Fatum

CAPÍTULO CUATRO - Nunca es excesivo si es extravagante

 

 

Logró alcanzarme y me estaba ahogando. Sus manos apretaban mi garganta. No podía respirar. Luché y luché hasta que logré que me soltara. Pero entonces el escenario cambio. El piso se transformó en baldosas en negro y blanco. Las paredes de ladrillos en color cemento se elevaron una por una, rodeándome. En lo alto de las paredes, se formaron vitrales, largos, rectangulares, con forma ovalada en la cima, de arco apuntado. En medio de los vitrales, se apareció uno con forma de flor con tres puntas largas, dentro otras tres y un círculo en el centro, formaban un triángulo. De ella salieron las máscaras de Talía y de Melpómene. Entonces, comenzaron a salir más máscaras de comedia y tragedia con diferentes gestos de los demás vitrales. Empezaron a acercárseme, dando giros a mi alrededor, encerrándome. Toda la habitación estaba oscureciéndose y solo un rayo de luz, desde el techo hacia mí, se veía. De pronto, una sombra cayó con un gran impacto justo enfrente de mí. Su mano calavérica con humo espeso negro se acercaba. Estaba petrificada, quería correr, pero no podía moverme. Su mano llegó a mi cuello, y apretó, más y más, me quedaba sin aire, estaba cayendo…

 

Abrí los ojos de forma precipitada. El sudor corría hacia mi pecho, que subía y bajaba por la acelerada respiración. Me senté en la cama. No importa cuantos años hayan pasado, siempre es la misma pesadilla, una y otra vez. Y cada una de esas veces, sigue aterrándome.

Decidí levantarme para comenzar a alistarme, después de todo, era mi primer día de clases. Quise definir mis rizos para que se vieran preciosos. A mi tía le encantaba peinármelos, y se aseguraba que de que tuviera todo lo necesitara. Pero hoy, me rendí con este a los diez minutos y lo dejé secar al natural. Cepillar, crema para peinar, definición, gel, secadora, aceite… si quedan hermosos los rizos, pero son treinta minutos de camino y aunque me levanté temprano, no tengo tanto tiempo, tan solo en la secadora son mínimo cuarenta minutos.

Me puse un poco de rímel, algo de rubor y un bonito brillo rosa en los labios. Por fortuna, el cardenal ya no se veía, y el cuello podía ocultarlo con algo de maquillaje, en unos cuantos días también desaparecería.

Me vestí con el uniforme escolar, y me vi al espejo. Mi armadura estaba lista.

Camiseta blanca. Blazer negro con un bolsillo de cada lado y el escudo del Instituto bordado en la parte superior derecha. Falda en tela escocesa con cuadros en negro y gris, tableada con la abrochadura al frente, a dos dedos de la rodilla. Calcetas blancas hasta la rodilla. Ballerinas sencillas, lisas y negras. Un par de pendientes pequeños de diamantes falsos adornaban mis orejas.

Tomé la pulsera de plata que me regalaron mis tíos en mis dulces dieciséis, tracé con mi dedo el grabado interno, “La famiglia é la patria del cuore”, (la familia es la patria del corazón), me la puse, usándola como un amuleto de buena suerte. Solo la usare hoy por ser el primer día. Para finalizar, tomé lo último de mi atuendo, una corbata a cuadros negros y grises que hace juego con la falda, y que no tengo ni idea de cómo ponerme.

Me gusta cómo me veo. El uniforme me sienta bien. Mido como 1.62, no soy delgada pero no tengo una barriga abultada. Mi piel blanca lechosa me refleja en el espejo. Los niños solían burlarse, diciendo que soy tan blanca como Casper the Friendly Ghost, pero cuando crecí, el color cambio una tonalidad más oscura, que con un poco de rubor en las mejillas he llegado a apreciar. Y a saber sacarle partido.

Me miré de nuevo en el espejo. Estaba lista para ponerme la máscara de nuevo, pero era honesta al admitir que, estoy más que cansada de hacerlo. Aunque por lo general, en la escuela solo la uso un par de días hasta que todos se dan cuenta que no haré amigos y que no se metan conmigo, en esta escuela deberé hacerlo más de lo normal, es una escuela privada después de todo y si lo que se rumora es cierto, necesitare mi falsa personalidad para combatir a la crema y nata de la ciudad.

Una escuela más, suspiro viendo mi reflejo en el espejo. Con suerte, la última.

Tomé mi mochila y me fui directo a la cocina, pensaba tomar un café e irme, pero fui sorprendida al ver que, mi mamá ya estuviera levantada y con un sándwich y un café esperándome, sé que era para mí, porque el café estaba en un bonito vaso térmico de Harry Potter.

Mi bonito vaso térmico de Harry Potter.

Siempre que intentaba animarme, me alimentaba. Y bueno, es mi mamá, todavía disfruto cualquier tipo de atención que me brinde.

Triste pero cierto.

Comí el sándwich en tres bocados, tomé el vaso y el primer trago me supo a gloria.

Café italiano.

—¿Tienes todo listo Lenny? —me preguntó.

—Si mamá, aún tengo dinero, el tanque está bastante lleno y estudié como llegar. Estaré bien, gracias por el desayuno.

—Disfruta tu primer día y asegúrate de anotar las actividades extras primero, se agotan demasiado pronto las mejores.

—Si mamá. —Me dirigía a la puerta cuando sentí que tomaron mi brazo deteniéndome.

—Dame eso. —No sabía de qué hablaba hasta que tomó la mano en la que tenía la corbata—. Este es el nudo simple. —Levantó el cuello de mi camisa y pasó la corbata por encima, alrededor de los hombros hasta tener una punta de cada lado—.  ¿Ves este extremo que esta más ancho? Lo vas a colgar de esta manera…




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