Fantoche

IX

Le abrí la puerta a Eban con una sonrisa en los labios, aunque por dentro sentía el corazón latiéndome en la garganta.

—Vaya, tienes todo un desastre aquí. —Soltó una risa ligera mientras echaba un vistazo a la sala desordenada.

Me encogí de hombros. —He estado ocupada. No tengo tiempo para andar ordenando todo. —Mentí sabiendo que, anterior a eso, tuve un ataque psicótico un par de minutos antes.

Él no le dio demasiada importancia y caminó hacia el sofá, sentándose con la comodidad de quien cree tener el control de todo. Pero yo sabía que no.

—Voy al baño un momento —dijo, poniéndose de pie.

Mi oportunidad.

Observé su teléfono en la mesa. Lo tomé con rapidez, el frío del dispositivo quemándome los dedos.

—Vamos, vamos… —Susurré mientras tecleaba la fecha de su cumpleaños.

Pantalla desbloqueada. ¡Bingo!

La adrenalina me nubló la vista por un segundo, pero no podía detenerme. Fui directo a los mensajes archivados, sintiendo una presión en el pecho que casi me hacía temblar.

Y ahí estaba.

El amor de mi vida.

Tragué saliva.

¿El amor de su vida? ¿Cuántas vidas tiene este imbécil?

Apreté los dientes y abrí la conversación.

"No sabes cuánto te extraño, amor. Me muero por verte otra vez".

Las palabras se clavaron en mi mente como un puñal afilado.

Mi visión se nubló de rabia, pero no podía detenerme. Seguí buscando. En mi cabeza solo rondaba la idea de que tenía otra conversación, con otra chica.

Y ahí estaba, la misma frase que me decía a mí, los mismos mensajes dulces, las mismas promesas vacías.

Y lo peor.

La misma maldita canción.

El mismo enlace, la misma dedicatoria.

¿Cuántas veces ha jugado este juego? ¿Cuántas mujeres más han caído en su trampa?

El sonido de la cisterna me devolvió a la realidad.

Respiré hondo, bloqueé el teléfono y lo dejé exactamente donde estaba.

Me levanté con calma y caminé a la cocina como si nada hubiera pasado, pero dentro de mí, algo se rompió en mil pedazos.

Cuando Eban salió del baño, me encontró sirviendo dos vasos de vino.

—¿Qué celebramos? —preguntó con su sonrisa de siempre.

Lo miré a los ojos y, por primera vez, supe con certeza que no era el hombre que pensé que era.

—Nada en especial —respondí, entregándole el vaso. —Solo quería brindar por… nosotros.

Mi voz sonó dulce, pero en mi interior, ya no quedaba ni una gota de dulzura.

—Debo irme, tengo planes y muchos compromisos. Espero que eso no te moleste ¿o sí?

—Para nada, que la pases muy bien.

Eban se despidió de mí sin terminarse la copa de vino, ni siquiera me dio un beso por la rapidez que llevaba; salió a toda velocidad. Río para mis adentros: me la vas a pagar, maldito bastardo, te tocará pagar los platos rotos de todos. Ni modo, digo, hablando para mis adentros mientras observaba la copa de vino.

En mi cabeza solo pasaban tres cosas: la primera, Eban tiene que sufrir; la segunda, mi gran sed de venganza; y la tercera, nuevamente pensaba en lo que vi en su celular. Empiezo a disociar y de momento recuerdo lo de hace una hora:

—Es para ti, siempre la considere tan bonita que no podía dejar pasar la oportunidad de que la escuches, enserio me gustas y mucho, quisiera ir más allá contigo, incluso aquello de lo que piensas o que aun ni siquiera te imaginas.

Mis pensamientos atacan bombardeándolo como se merece; maldito cretino, imbécil, ese mismo mensaje me habías puesto a mí. Que recuerdo, acabo de tener, mi estómago se encogió y sentí unas ganas profundas de vomitar. La canción que una vez inició con un hermoso solo, un instrumental a base solamente de guitarra, en este momento transportaba mi total agonía una vez más mientras la escuchaba.

El amor Es una gota de agua en un cristal Es un paseo largo sin hablar Es una fruta para dos

El amor Es un espacio donde no hay lugar Para otra cosa que no sea amar Es algo entre tu y yo

El amor es llorar cuando nos dice adiós El amor es soñar oyendo una canción El amor es besar poniendo el corazón Es perdonarme tu y comprenderte yo El amor es parar el tiempo en un reloj Es buscar un lugar donde escuchar tu voz El amor es crear un mundo entre los dos Es perdonarme tu y comprenderte yo

El amor Es una boca con sabor a miel Es una lluvia en el atardecer Es un paraguas para dos

El amor Es un espacio donde no hay lugar Para otra cosa que no sea amar Es algo entre tu y yo

El amor es llorar cuando nos dice adiós El amor es soñar oyendo una canción El amor es besar poniendo el corazón Es perdonarme tu y comprenderte yo El amor es parar el tiempo en un reloj Es buscar un lugar donde escuchar tu voz El amor es crear un mundo entre los dos Es perdonarme tu y comprenderte yo

José Pinales, con el título de El amor, dejé de disociar y estoy de vuelta a la realidad; me las pagarás, idiota.

Mi corazón se encogió con una tristeza abismal, no lo podía creer; entonces no eran solo ideas delirantes mías, era verdad.

Abro en el navegador con una gran interrogante: ¿Un psicópata nace o se hace?

La página tarda en cargar y vaya que me sorprendió la respuesta. Leo detenidamente lo primero que me apareció:

Una persona con psicopatía no nace y tampoco se hace; más bien, esto conlleva una mezcla de varios factores. Pues la psicopatía es multifacética, determinada por la interacción de la genética, ambiente, aprendizaje y experiencias de la persona.

Me encerré en mi habitación, la copa de vino en una mano y la otra cubriendo mi boca para no estallar en carcajadas.

Mi pecho subía y bajaba con fuerza, la respiración agitada, el corazón latiéndome tan rápido que sentía que iba a explotar.

¡El amor de mi vida! —murmuré entre dientes, imitando la voz de Eban con burla. ¿Cuántas vidas tienes, imbécil?

Me mordí el labio, sintiendo un escalofrío recorrerme la espalda. Algo dentro de mí ardía, una furia que no podía contener.




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