FascinaciÓn Eterna

CAPITULO. 18.

El sábado se había instalado en mi penthouse con la languidez perezosa de un día dedicado al placer, un remanso de paz después de la tormenta de celos y silencios tensos de la semana anterior. deje a Dione dormida y me levanté, su piel aún cálida por las horas que habíamos pasado entrelazados entre las sábanas, explorando cada centímetro de nuestros cuerpos como si fuera un territorio recién descubierto.

Me había levantado temprano, arrastrado por la insistencia de unos documentos que requerían mi firma inmediata, una formalidad tediosa que me impedía seguir disfrutando de su calor. Me prometí mentalmente volver a su lado en cuanto terminara, como un marinero anhelando la costa.

Dos horas después aún seguía absorto en la lectura de los dichosos papeles, intentando concentrarme en cláusulas y anexos cuando mi puerta se abrió y una visión en satén color champán apareció en el umbral. Dione. La bata apenas ocultaba las curvas que tan bien conocía, cada pliegue insinuando los contornos que mis manos habían recorrido horas antes. Su cabello revuelto, cayendo sobre sus hombros con una despreocupación encantadora, solo acentuaba su belleza recién despertada, una promesa silenciosa de más intimidad. Al levantar la mirada, su sonrisa dulce y soñolienta fue mi mejor recompensa por la madrugadora tarea, un faro en el mar de burocracia.

Se acercó con la sensualidad felina que la caracterizaba, moviéndose con una gracia natural que siempre me fascinaba. Se sentó a horcajadas sobre mis piernas, su peso ligero pero electrizante, y me besó con una ternura posesiva que reclamaba mi atención por completo. -“Me desperté y no estabas,” murmuró contra mis labios, su aliento cálido y dulce. -“Definitivamente no me gusta despertar sin ti. Se siente… incompleto.”

La abracé con fuerza, aspirando el aroma dulce y único de su piel, una mezcla embriagadora de jabón suave y su propia esencia. -“Lo siento, cariño. Llegaron estos documentos y necesitaban mi firma urgente. Quería volver a la cama contigo en cuanto terminara, acurrucarnos hasta que el sol se pusiera de nuevo.”

Aún acurrucada en mi regazo, con sus brazos rodeando mi cuello y su barbilla apoyada en mi hombro, comenzó a contarme las últimas ocurrencias de Cecil, su voz llena de una alegría contagiosa que siempre lograba iluminar incluso mis días más grises. Las anécdotas sobre cómo Cecil volvía loco a su nuevo novio con su personalidad extravagante, sus salidas de tono y su humor descarado, me hicieron reír a carcajadas, olvidando por un instante los tediosos papeles que tenía entre manos. Estaba disfrutando de su cercanía, de su calidez, de la forma en que su cuerpo se amoldaba al mío, cuando de repente sus ojos se posaron en una carpeta blanca que yacía discretamente debajo de otros documentos sobre mi escritorio. Su nombre estaba escrito con una caligrafía pulcra y formal, una etiqueta silenciosa en medio del caos organizado de mi papeleo.

Se estiró con una curiosidad infantil, tomando la carpeta y mostrándomela, su ceño ligeramente fruncido, como si hubiera encontrado un objeto misterioso. “¿Qué es esto, Leo? Dice mi nombre. ¿Es algo importante?”

Una punzada de preocupación me recorrió como una descarga eléctrica. Había olvidado por completo que esa carpeta seguía ahí, un recordatorio tangible de mi momentáneo escrutinio a su vida. Instintivamente, se la arrebaté de las manos con una rapidez que incluso a mí me sorprendió. -“No es nada, Dione. Solo… papeleo antiguo. Ya sabes, cosas de la empresa.” Una excusa pobre y poco convincente.

Su mirada se endureció ligeramente, su inteligencia aguda captando mi nerviosismo y mi intento de evasión.- “Definitivamente es algo si tiene mi nombre. ¿Qué clase de papeleo antiguo lleva mi nombre, Leonidas? ¿Una lista de mis deudas pendientes?” Su tono era ligero, pero había una nota de suspicacia en su voz.

Guardé silencio, buscando desesperadamente una explicación plausible que no revelara mi anterior paranoia, pero su mente ya estaba trabajando a toda velocidad, atando cabos con una velocidad asombrosa. Con una calma sorprendente y su característico sarcasmo juguetón, habló con una seguridad que me dejó momentáneamente sin aliento. -“Entiendo perfectamente. Un hombre en tu posición, con la influencia que tienes, no puede permitirse tener a su alrededor personas que no sean de total confianza. Así que me mandaste a investigar. Lógico. Prudente, incluso.”

Su aplomo me dejó sin palabras. Esperaba una reacción de ofensa, de indignación, una explosión de justa ira, pero ella lo había tomado con una… comprensión pragmática, casi con humor. -“Eres increíble,” fue lo único que pude articular, mirándola con una intensidad que creo que la descolocó por un instante, haciéndola parpadear sorprendida.

Ella sonrió ligeramente, quitándome la carpeta de las manos con una agilidad sorprendente, como si me arrebatara un juguete prohibido. -“Bueno, con el dinero suficiente, se pueden descubrir muchas cosas, ¿no crees?” Comenzó a hojear los documentos, sus cejas arqueándose con una teatralidad divertida con cada nueva información que absorbía. -“¿En serio? ¿Esto es privado? ¿De verdad necesitabas saber mi historial de multas de tráfico?” Exclamó con una exageración cómica al leer algún detalle trivial de su pasado. Se detuvo en las fotografías de ella y su madre, su rostro suavizándose, la sonrisa juguetona desapareciendo, reemplazada por una melancolía dulce. Señaló una en particular, donde su madre sostenía un bebé en brazos en una cama de hospital, su rostro irradiando un amor incondicional. -“¿Puedo quedarme con esta foto, Leo?” preguntó con una ternura que me conmovió profundamente.

-“Quédate con la carpeta entera si quieres,” respondí sinceramente, mi voz cargada de un arrepentimiento tardío por haberla hecho sentir bajo escrutinio.

Sus ojos brillaron con una travesura repentina, como si una idea divertida acabara de cruzar su mente. -“En ese caso, te invito a cenar esta noche. Para celebrar mi… exhaustiva documentación.”




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.