Farmachip

Capítulo VIII - El hospital

Lunes, 4 de julio de 2022

Acababa de pasar un mes desde el día en el que el proyecto había dado sus primeros resultados. Desde entonces, cada día, los científicos repetían y valoraban las pruebas inoculando los Farmachips a los grupos de ratones.

Esa mañana, antes de empezar la reunión semanal, Emilio Glok se colocó a la cabecera de la mesa y pidió silencio.

—En vista de la confirmación repetida y positiva de los resultados en ratones, vamos a dar por finalizada la primera fase del proyecto para dar paso a la segunda...

—¿Y en qué va a consistir? —le interrumpió Ernest con curiosidad.

Emilio miró titubeante a Ernest por unos segundos y luego contestó con aire triunfal:

—Vamos a realizar las pruebas en humanos.

—¿En humanos? ¿No te parece demasiado pronto? —objetó Ernest, mientras se atusaba de arriba a abajo el bigote— .¿Y dónde se van a realizar las pruebas? ¿Nos vamos a trasladar a otro lugar?

Estas preguntas provocaron al instante en Margarita una profunda sensación de ansiedad ante la posibilidad, tan anhelada, de abandonar el edificio. ¡Poder salir al exterior! Después de tantos meses de encierro era difícil de creer. Margarita miró a Ellen y dedujo por la expresión de su cara, que sentía lo mismo.

—No, Ernest —contestó Emilio en un tono de voz muy suave—. Las pruebas las vamos a realizar aquí.

—¿Aquí? —gritó Manuel con la cara descompuesta— ¡No lo puedo creer! ¡Estás loco! ¿Cómo pretendes bajar a gente enferma hasta este lugar? Y vosotros, ¿qué pensáis?, ¿creéis que este sitio es adecuado? Por favor, decid algo.

La noticia derrumbó emocionalmente a Margarita, que se puso a temblar. Pasar a la fase 2 implicaría un tiempo indeterminado más de encierro y no se sentía con fuerza suficiente para soportar nada más.

Manuel no temblaba como Margarita, pero gritaba histérico.

—Como bien sabéis —continuó diciendo Emilio en un tono elevado, a la vez que enviaba a Manuel una mirada recriminatoria— estamos a disposición de lo que decidan nuestros superiores, y si consideran que el laboratorio central es adecuado para realizar las pruebas en humanos nosotros no tenemos nada que objetar.

Un murmullo de inquietud se extendió en la sala de reuniones.

Cindy comenzó a toser y a respirar con dificultad. Parecía que todo el peso del océano se había colocado sobre sus hombros. Margarita la vio tan angustiada que pensó que se iba a desmayar.

—Yo opino lo mismo que Manuel —intervino Paul gritando—. ¡Me parece una locura traer a un grupo de enfermos hasta aquí!

—Y yo también —dijo Pierre en un tono hosco y elevado—. Y quiero saber hasta cuándo nos van a tener retenidos. Ya hemos conseguido el objetivo por el que fuimos secuestrados: diseñar un Farmachip. Además, lo hemos probado cientos de veces y comprobado que funciona. ¿Por qué no envían otro equipo de científicos para continuar con los ensayos en humanos? La parte más difícil ya está resuelta.

Margarita miró nerviosa a Pierre y le pidió, con un gesto, que se calmara. Era un desgaste inútil discutir con el doctor Glok. Rudolf, por su parte, echó la cabeza hacia atrás, mientras lanzaba una retahíla interminable de maldiciones contra Emilio y la organización responsable del proyecto.

—Se van a enterar, se van a enterar —repetía acalorado.

Emilio se masajeó las sienes, en un intento vano de liberarse de la presión a la que le estaba sometiendo el grupo. Pero Ernest no se mostraba dispuesto a ceder y le volvió a increpar en un tono cada vez más agresivo.

—¿Y pretendes garantizar la seguridad de los pacientes con el equipo médico y de enfermería que tenemos aquí? ¡No lo puedo creer! Es evidente que las instalaciones de este lugar no son adecuadas para este tipo de enfermos, ni para las pruebas de alto riesgo que tendremos que realizar.

—Silencio, por favor —gritó Emilio enfadadísimo— ¡A ver si nos relajamos un poco! No me habéis dado tiempo a explicaros nada y ya estáis saltando histéricos.

—Dada la situación, no es para menos —murmuró Rudolf entre dientes.

Emilio le miró desafiante y continuó diciendo:

—Tened una cosa clara: si os digo que las pruebas en humanos se van a realizar aquí es porque todo está previsto de antemano y, desde luego, no vamos a ingresar a los pacientes en el laboratorio.

—¿Dónde entonces? —preguntó Cindy con la voz ahogada—. Emilio, no puedo entenderlo...

—Tranquila, Cindy, ahora mismo os lo voy a explicar. Hay una zona del edificio que todavía no os he enseñado. Hasta este momento no tenía autorización para hacerlo. Se encuentra por debajo de la planta del laboratorio y es allí donde está ubicada la unidad hospitalaria.

Todos le miraron con desconcierto. Emilio era siempre una caja de sorpresas. ¡Una planta desconocida! La noticia dejó tan sorprendida a Margarita que no era capaz ni de pestañear.

—La unidad hospitalaria —continuó diciendo Emilio, en un tono un poco más calmado— dispone de todo lo que os podáis imaginar. Quirófanos, salas de UCI, habitaciones para los enfermos...

Margarita desvió la mirada hacia Ernest. Tenía las manos juntas y la barbilla apoyada sobre la punta de sus dedos. Después de llevar seis meses viviendo allí, le conocía lo suficiente para interpretar muchos de sus gestos, y sabía que cuando Ernest se ponía en esa posición significaba que estaba muy preocupado.

—¿Están ya seleccionados los pacientes que van a venir?— preguntó Ellen en un tono apenas audible.

—Sí —contestó Emilio— y, aunque os cueste creerlo, hay una lista muy extensa de personas que no solo están dispuestas a venir aquí, sino que darían todo lo que fuese por tener la oportunidad de ser seleccionadas. Cuando no existe ninguna esperanza de salvar la vida y, de pronto, aparece una, la gente no se lo piensa, no tiene miedo. Siente que no tiene nada que perder. Os adelanto que de momento están seleccionadas nueve personas, igual número que los grupos de ratones con los que estamos trabajando. Cada una de ellas padece una enfermedad diferente y a cada una la vamos a tratar de curar.




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