Fatum

CAPÍTULO SEIS (Parte dos) - Odisea de fiebre

Unas voces lejanas me despertaron.

Despertar sin saber dónde estaba parecía la acción de moda. Recordé casi de inmediato, el ultimo evento antes de desvanecerme.

El chico de la colina me sacó de la escuela y me cargó.

También le dije que estaba ardiente, pero lo que sea.

No tenía la suficiente energía para preocuparme por eso.

Por cómo me siento, creo que fui atendida medicamente, o al menos mejor atendida que ayer en la noche.

Estaba acostada de lado y tenía una almohada en el cuello y otra en la parte superior de la espalda. Las sábanas negras donde estaba acostada y la que me cubría, eran la mejor sensación que había sentido, no sabía que tipo de material era, pero se sentía demasiado suave, fresco pero acogedor. Notaba un sabor mentolado en mi boca, y en mi mejilla había algo cremoso. Una pomada tal vez.

También reparé en que no llevaba puesto mi uniforme, tenía una camiseta enorme que me cubría debajo del trasero. Aún llevaba bragas y eso fue suficiente para no alarmarme.

Vi mi teléfono en la mesita de noche frente a mí y la luz de notificación estaba parpadeando. Pude alcanzarlo con estirar mi brazo solo un poco sin mover el cuerpo y en ese movimiento pude apreciar, que llevaba puesto un parche en la muñeca.

La notificación era el mensaje de mi mamá, que ignoré más temprano.

Mamá: Lenna, en el fondo sabes que estuviste mal, y sabíamos lo que pasaría cuando vimos el auto. Gracias a Dios que tu hermana intervino por ti cuando le contestaste. Deberías agradecerle dándole las llaves del auto y nos evitaremos más problemas. Por favor ten cuidado y regresa pronto, te quiero Lenny.

Ay mamá. Yo también te quiero. En el fondo no era mala, pero estaba demasiado condicionada a la violencia, a la situación, a Frank. Le tiene puestas las garras hasta el fondo. Solo puedo reprocharle no tener suficiente carácter para salir de donde esta. Tal vez a estas alturas, ni siquiera eso.

Algunos dirían justificación, yo digo necesidad, una abominable necesidad de que exista una explicación para los actos de mi madre. Por otro lado, ahora que estoy casi en el final, me pregunto si debí intentar escapar antes.

Las voces inteligibles se elevaron, y justo cuando estaba recargada sobre un codo para levantarme, la puerta de la habitación se abrió. Sus ojos azules vieron directo a los míos, como lo habían hecho desde que lo conocí. Con fuerza, el alfa mostrando su dominación.

—Chico de la colina —susurré.

—Lenna. —El tono bajo y ronco de su voz inundó la habitación.

—¡Aleksander! —Un grito femenino fuera de la puerta me regaló el nombre de mi aparente salvador—. ¡Aleksander Ivankov!

Aleksander cerró los ojos y apretó el puente de su nariz. —Enseguida vuelvo, no te muevas, descansa. —Y cerró la puerta después de salir de la habitación.

Volví a acomodar mi cuerpo en las deliciosas y suaves sabanas. Tan bueno, tan segura.

Debería irme, no es correcto estar en la casa de un extraño, me dije a mi misma para no sentir culpa mientras me relajaba en las exquisitas sabanas.

Aleksander, pronuncié muy bajo, su nombre desenrollándose en mi lengua.

Me perdí en el sueño, con su nombre y una sonrisa en mis labios.

Cuando volví a despertar, lo primero que noté es lo bien que me sentía. Bueno, mejor que como desperté este día. Los músculos todavía dolían, pero mi cabeza no zumbaba y ya no me sentía caliente.

Lo segundo fue Aleksander, que estaba sentado en un sillón frente a mí.

Dormido.

Aproveché para ver a detalle su rostro, y aunque estaba dormido, no pude evitar ruborizarme por la inspección. Su postura se veía tensa. Su cabello negro caía sobre su frente, despeinado, como si se hubiera pasado la mano varias veces. Sus ojos estaban cerrados, deseaba ver el azul que me ha quitado el aliento tantas veces. Y como si fuera un deseo sus ojos se abrieron, claros, sin confusión, directo a mí. Llenándome con algo que no sabía explicar.

Nos quedamos un momento así, solo viéndonos, no estoy segura de haber parpadeado.

—¿No estabas dormido verdad? —No contestó, solo me vio. Le di una pequeña sonrisa—. No iba a arrojarme hacia ti, —recordé de inmediato, cuando si me arrojé hacia él, y el color lleno mi rostro—, bueno, ahora no hubiera sido tan rápida. —Eso detonó algo en él, porque en un parpadeo estaba en el sofá y al otro estaba sentado en la cama, más cerca de mí.

—¿Quién te lastimó? —Su pregunta fue dominante, exigía respuesta.

Yo no podía dársela.

Sentí tensarse todo mi cuerpo. Bajé mi rostro a mis manos. Este precioso chico de la colina ya me había visto vulnerable dos veces. Y las dos veces ha creído que puede hacer algo.

Sentí su mano tocar una mejilla de mi rostro, y con una extraordinaria suavidad, levantó mi cara hacia él.

—Lenna… —sonó como un suspiro, amaba mi nombre saliendo de él.

—Aleksander —susurré. Si se sorprendió de que supiera su nombre, no lo demostró.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.