Fatum

CAPÍTULO ONCE (Parte uno)- Todos pueden ser amados, ¿pero pueden ser dignos de ese amor?

Los días pasaban y no había tenido ningún tipo de problema. Frank ni siquiera revisó la nota de compra de la computadora. Las clases estaban yendo bien, sobre todo el italiano. Pasaba el tiempo con Tatiana, y para ser honesta me encantaba, a pesar de la pequeña diferencia de edad, era muy entretenido estar con ella, y actuar como dos amigas normales.

Pero a pesar de eso, me sentía sola, y vacía.

Lo extrañaba, no había recibido un solo mensaje en todos estos días. Yo tampoco le había enviado, pero, si el me extrañara, o me recordara, o algo, el me escribiría, ¿no?

<<Te dijo que era probable que no podría>>. Lo que sea.

Es curioso como siempre he estado sola, pero este anhelo que estoy sufriendo por él, es porque lo conozco, porque ya he saboreado su presencia.

Esa parte desconocida en mí, solo existe cuando estoy con él.

Estaba un poco desanimada cuando entre a la cafetería. No había quedado con Tatiana para almorzar, así que me dirigí por un café, y tomé unas galletas con chispas de chocolate.

Decidí sentarme en una mesa diferente esta vez. Le di un trago a mi café, cuando el chico deportista se detuvo en mi mesa, viéndome con una sonrisa infantil.

—Hola Lenna. —Saludó con una mano y una tímida sonrisa.

—¿Hola? Hmm… —No tengo ni idea de cuál es su nombre, lo he estado llamando chico deportista en mi mente.

—Soy Charlie.

Y tenemos un nombre. Me le quedé viendo, esperando que me dijera que quería, sus ojos se abrieron un poco y sus mejillas se tiñeron de rojo. Confundida, solo me le quedo viendo un poco más.

—Bueno, yo solo… quería decir hola, y… y —tartamudeó, seria lindo si estuviera de humor—, y quería, quería saber si te gustaría…

Aproveché que se distrajo con algo, para darle una mordida a mi galleta, y fue cuando noté que un silencio penetró en la cafetería. Un familiar cosquilleo en la nuca me erizó la piel y levanté mi cabeza con brusquedad, buscándolo.

Aleksander, todo imponente, caminaba atravesando la cafetería como si estuviera en una pasarela. El mundo era suyo y todos lo sabíamos. Nuestros ojos se encontraron, nunca abandonándose, había un magnetismo entre nosotros, que desafiaba cualquier razón, cualquier lógica. Mi corazón latía demasiado rápido y todo a mi alrededor fue olvidado, excepto el. Con cada paso más cerca, una energía revitalizante se impulsaba dentro de mí.

Al fin, se detuvo en la mesa, una esquina de su boca elevándose con sensualidad, diversión y anhelo, sus ojos prometían dulces problemas. Aún tenía la galleta en la boca, cuando ahí, en medio de la cafetería y frente a todos, se inclinó hacia mí, y le dio una mordida a mi galleta.

A mi galleta.

Que aún estaba en mi boca.

Si el silencio pudiera ser aún más silencioso, ese sería el momento.

Después, miró a chico deportista, Charlie, y le gruñó: —Largo. —Acto seguido, el pobre muchacho se fue más rápido que un parpadeo. Aleks tomó una de las sillas, se sentó, y engancho sus dedos a mi silla, arrastrándola hacia él, el sonido resonó por toda la cafetería. Colocó su brazo a mi alrededor y besó la esquina de mi boca. —Hola moya Luna, ¿me extrañaste?

Sentí una calma inundarme, como si por fin pudiera respirar de nuevo en el momento que mis fosas nasales olieron su aroma. Mis ojos comenzaron a brillar. Antes de hacer el ridículo, tragué el restante de la galleta, respiré profundo y bebi de mi café.

—También te extrañe, Lenna —musitó.

Levanté mi rostro y miré que todos seguían observándonos. Me tensé. Pero entonces, Aleks volteó a verlos, y todos regresaron a lo que estaban haciendo. Con el toque del cotilleo sobre nosotros, por supuesto.

Tomó mi mano y nos sacó de la cafetería. Entramos al aula de siempre, y todavía no estaba recargada en la pared, cuando él ya estaba atacando mi boca.

Blyat —decía entre besos—, joder Lenna, como te he extrañado. —Cuando su lengua tocó la mía, pronunció un gemido gutural profundo, su beso era desordenado, desesperado, sus manos se apretaron en mis caderas, pegando mi cuerpo al suyo—. Dios, quiero consumirte, —comenzó a darme besos en el cuello—, ¿me extrañaste nena? Dime, dime que me extrañaste.

—Lo hice —dije con mi respiración entrecortada, retiró su boca de mi cuello para verme a los ojos, y levante mis manos para sujetar su rostro—, te extrañe Aleksander. —Lo hacía, ya no me importaba nada, solo él.

—Joder. —Y volvió a besarme.

Después de varios minutos, desaliñados y con los labios hinchados, estábamos en el suelo. Él estaba sentado, recargado en la pared, y yo estaba en su regazo. Las clases olvidadas. No me importo. Se sentía tan bien estar así. Era verdad cuanto lo había extrañado, pero fue justo en ese momento, cuando me encontraba entre sus brazos, que me di cuenta que el anhelo era demasiado grande. Como si algo hubiera regresado a mi cuerpo y estuviera completa de nuevo.

Besó la cicatriz en mi muñeca y jugueteó con mi cabello, mientras me pedía que le platicara lo que había hecho, como me sentía físicamente, y le compartí que Tatiana me obsequio una laptop, y que los golpes ya casi no se veían.




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