Fatum

PRÓLOGO

Estaba sentada en una banqueta, abrazando con fuerza mis rodillas y mi cara recargada en ellas, mientras me mecía adelante y atrás. Me dolía mi cara y sentía que iba a explotar. Mi rodilla tenía sangre, porque me lastimé cuando caí por la patada de Frank. Y por todos lados de mis piernas, había manchas del color de las uvas. También me duele mi estómago. Esta vez me golpeó más fuerte.

Lo había intentado todo. Había sido muy buena.

Siempre hacia mis tareas, y ayudaba a mi mami con las suyas, cuidaba a mi hermanita Ainsley. Ya no cantaba y no participaba en la escuela para no llamar la atención como una puta. No sé qué es eso, pero sé que es algo malo. Frank siempre estaba diciéndome cosas como esas, también me ha dicho bastarda, si alguien me explicara que es, tal vez, podría evitar hacerlo. Pero cuando le pregunté que era, me abofeteó.

Ya no le pregunto más cosas.

Frank siempre está molesto conmigo. Pero hoy estaba furioso. Cuando me llamó, creí que me felicitaría por mi cumpleaños, nunca lo ha hecho, pero creí que hoy lo haría, y entonces fui, y él me jaló mi cabello y me pegó. Me dolió tanto cuando me golpeaba, dijo que era mi culpa que la tía Eleanor y el tío Luca quieran que pase los veranos con ellos. Que les debía haber dicho algo para darles lástima. No sé cómo es mi culpa, yo no he hablado con ellos, y tampoco les he dado nada, no tengo nada que darles. Se lo dije, le dije que no había hablado, que no les di nada, pero el solo me golpeaba.

Grité por mi mami, pero Frank solo reía, me decía que nadie vendría por mí, que nadie me ayudaría, tenía una sonrisa tan mala, como la de Shan Yu, el malo que sale en la película de Mulán. Tenía los ojos rojos y olía muy feo, como el olor de esas botellas que le gusta tomar.

            Y Frank tuvo razón, porque mi mami nunca vino.

            Pero entonces Frank dejó de golpearme, dijo que estaba harto de mantenerme y de comprarme cosas. Creo que me confundió con mi hermanita, ella tiene muchas cosas, muchos juguetes y muñecas bonitas, a mí nunca me ha comprado nada, y tampoco le pido cosas, no desde la vez que quería un cuaderno para dibujar, y él me enseñó una de sus lecciones, eso me dolió mucho, las marcas moradas me duraron muchos días. Tampoco tengo juguetes, bueno, solo tengo una muñeca que mi tía Eleanor me regaló y la tengo escondida en mi almohada.

Pero no digo nada, porque mi hermanita es más pequeña y no quiero que la golpeé.

Después dijo que sería mejor si desaparezco.

Entonces me dio miedo porque no quería desaparecer y dejar a mi mami ni a mi hermanita. Cuando Frank se dio la vuelta, me levanté y corrí todo lo que pude, aunque me dolían las piernas. Nunca había corrido así. Sali de mi casa y seguía corriendo. Luego, encontré un árbol muy grande sobre la banqueta que tenía unas bolitas con picos del color del limón. Me recargué en el árbol, y poco a poco me fui sentando y después comencé a llorar, no me gusta que me vean llorar, pero tenía mucho miedo y me dolía mi cuerpo. Y luego recordé que tenía que esperar, cuando Frank se calmara, regresaría con mi mami, y le diría lo que paso.

Aunque mi mami nunca me hace caso cuando Frank me golpea, pero cuando los golpes terminaban, mi mami me escondía en mi habitación y me decía que esperara a salir cuando Frank se calmara. Pero nunca sabia cuando era eso. Salía hasta la noche cuando tenía hambre y creía que todos se habían ido a dormir.

Entonces, esperaría mucho rato en este árbol porque todavía era de día.

Si desaparezco como Frank dijo, a lo mejor ya no me golpearía. Pero no quería dejar a mi mami ni a Ainsley. Enterré mi cara entre mis rodillas y seguía llorando porque me dolía mi cuerpo, y me dolía algo muy feo en mi pecho.

—Hola.

Levanté la cara para ver quien me había hablado. Frente a mi estaba un niño, tenía el cabello negro y los ojos muy bonitos. Del color del castillo de Elsa.  Estaba vestido con una de esas ropas que usan los amigos de mi tío Luca, todo de negro. Tenía sus brazos hacia atrás, como en deportes.  —Hola —le dije con mi voz bajita.

Sentí que se me estaban saliendo los mocos y me los limpié con mi blusa. El niño se me quedo viendo un rato, y sus ojos se quedaron viendo las manchas moradas en mis piernas.

—¿Qué te paso?

—Me caí —contesté de prisa. Si te preguntan qué te paso, vas a decir que te caíste, eres tan estúpida que todos lo creerán. Frank siempre me decía eso cuando me pegaba.

—Bueno, ya no llores. Si eres fuerte vas a estar bien. Tienes que hacerte fuerte. —El niño se encogió de hombros—. Eso dice mi abuelo.

Hacerme fuerte. Si. Eso era. Si me hacía fuerte no me dolerían los golpes de Frank.

El niño debía tener un gran abuelo. Yo no tenía ninguno.

Le sonreí al niño porque me dio una gran idea. Pensé que él también me sonreiría, pero solo se me quedó viendo.  Estaba quitando mi sonrisa, pero entonces, el niño estiró su brazo hacia mí y en su mano tenía una flor rosa.

—Toma, es una rosa rosa. —Entonces sentí crecer mi sonrisa, era tan grande que me estaban doliendo las mejillas, pero no era el dolor de los golpes de Frank, creo que este era un buen dolor, porque no podía quitarla. Me pareció gracioso, rosa rosa. Y estaba muy bonita. Nunca me habían dado una flor. Decidí que mi color favorito sería el rosa para siempre.




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