideal, pero al menos llegué en una sola pieza y por ahora mi mente está tranquila, así que estoy 'cuerda'. Pensando todo esto al mismo instante que iba caminando hacia su dirección. No lo puedo creer; aunque no es mi tipo de hombre usual, estaba muy lindo, lucía bastante atractivo.
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Editado: 22.02.2025