---
El cielo estaba en llamas. Las nubes se teñían de rojo y naranja, mientras que los rayos azules y plateados surcaban el aire mezclandose con el sonido de la batalla, que resonaba por todo el reino celestial, donde dos dioses poderosos se enfrentaban entre sí. Uno de ellos anhelando alcanzar el poder y la gloria, y el otro intentando sobrevivir al odio y la traición.
En el campo de batalla, dos hermanos se miraban con odio ante la mirada de aquellos guerreros dispuestos a sacrificarse por uno y por el otro. Xuan Ji, el Dios del fuego, y Zi Long, el Dios del trueno, quienes habían sido aliados y amigos ahora se miraban con odio y amargura. Ellos que se habia prometido lealtad, ahora se veían a si mismos como enemigos mortales, dispuestos a destruirse. Zi Long conspiro con la Diosa de la luna y la Diosa de las flores, traicionando a su hermano, con el objetivo de arrebatarle su estatus divino como dios del fuego, apartandolo del trono celestial y dejando que caiga en el reino de los demonios reducido en cenizas, sin la gloria y el futuro que se habia esforzado en conseguir.
Xuan Ji aun no entendía como su propio hermano habia llegado a este punto, traicionando su hermandad y su confianza. Tampoco podía creer que Yan Hua, la diosa de las flores, a quien había amado con todo su corazón, le estuviera dando la espalda, uniéndose a su hermano traidor para destruirlo por completo. Ahora solo sentía dolor, rabia y sed de venganza.
—¡Zi Long, maldito traidor! ¡Te haré pagar por lo que me has hecho!— gritó Xuan Ji, formando y lanzando una llamarada de fuego hacia su hermano.
— ¡Xuan Ji, eres un perdedor engreído! ¡No mereces ser un dios! ¡Te enviaré al infierno donde perteneces! — respondió Zi Long, desviando el ataque con un rayo.
Los dos hermanos se enzarzaron en un feroz combate, intercambiando golpes de espada y los elementos que podían controlar. Los guardias celestiales, por su parte, defendieron al dios a que le juraron lealtad, dispuestos a dejar su propia vida en el campo de batalla.
Con una sonrisa maliciosa, la diosa de la luna observaba la escena, disfrutando del espectáculo. Ella había sido la instigadora de todo esto enfrentamiento. Durante años habia estado obsesionada con Xuan Ji de forma enfermiza, sin embargo él nunca había correspondido sus sentimientos. Así que decidió arruinar su relación con Zi Long y Yan Hua. Solo de esa manera podría tener una oportunidad para convencerlo de que era la única en la que podía confiar, convencida de que su participación en esta conspiración no sería descubierta por nadie.
La diosa de las flores, por su parte, también miraba la pelea aparentando indiferencia. En su interior sabia que nunca había amado a Xuan Ji de la manera en la que él la amaba. Solo lo había usado para ascender en la jerarquía celestial, sin embargo, sabía que él era un buen hombre y eso hacía que un ápice de culpa comenzará a crecer en su interior. Pero ahora estaba del lado de Zi Long, quien le había prometido seguridad mediante un matrimonio que la convertiría en emperatriz celestial, una posición que nadie podria cuestionar ni derribar, y por eso no estaba dispuesta a mirar atrás ni una sola vez.
El cielo se estremeció con el estruendo, cuando Zi Long dio la señal que había acordado a Yan Hua, quien sin dudarlo rodeo a Xuan Ji con sus pétalos venenosos confundiéndolo. De esta forma el dios del trueno tuvo ventaja para empuñar su espada de cristal que brillaba con un tono azulado producto de las chispas y rayos que se movían como serpientes en su interior haciéndola resplandecer, y atacar a su hermano sin piedad.
La hora de terminar esto había llegado. La espada resplandeció y Zi Long atravesó el pecho de Ji, quien recuperó la lucidez, mirando como el hermano que tanto había querido y admirado lo hería mortalmente, sin que pudiera defenderse. La espada se sacudió liberando un relámpago que lo atravesó por completo, provocando que el sonido del trueno retumbara el cielo e hiciera vibrar la tierra.
Xuan Ji sintió como la espada le atravesaba el pecho, perforando su corazón. El dolor fue insoportable, pero más aún lo fue el ver la mirada de desprecio y triunfo de Zi Long. ¿Cómo había podido traicionarlo así? ¿Cómo había podido olvidar todo lo que habían vivido juntos? Ji quiso gritar, quiso maldecirlo, quiso vengarse, pero solo pudo escupir sangre por la boca. La sangre que manaba de su herida tenía un olor metálico y dulzón, que le recordaba a las flores de Yan Hua. Las flores que una vez le habían regalado amor y felicidad, y que ahora le habían traicionado y envenenado. Xuan Ji cerró los ojos, sintiendo como la vida se le escapaba.
Pero entonces, algo cambió en su interior. Una llama distinta se encendió en su alma y calento su cuerpo llenando su ser de un odio oscuro. Un odio tan intenso y caotico que consumió todo lo demás. Xuan Ji abrió los ojos, que ahora brillaban con un rojo infernal. Su cuerpo se prendió en llamas, unas llamas que no eran doradas como las del sol, sino negras como las de la noche. Las llamas devoraron su carne y sus huesos, dejando solo una perla roja que contenía toda su esencia y poder.
Entonces, Zi Long intentó tomar la perla en su mano, en un intento casi desesperado de absorber la esencia y poder de su rival, sintiéndose victorioso ante lo poco que había quedado de ese hermano que había admirado y odiado con la misma intensidad. Sin embargo, el fuego abrasador le quemó, provocando que la soltara y cayera al abismo, directo al reino de los demonios, el lugar que le había estado destinado desde un principio.
El cielo gris se calmó, los dioses que iniciaron todo esto miraban la escena sin saber que el destino tenía preparado algo para Xuan Ji, cuyo fragmento de espíritu primordial aún caía a las entrañas del reino de los demonios. Porque él era el elegido para convertirse en el dios demonio, el gobernante de los demonios alimentado por la maldad y las tristezas del mundo.