Farmachip

Capítulo XXI - Agat, en Guam

Emilio Glok, en su calidad de responsable del proyecto en el laboratorio central, hizo al inspector de policía un breve resumen de lo ocurrido en el laboratorio, durante los últimos meses, y le explicó la situación tan delicada en la que se encontraban en ese momento. El inspector en jefe escuchó con atención y les pidió que pasasen a una sala, mientras él se comunicaba con su superior.

Rudolf, Emilio, Peter y Sophy eran conscientes del riesgo que corrían al poner a un desconocido al corriente de la situación, pero sabían que no tenían otra alternativa. Sin documentación y sin dinero, poco o nada podían hacer para protegerse y regresar a su casa.

Después de más de veinte minutos, de una tensa espera, el inspector en jefe volvió a la sala. Con un gesto de preocupación les dijo que acababa de hablar con su superior y éste a su vez con el FBI. Las órdenes recibidas desde Washington eran muy claras. Todo el grupo debía de ser trasladado de inmediato a una base militar, al norte de la isla, adonde personal del FBI viajaría a la mayor brevedad.

—¿Nos acercamos a buscar al resto del grupo y volvemos? —preguntó Rudolf al inspector en jefe—. Caminando, están a una media hora de aquí.

—No, por favor, no se preocupen. Ahora mismo, enviaré a unos agentes para que los recojan y, una vez que estén todos juntos, los trasladamos a la base militar de Yigo.

—Pero se van a asustar si no nos ven —dijo Sophy mirando fijamente al inspector en jefe a los ojos—. ¿Podríamos ir alguno de nosotros con los agentes para contarles lo que vamos a hacer?

El inspector en jefe vaciló unos segundos antes de contestar:

—Me parece bien. ¿Quiere acompañar usted a los agentes?

—Por mí, perfecto —contestó ella.

—Sophy, ¿estás segura de que quieres ir tú o prefieres que vayamos cualquiera de nosotros? —le preguntó Rudolf al oído, mientras el inspector en jefe ordenaba por el intercomunicador que se personaran cuatro agentes, con la furgoneta grande, delante de la puerta del ayuntamiento.

—No, gracias. Ya voy yo —contestó Sophy—. No te preocupes por mí. Además, la espera me pone muy nerviosa. Me pasa como a ti. Necesito moverme.

—Ten cuidado —le dijeron Peter y Emilio.

—No os preocupéis.

Al cabo de un rato, Sophy llegó al lugar donde les esperaba el grupo. De un salto se bajó de la furgoneta y, en pocas palabras, les explicó lo que les acababa de proponer el inspector de policía.

Una vez en la furgoneta, se sentó al lado de Ernest.

—¿Qué sensación tienes? —preguntó Ernest a Sophy con un gesto preocupado— ¿Te ha ofrecido confianza el inspector?

—Pues no sé qué decirte. La situación es comprometida. Por el momento, creo que debemos ser prudentes y hablar poco. Ya me entiendes.

Ernest giró la cabeza hacia la ventana y dejó la vista perdida en el infinito. Ellen cerró los ojos, asustada, y Margarita empezó a tiritar. Aunque en la furgoneta hacía mucho calor, y la mayoría iban sudando, ella estaba helada. No sabía si el escalofrío que le recorría el cuerpo se lo producía una enfermedad incipiente o si, por el contrario, se trataba solo de miedo. Buscó calor y se apretó fuerte contra el cuerpo de Ernest, que le pasó el brazo por los hombros.

El resto del grupo viajaba en silencio.

Una vez en la pequeña ciudad, la furgoneta se detuvo a las puertas del ayuntamiento. Pasaron unos minutos y apareció primero Emilio y detrás; Rudolf y Peter acompañados por el inspector en jefe, que se acercó sonriente a saludarles.

Los tres subieron a la furgoneta. Rudolf se sentó al lado de Ellen y la abrazó muy fuerte.

—Ya no tengo miedo —dijo Ellen, besándole en los labios.

Una vez que la furgoneta se puso en marcha, Ernest le preguntó a Rudolf qué pensaba que podría pasar.

—No tengo ni la más remota idea. El inspector ha estado amable con nosotros, pero se le veía preocupado. A ver con qué nos salen ahora los del FBI.

Emilio y Peter tampoco se quisieron a aventurar a decir nada. Era difícil tener una opinión.

Después de varias horas de viaje, llegaron a la base militar. Un par de militares los recibió y acomodó en unas dependencias especiales, mientras se esperaba la llegada de los agentes del FBI.

El grupo se mostraba impaciente y sobre todo preocupado por saber qué sería de ellos.

A las diez de la noche, un soldado les comunicó que acababan de llegar los agentes del FBI. Presos de un gran nerviosismo, todos se dirigieron a la sala donde se iba a celebrar la reunión.

—Buenas noches —saludó Roger, uno de los dos agentes, el de mayor edad—, antes de nada quiero decirles que el FBI, la Interpol y la policía de cada uno de sus países llevamos buscándoles desde el pasado mes de diciembre.

El agente mayor hizo un breve resumen de lo acontecido, referente a su caso, desde el momento de su desaparición.

—Lo último que ha sucedido referente a la empresa ha sido la muerte del director de la compañía y la desaparición de la sede social —concluyó el agente.

Emilio, al enterarse de la muerte de David Nolan, se echó a llorar. El resto del grupo se inquietó y Ernest, al ver el estado en que se encontraba Emilio, levantó la mano y pidió al agente Roger que detuviese por unos minutos la explicación. Acto seguido, se acercó a consolarle.

—Tranquilo, Emilio, ves, al final tenías razón. David Nolan no te había traicionado.

Pero Emilio se encontraba en tal estado de angustia, que no era capaz de contener sus emociones.

—Como se pueden imaginar —continuó diciendo el agente Roger, intentando mostrarse lo más cercano posible—, nos encontramos ante una situación muy delicada y no es mucho lo que les podemos ofrecer.

—¿Ofrecer? ¡No le entiendo! —gritó Cindy, acalorada—

¿Es qué no han venido a recogernos para llevarnos a casa?

—No sé si se dan cuenta de la situación tan comprometida en la que se encuentran —contestó el agente Roger—. Si les llevamos a casa, ¿cuánto tiempo creen que tardarán en localizarles? ¿Qué piensan que les harán si los encuentran? Está claro que ustedes son un problema grave para ellos y que no se van a detener ante nada.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.