Mis Chuck negras golpeaban el pavimento, por mis pies dentro de ellas impulsándose, mientras corro con todas mis fuerzas. Mis pulmones están ardiendo, las lágrimas fluían con libertad en mis ojos sin ningún control. La mejilla derecha me arde, y puedo sentir los anillos abrasadores en mi cuello.
—¡Me importa una mierda! ¡Ella no es mi hija!
— Cariño, por favor…
— ¿Por favor? ¡Es una maldita bastarda, una puta barata igual que tú!
Esta vez mi pecado mortal fue ser atrapada tarareando una canción de Adele. Aun con el ardor, seguía corriendo, los ojos estaban tan húmedos que veía borroso el camino, pero no me detuve, solo pensaba en escapar, por un momento, huir lo más lejos que mis pies me llevaran, y si en el camino, tal vez algún auto pudiera atropellarme, o quizás caería en un agujero que me enviaría al infierno, bueno, no sería tan malo.
Me rio sin humor, porque tengo una excelente suerte para que no me ocurran accidentes graves, incluso, si soy yo quien los provoca.
Me prometí hace años, no volver a intentarlo, pero es inevitable tener el pensamiento… de vez en cuando.
No podía más, mis piernas flaqueaban y mis músculos ardían por el esfuerzo, mi respiración estaba entrecortada, así que terminé deteniéndome, por completo agotada y concentrándome en inhalar aire y no en los problemas que por enésima vez me veo obligada a tragar.
Inhalo y exhalo. Repito.
Limpio las lágrimas con mis manos y observo el lugar donde me detuve. Estaba en un tipo de mirador, afuera de una zona residencial, una especie de colina despejada con pastizal seco, donde se puede ver toda la ciudad y sus luces encendidas. Siendo ya de noche, se ve fantástico. Hay dos o tres farolas, pero ni una sola persona. A esta altura, se puede sentir como corre el aire helado, de esos que no necesitan abrigo, solo te causan una tranquilizadora frescura, y mueve mis húmedos rizos haciéndolos bailar, o más bien, enredando cada rizo, hasta que pareciera una especie de estropajo.
Casi en el borde de la mesa, había un frondoso castaño. Me senté, recargando mi espalda con el árbol. La luna estaba en su apogeo en el cielo, y su luz alcanzaba a iluminar un poco esta zona que estaba tan oscura. Doblé mis piernas abrazándolas a mi cuerpo, con mi vista centrada en el frente, a la noche y a las luces, mientras el recuerdo del evento anterior, pasa por mi mente.
Estaba sentada en el tocador, cepillándome el cabello mojado después de bañarme. Traía los auriculares puestos y sonaba “Million Years Ago”, cuando la puerta de mi habitación se abrió con un fuerte golpe.
En la puerta estaba Frank y tenía los ojos rojos y las pupilas dilatadas, lleno de rabia. Y yo era el centro de su atención. —Eres una puta asquerosa, una puta barata cantando como una vulgar cabaretera. —Me tomó del cabello y me aventó contra la pared, el golpe en mi espalda me sacó el aire y un sonido de dolor salió de mí.
—No eres nada, no eres nadie. —Una de sus manos comenzó a ahorcarme, me estaba quedando sin oxígeno, aun así, no tome su brazo, pensarlo me provocaría arcadas, en cambio, imaginé que golpeaba su tráquea, seria lindo si él se quedara sin oxígeno en esta ocasión.
—¿Quién va a protegerte ahora con el bastardo de Luca muerto? ¿eh?
Me soltó un bofetón y sentí sangre en mi boca. Se que quería que reaccionara, y aunque lo del tío Luca me enfureció, no lo mostré.
—Frank, por favor, no la lastimes. —Mi mamá llegó corriendo por el pasillo.
—¿Por favor? ¡Me importa una mierda! ¡Ella no es mi hija! —Sentí que apretó más mi garganta, me quedaba sin energía y mis ojos comenzaban a lagrimear—. ¡Es una maldita puta, bastarda, cerda, igual que tú!
—Cariño, por favor… —mi mamá se acercó, pero no lo tocó—. Entrará a clases en una semana.
Por alguna razón eso lo detuvo, soltó mi garganta, pero me aventó al piso. Unos segundos después se escuchó un portazo de la puerta de entrada.
Tengo un plan. Esa frase ha sido mi mantra, mi lugar seguro y cada vez más anhelante desde que tenía trece años y entendí que el infierno en el que todavía vivo, no se detendrá hasta que yo misma lo haga. Tengo un plan. Por fin estoy en la recta final. Pronto seré mayor de edad, me iré y no regresaré. Solo unos meses y nada ni nadie podrá detenerme.
Aún con mi convicción, los recuerdos vuelven a inundar mi mente. Puta. Bastarda. Estúpida. Inútil.
Ni siquiera me había dado cuenta de que estaba tatareando. Las lágrimas estaban nublando de nuevo mis ojos, traté de limpiarlas con mis dedos, después de tantos años me llenaba de furia llorar por esas situaciones, me hacen sentir débil, aunque, en definitiva, prefiero hacerlo sola que enfrente de él. Y lo del tío Luca. No sé cómo no murió Frank en vez de mi amoroso tío.
Un cosquilleo en la nuca me causó un escalofrío interrumpiendo mi monólogo interno, una sombra que vi por la orilla de mi ojo me puso en guardia.