Me levanté de la cama cerca de las siete de la mañana, aún se sentía un poco caluroso, pero el verano ya estaba terminando. Estuve despierta desde las cinco, por los ruidos que hacía Frank cuando se marchaba. Me estiré, sintiéndome tan ligera, como siempre que Frank no estaba. Me dirigí a lavarme los dientes y el rostro, ponerme crema y bloqueador, mi tía Eleanor me lo inculcó a pulso y solía enviarme productos de skincare muy seguido.
Cuando me vi en el espejo, noté la mancha morada en mi rostro, se formó un cardenal en la mejilla derecha.
Genial.
Tardará unos días en desvanecerse, pero al menos no se notará cuando inicien las clases. Mi cuello por otro lado… Las marcas rojas por mi casi estrangulación se veían horribles, me puse una linda pañoleta floreada para ocultarlas.
Bajé hacia la sala y mi mamá estaba viendo a través de la ventana que daba al patio de enfrente, miraba hacia la calle, aparentaba llevar horas ahí.
—¿Mamá? —Pareció que la arrebaté de sus pensamientos, porque brincó un poco.
—¿Quieres desayunar? Prepararé omelette de champiñones, ¿qué te parece? —habló muy rápido y se acercó a mí, tomó mi mano y depositó dinero en él—. Guárdalo para la escuela, y escóndelo bien, ya sabes cómo es Ley, no compres ropa, iremos el viernes al centro comercial. —No si puedo evitarlo.
Giró y se fue a la cocina.
Esa es mi mamá, con dos lados, uno tan diferente del otro. Ahora solo lo acepto, no puedo hacer nada, ya había intentado todo a mi alcance, y pagué por ello.
Tomé el dinero porque ella cree que con eso me ayuda, y no le quitaré esa satisfacción, aunque es cierto que en verdad necesito el dinero, sobre todo porque mi plan esta tan cerca, no es tan necesario como mi mamá piensa, mi tía me dio una tarjeta hace años para “cosas de adolescentes”. Claro que yo solo la uso para emergencias y algún antojo cuando no hay ojos viendo, la mantengo escondida en la funda de mi teléfono. La mejor forma de ocultar algo es ponerlo a la vista, sabiduría del tío Luca.
Tomé mi desayuno de prisa y me despedí de ella, permitiendo mi rutina en esos días de libertad. Agarré mi mochila y salí a explorar los alrededores, y sé que ha pasado demasiado tiempo de caminar, porque ya tengo hambre. Entré a una tienda de autoservicio y me compré dos sándwiches, un obligatorio KitKat por supuesto, y una botella de agua. Caminé unos minutos para buscar un lugar donde sentarme a comer, cuando me di cuenta hacia donde me dirigía. La colina de ayer.
Me acerqué hacia el mismo árbol y la vista era más hermosa de lo que imaginaba a esta hora, el sol estaba a punto de ocultarse, el cielo tenía colores de un rosa precioso con tonalidades naranjas y el aire empezaba a refrescar, pero no me causaba frio.
Me senté, recargándome en el árbol, estiré mis piernas y me quité la pañoleta para comer con comodidad. Un escalofrió en la nuca me impactó, me quedé quieta unos segundos, pero después lo ignoré y saqué un sándwich con la intención de devorarlo.
Pero entonces, un olor mentolado me llegó y por la esquina de mi ojo, vi una sombra sobre mí, ahí es cuando lo supe antes de que la voz sonara.
—Sabía que no podías alejarte de mí encanto, ricitos, pero no creí que fueras del tipo pegajosa.
—Demasiado ego para ese cuerpo —sonreí—, además, ¿amor? —Solté lo que consideraba la voz más seria que podía dar—. Eras más agradable con una lata de cerveza y en las sombras.
—Así que, ¿crees que soy agradable? —Una divertida tonalidad salió de eso, lo que me provocó que mis labios se elevaran. Incliné mi cabeza para verlo de reojo, una sonrisa temblaba en su boca, y pude verlo mejor, sin tanta oscuridad.
Oh dios, estaba aún más guapo que ayer.
Sus ojos aún parecían estar enojados con el mundo, pero a diferencia de anoche, hoy parecía guardar una ira controlada. Aunque eso, se sentía más peligroso. Esta vez de verdad estaba ruborizándome sin ningún control, por lo que lo más prudente, para salvar mi dignidad, o lo que queda de ella, fue voltear mi vista hacia mi sándwich semi abierto. Él se sentó a un lado de mí, igual que anoche.
—Tal vez solo fue el alcohol —continué desenvolviendo la envoltura— además, la vista es impresionante, te hace no querer alejarte o solo regresar, —me encogí de hombros—, cuando ves así la ciudad, es solo, que parece, por un momento al menos, que los problemas son tan insignificantes.
—Si, lo sé. —Tomó el sándwich de mi mano y lo terminó de abrir por mí, me lo regresó y abrió la bolsa de plástico donde estaba mi reserva alimentaria y tomó el otro sándwich. Metió la mano a su pantalón y sacó una pequeña botella de salsa picante y vertió un poco en el sándwich. No pude evitar sonreír.
—Estoy empezado a sospechar que me estas acosando, ¿no eres un asesino o algo así verdad? —Ahogué una sonrisa al comer el ultimo bocado de mi sándwich. Hice una bolita de la envoltura y la puse en la bolsa de plástico.
—¿Acosando? Yo debería preguntarte eso, yo vivo aquí —me dio una sonrisa de lado—. ¿Qué edad tienes?
—Oh, compartiendo información personal ¿verdad? —reí, burlándome—. Un poco tarde para eso, menor de edad, cerveza involucrada, hmm sip —alargué el sonido de la p—, mejor dejemos que exista el misterio. —Saqué el chocolate y lo desenvolví. Tomé la mitad y puse la otra parte que contenía el envoltorio, sobre su mano extendida descansando en su pierna. Cuando me di cuenta que no lo comía, me giré solo un poco, para verlo, y sus ojos estaban analizando el chocolate con el ceño fruncido. —Oh Dios, no es tu enemigo, ¿quieres un pedazo o no?