El sol aún no había asomado su pálido rostro sobre el horizonte parisino cuando Leonidas Holfman ya se encontraba enfrascado en su rigurosa rutina matutina. El gimnasio privado del penthouse fue testigo de su disciplina inquebrantable, cada repetición de pesas, cada brazada en la piscina climatizada, ejecutada con la precisión de un relojero. Para Leonidas, las horas de sueño eran un lujo innecesario, un tiempo valioso que podía ser invertido en el estudio minucioso de contratos, la lectura exhaustiva de informes y la planificación estratégica mientras el resto del mundo aún dormía. Esa dedicación implacable, ese enfoque láser en sus empresas, eran los pilares sobre los que había construido su vasto imperio, la razón por la que, a sus treinta y ocho años, era considerado uno de los hombres más poderosos e influyentes del planeta.
A media mañana, su teléfono vibró con la llamada de Tamara. -“Leonidas, todo está listo con la compra de la aerolínea. Los documentos están preparados para tu firma cuando lo desees.” A pesar del tono profesional de su asistente, Leonidas percibió un matiz de desaprobación apenas disimulado en su voz. Sonrió levemente. Le había concedido demasiada libertad a Tamara para opinar sobre sus decisiones personales, una indulgencia nacida del cariño fraternal que sentía por ella. Sin embargo, incluso el afecto tenía sus límites. - “Tamara,” dijo con un tono suave pero firme, -“Agradezco tu diligencia, pero mis decisiones empresariales son mías. Cierra la compra y empecemos la transición. Es todo.” La conversación terminó con un silencio breve pero elocuente al otro lado de la línea.
El día transcurrió en una sucesión de reuniones estratégicas, llamadas telefónicas cruciales y la revisión de informes detallados. Leonidas navegaba por el laberinto de sus negocios con la maestría de un ajedrecista experimentado, anticipando movimientos y asegurando su posición. Al mediodía en punto, un toque discreto resonó en la puerta de su despacho. Diego entró en la habitación, su presencia silenciosa y eficiente, con una carpeta de aspecto confidencial en sus manos. -“Señor Holfman,” saludó con su habitual economía de palabras, - “Aquí tiene la información que solicitó ayer.” En la mente de Leonidas, no había duda de que se trataba de la investigación sobre Dione.
Diego se acercó al escritorio y depositó la carpeta frente a Leonidas, procediendo de inmediato a detallar los puntos clave con su precisión característica. - “El nombre completo es Dione Elizabeth Moore. Tiene veintitrés años.” Hizo una breve pausa antes de continuar. - “Su madre fue Elizabeth Moore. Su padre biológico es un hombre llamado Charles Davies.” Diego prosiguió, relatando la historia que había desenterrado con su meticulosa investigación. -“Los padres de la señora Moore la expulsaron de su hogar cuando tenía diecisiete años. Estaba embarazada del hijo de sus empleadores, un hombre que estaba a punto de casarse en ese momento. Vivían en un pueblo pequeño, y la prioridad de los abuelos de la señorita Moore era mantener su reputación intacta. La solución fue echar a su hija a la calle.”
Leonidas escuchaba en silencio, su expresión impasible mientras la historia de la joven se desplegaba ante él. Diego continuó. -“La señora Moore se mudó a una ciudad a unas dos horas de su pueblo natal. Pasó por dificultades económicas antes del nacimiento de la señorita Moore. Una pareja mayor, dueños de un pequeño hostal, le ofrecieron cobijo y trabajo. Permanecieron allí hasta que Dione cumplió siete años, momento en el que se mudaron a una pequeña casa cerca del hostal. No tenían lujos, pero la señorita Moore tuvo una infancia feliz y segura.”
Diego detalló los logros académicos de Dione. -“Ingresó a la universidad con una beca completa a los Dieciséis años. Es excepcionalmente inteligente. Curiosamente, su perfil llamó la atención de los reclutadores de Holdings Global cuando estaba a punto de graduarse.” Leonidas levantó una ceja, mostrando un ligero interés. Diego asintió. -“Sí, señor. Pero un año antes de terminar la carrera, su madre enfermó. Un tumor cerebral. Falleció hace cuatro años y varios meses. La señorita Moore se retiró temporalmente de la universidad para cuidarla, pero finalmente completó sus estudios con las mejores calificaciones del estado, aunque no asistió a la ceremonia de graduación debido al fallecimiento de su madre.”
Diego añadió algunos detalles personales. -“Es alérgica a los arándanos, las fresas y las almendras. Trabaja para la aerolínea desde hace dos años. No tiene deudas y, según nuestra investigación, nunca ha tenido una relación formal.” Hizo una breve pausa, un ligero atisbo de humor en sus ojos oscuros. -“Sus vecinos hablan muy bien de ella. Señor Holfman, con toda honestidad, esta ha sido la investigación más sencilla que he realizado en años. La señorita Moore tiene un expediente impecable, más limpio que un quirófano.”
Con un asentimiento casi imperceptible, Diego dio por concluida su presentación y se retiró del despacho. Leonidas abrió la carpeta con el nombre de Dione escrito con una caligrafía pulcra en la etiqueta. Dentro encontró el acta de nacimiento de la joven y una serie de fotografías que documentaban su vida junto a su madre a lo largo de los años. Se detuvo en una imagen en particular, una fotografía de Dione y su madre cuando la joven era adolescente. La similitud era asombrosa. Dione era, sin duda, la viva imagen de su madre, casi como si el tiempo se hubiera doblado y estuviera viendo a Elizabeth Moore en su juventud. Los mismos ojos verdes intensos, el mismo cabello castaño claro con reflejos dorados, los mismos labios delicados. Eran copias exactas.
También había algunas fotografías borrosas de un hombre, presumiblemente Charles Davies, junto a una mujer y tres niños pequeños, la familia que había formado. Una punzada de curiosidad atravesó a Leonidas. ¿Por qué, teniendo una familia tan numerosa, abuelos paternos y maternos, tíos, primos y hermanos, Dione y su madre habían estado tan solas? El mundo era, sin duda, un pañuelo. Recordó vagamente que su tío, hermano de su padre y actual alcalde de su pueblo natal, había echo negocios unos años atras.