Mamá: Lenna, por favor ve a la panadería y trae más de ese pan de la última vez.
Estaba por llegar a casa y di vuelta para ir a la panadería. Compré las mismas piezas de la última vez y agregué un croissant de jamón y queso para más tarde.
En el cristal de una ventana, había un letrero de vacante para un empleo. Cuando le pregunté al encargado el horario, mencionó que eran cuatro horas por la tarde. Le dije que volvería con permiso y salí del lugar con un plan en mis pensamientos.
Cuando llegué a casa, dejé el pan sobre la mesa y me fui a mi habitación. Me quité el uniforme y me puse algo cómodo. Estaba recostada, mirando al techo, recordando todo lo que paso.
Prepárate Lenna, porque hoy te he reclamado, y cuando regrese, todos sabrán que eres mía.
Suya. Que ridículo.
Yo soy mía.
Él es tan, tan cavernícola.
Pero rio mientras doy vueltas en la cama.
Mas tarde, estaba sentada en el comedor durante la cena, escuchando el parloteo de Ainsley sobre un viaje escolar. Cuando ella terminó con su charla, y todos estabamos en silencio durante un rato, aclaré mi garganta para hablar.
—Me gustar… —corregí—, ¿puedo permiso para obtener un empleo? En la panadería, a tres cuadras de aquí hay una vacante.
Silencio, silencio.
—¿Cuándo fue a la panadería? —preguntó Frank, la pregunta estaba destinada para mí, pero no se me reconoció. No es que importe.
—Hoy saliendo de la escuela, le pedí ese pan de crema que tanto te gustó querido —le contestó mi mamá.
—¿Para que necesitas el trabajo? —Esta vez, Frank se dirigió hacia mí. Pregunta estúpida, por dinero, es obvio.
No respondí eso, claro.
—Las actividades en la escuela durante las clases y las tareas son por medio de una computadora —pausé para tomar aire. Después de todos estos años había perfeccionado mis respuestas, si necesitaba algo, nunca era algo que yo quería, era una necesidad para un plan mayor—. Necesito comprar una para no bajar mis calificaciones, y ya me han llamado la atención hoy por no llevar una, —aquí viene el riesgo—, y para comprar gasolina y materiales que piden en la escuela.
Lo del final era mentira, lo último que hacían en la costosa escuela en la que estaba, era pedir materiales, pero fue para amortiguar lo de la gasolina, y el recuerdo de mi rosado escarabajo.
Claro que, podría comprar la computadora con la tarjeta de la tía Eleanor, pero si era descubierta, eso llevaría a preguntas sobre de donde la saque, y eso sería tonto y peligroso. Para mí. Además, necesitaba gasolina y no podía aparecer como magia en mi auto sin explicación.
Dos pájaros, un tiro.
—Te daré una tarjeta para gastos. Tendrá un límite, será mejor que no lo cruces —exclamó, con la amenaza latente.
Estaba tan conmocionada, tenía la boca muy abierta, que salí de mi estupor hasta que mi mamá me apretó la pierna. —S-si —tartamudee—, gracias.
Si bien, nunca me ha faltado techo ni alimento, en sentido estricto, toda mi vida he vivido con limitación de cosas materiales. Y cuando he tenido algo bonito y que no fuese de vital importancia, ha sido pasado a Ainsley. Y mientras que mi hermana ha sido consentida desde que nació, nunca he envidiado las cosas que ha tenido. Yo tenía los maravillosos y seguros veranos con mis tíos. Pero ella obtuvo una tarjeta a los doce años, yo jamás espere tener una.
No de él.
El sonido de los cubiertos retomó, y un solo pensamiento cosquilleo mi cerebro.
No hay manera en el infierno que Frank tenga remordimientos por su última paliza. Nunca los ha tenido antes. Él no quiere que trabaje, y por supuesto que no es por cuidarme. Toda mi vida me ha gritado que soy una molestia, una carga, y reclamos sobre mi manutención. Pero antes no necesitaba un gasto grande como una computadora. ¿Por qué no quiere que trabaje? Y más aún, ¿por qué darme una tarjeta de gastos en vez de solo el dinero para el equipo?
Algo no se siente bien, pero terminé ignorándolo. Directo a la papelera de mi cerebro.
Después de todo, fue una victoria.
Usé toda mi fuerza para tragarme una sonrisa.