Me apresuré a salir de la casa para no toparme con nadie. Iba a llegar demasiado temprano a la escuela, pero podía esperar en el estacionamiento. A que las clases comenzaran, no estaba esperando a nadie. Nop.
Cuando me dirigía a mi autonombrado lugar, vi que el jeep de Aleks ya estaba ahí. Me dio una sensación nerviosa y la reprimí.
O fingí que la reprimí.
Me estacioné y tomé mi celular, pretendiendo que estaba ocupada con eso. De pronto la puerta del copiloto se abrió y Aleks estaba sentado en ese asiento. Solo me quede ahí, mirándolo con la boca abierta. Por fin me vio y una esquina de su labio se levantó. Elevó su mano y uso su pulgar para cerrarme la boca, después de pasarlo por mi labio inferior.
—¿Estas mejor? —Su ronca voz rompió el silencio. Solo asentí, porque no quería interrumpir las sensaciones que estaba sintiendo—. Bien —dijo.
Tomó mi mano, alternando entre apretones suaves, y caricias con su pulgar en el dorso de ella. Su toque, me tenía de alguna manera, relajada pero ansiosa.
Nos quedamos en silencio hasta que los autos comenzaron a llegar, le dio un beso a mi mano. —Te veo más tarde, hermosa. —De pronto abrió la puerta y lo vi correr a su auto.
Salí del mío cuando el maratón de latidos se regularizó y me dirigí a la cafetería por mi dosis de café. Cuando llegué, también me acerqué por un burrito y me senté en la mesa escondida.
Una sombra se asomó en la mesa. Levanté el rostro y el chico guapo al que le aplasté las nueces estaba frente a mí. Mi ceño fruncido debió mostrar mi confusión, porque habló antes de que yo dijera nada.
—Hola, yo solo quería… —colocó su mano detrás de su nuca, estaba ruborizado por completo— bueno, disculparme. Se que fui un tonto y yo, bueno… —tartamudeó— eso, disculparme.
Su aspecto fue algo lindo, así que asentí sin quitarle la vista de encima, porque era lindo pero desconocido.
Si tan solo mis instintos funcionaran con cierto chico rudo de ojos de hielo.
—Bien, entonces, supongo que te veo por ahí.
Fingí una sonrisa, asintiendo de nuevo. El chico se dio la vuelta y se marchó. Bueno.
Después tiré toda la basura y me dirigí a mi primera clase.
Busqué un asiento hasta el fondo y me acomodé. Algunos empezaron a llegar, y aunque se me quedaban viendo o me daban miradas de reojo, nadie me hablo. Mejor.
Pero entonces, una chica, que se veía demasiado joven para estar en esta clase, con el cabello rubio caramelo, unos ojos azules que me resultaban un poquito familiares y con lindas pecas alrededor de la nariz, se sentó enfrente de mí. Giró su cuerpo en mi dirección y se presentó.
—Hola Lenna, soy Tatiana. —No me dio su mano, pero si me sonrió. Estaba por sonreírle cuando algo me alertó.
—¿Cómo sabes mi nombre?
Dio un resoplido. —Chica, es obvio que toda la escuela sabe tu nombre —bajó un poco la voz y se acercó hacia mí—. Todos se están preguntando que hacen tus padres como para que te admitieran aquí. —Recordé mi primera interacción con unas estudiantes, así que le creo—. No ha habido ningún nuevo en ningún grado desde hace dos años. Y esos son, por así decirlo, los de primero, de nuevo ingreso. Así que eres la novedad.
—Oh, que halago. —dije con sarcasmo en mi voz.
Ella levantó una ceja y con una sonrisa me dijo—: Oye, me agradas. Espérame para comer juntas.
—¿Por qué? —contesté confundida.
—¿Por qué no? —devolvió. Un sonido de su teléfono interrumpió cualquier cosa, llegó una profesora y se acomodó en su silla.
La profesora era una mujer bajita, de piel trigueña, curvilínea, traía un vestido gótico rojo sin mangas, con un corse halter de encaje. Su maquillaje era muy discreto, no parecía ser mucho mayor que yo.
Al instante me agradó.
—Bien niños y niñas atención. —Dio una mirada con malicia divertida al salón y dejó su vista en mi un segundo más—. Este año, un gran porcentaje de su calificación para esta asignación será la entrega de un ensayo final —un gemido colectivo la interrumpió, pero ella solo sonrió—. Si, si, y se pone mejor. Recibirán un correo con las indicaciones muy, pero muuy detalladas. Cada una agrega o quita un punto. Recomiendo que comiencen pronto, no lo dejen para último, porque mis queridos… —unió sus manos al estilo Mr. Burns—. No hare ninguna excepción, recuerden esto, por eso les aviso con anticipación. Ahora bien, supongo que todos tienen una copia de Crónicas Marcianas de Ray Bradbury que pedí en el plan de estudios este año, y supongo que todos lo revisaron.
Otros gemidos lamentándose se unieron en respuesta junto con algunos ¡No! ¡Ay señorita Carter! Pero se sentía la diversión en el aire.
—Hagamos un trato. —Todos se callaron—. Ignoraré su, falta de atención si, —recorrió su mirada por todo el salón—, si el próximo viernes me entregan un ensayo de… ¡10 páginas!
Un chico de cabello puntiagudo se levantó de su asiento y gritó—: 7 paginas
La profesora replicó. —8.
Una chica de lentes, riendo vociferó—: ¡5 páginas profesora!