Mas tarde, con mi uniforme puesto, estaba sentada en el copiloto de mi escarabajo. Aleks insistió en llevarme y acepté siempre y cuando me dejara a una prudente distancia de mi casa. El no preguntó porque, pero estuvo de acuerdo, y yo agradecí por eso.
No puse atención en el camino. Estaba un poco nerviosa de estar demasiado cerca de casa y que alguien pudiera vernos. Este auto es demasiado llamativo.
—Este auto llama demasiado la atención ricitos —pronunció Aleks.
No es tan importante corazón, solo una coincidencia de la que muchos creerían lo mismo.
Un pensamiento lógico.
Teniéndolo al mismo tiempo.
Ignoré eso.
—Una muy querida tía me lo regaló por inicio de clases, ella está consciente de que no es mi color favorito, pero se empeñó en ello porque es mi último año. Supongo que fue su, intento de ayuda para facilitarme el transporte, tener amigas, darme libertad, o solo quiso dármelo… —sonreí—, en ese color.
—¿No tienes amigas?
—No. —Eso salió con un tono demasiado brusco, golpeado. Traté de quitarle lo rudo—. Nos mudamos muy seguido, y no tenía caso encariñarme, además, —suspiré—, no confió en casi nadie, y bueno, no soy… —uní mis manos toqueteando mis dedos— la clase de chica que… las chicas buscan para hacer amigas.
—¿Qué clase es esa? —Su pregunta sonó honesta. Pero no puede evitar rodear mis ojos.
Es obvio. Decirlo era un poco humillante.
—Bueno, ya sabes, esa chica. Con maquillaje costoso, con ropa de marca corta y sexy, a la moda. La que busca novios, fiestas. La que se integra en grupos para hacer tareas. No sé, la que va de compras. Divertida, disponible, mmm… alegre. Esa clase de chica.
—¿No te gustan esas cosas?
—En realidad, no. Bueno no las fiestas, y no tengo suficiente dinero para las compras. —Volteé a ver la calle a través de la ventana. —Las otras cosas, son complicadas. Por, bueno, por cómo es la situación en casa, y la verdad —suspiré con profundidad— las amigas quieren tiempo, hacer planes, visitar tu casa, si no se los das, ellas, bueno, creen que no te importa, empiezan a hablar a tus espaldas, te molestan en los pasillos y te dicen cosas hirientes en venganza por que creen que las has ignorado, o que te crees mejor que ellas, y después resulta que, aunque te esfuerces, nunca fueron tus amigas, ya no hay… nadie en quien confiar, el sentido de la lealtad ha muerto.
Fue inevitable recordar en ese momento, las veces que había intentado encajar, y fallando en el acto. Ellas tenían razón en abandonarme, que es una amiga después de todo si no puede estar cuando la necesitan.
—Me gusta que seas diferente. —El comentario de Aleks tiñó mis mejillas, pero lo que me asombró fue, que le creí.
Y se sintió bien.
No volvimos a hablar hasta que le pedí que se detuviera porque estábamos cerca. Metió el coche en un excedente de terreno bastante discreto. Salimos al mismo tiempo del auto. Cuando nos encontramos a mitad del escarabajo, nos quedamos frente a frente.
Puso un rizo detrás de mi oreja y movió sus ojos a los míos. —Me encanta tu cabello.
—No parece, siempre estas ocultándolo detrás de mi oreja. —Respondí, con mi pulso acelerado.
—Es solo un pretexto para tocarte —replicó.
Latido, latido.
No necesitas un pretexto. Me tragué eso.
—¿Una verdad? —Preguntó, me sorprendió solo un poco que fuera el quien preguntara, pero asentí rápido y esperé a que el hablara primero.
—Creo que me gustas Lenna —declaró, el “creo” que utilizó, perdido en la certeza de su expresión.
Latido, latido, latido, latido, latido.
—Creo… —el rubor lleno mi rostro—, que tú también me gustas.
Se acercó con lentitud, viéndome a los ojos. Sentí la pregunta mientras su rostro bajaba al mío, le di mi consentimiento sin pronunciarlo, cerrando mis ojos. Me besó de manera muy tierna. Tan solo un roce en mis labios, tan dulce. Cuando estaba por alejarme, le dio un mordisco a mi labio inferior.
Si, como que eso encajaba en su personalidad.
—Ten mucho cuidado Lenna.
—Si —susurré y me subí al auto.
Había una bolsa transparente con medicamentos, lo que parecía unas vendas, bebidas hidratantes y una nota donde estaba sentada hace unos minutos. Miré por el parabrisas a Aleks y el solo me veía con atención. Le di una leve inclinación de cabeza y pronuncié un insonoro gracias.
Cuando llegué a casa, el auto de Frank no estaba a la vista, pero sabía bien que eso no significaba que él no estuviera dentro de la casa. Tenía la costumbre de estacionarlo cerca para sorprendernos cuando llegaba. Tomé la bolsa y oculté la nota en la manga de mi chaqueta.
Caminé poco a poco y cuando estuve frente a la puerta, esta abrió muy rápido. Un déjà vu me atemorizó, acelerando mi respiración, hasta que mi mamá apareció en el portal.
—Lenny, como estas, ¿aún te duele? Te preparé algo delicioso para que te sientas mejor, vamos, vamos, pasa —entré, me guío directo a la cocina y me sentó en el desayunador, ella no dejaba de hablar—, Frank, estoy segura de que siente lo que paso Lenny. Es de comprender, mi hermana siempre hace diferencias entre tu y Ainsley, ¿te imaginas como se sintió tu hermana cuando vio el coche? Por eso Frank reaccionó de esa manera. Así que olvidémoslo ¿de acuerdo?