Fatum

CAPÍTULO DOCE (Parte uno) — Puré de rubias a la Lenny

Mi llegada a la escuela al día siguiente no fue como lo esperaba. Para empezar, llegaba tarde, porque el auto de Frank no me dejaba salir, tenía que esperar hasta que se fuera, para no solo no topármelo, si no que pudiera subir a mi auto.

Y lo peor de todo, no he podido tomar mi dosis sana y necesaria de café.

Llego a la segunda clase cuando la profesora Jones estaba cruzando la puerta, me vio detrás de ella y me sonrió con gentileza, inclinando su cabeza en señal de que podía entrar.

Había un lugar disponible detrás de Tatiana, quien estaba absorta en su computadora. Cuando estoy cerca de ella, levantó su rostro y me sonrió, como si me hubiera visto llegar.

—Bien clase, atención, entonces vimos que Daisy y Tom Buchanan…

Cuando nos dirigíamos a la cafetería, Tatiana se separó para ir al sanitario, y yo me dirigí a la barra de café, salivaba por un frappé doble chocolate. Apenas había dados unos pasos en esa dirección, cuando un trio de rubias en diferentes tonos y una morena, se interpusieron en mi camino.

—Letty, ¿cierto? —Una de las rubias me mostró una sonrisa condescendiente y malvada, con todos sus dientes blancos y perfectos expuestos. Rubias 2 y 3 junto a morena, soltaron una risa estridente y chillona. Todas me parecían conocidas, lo más probable, de la escuela. Dejé el pensamiento para concentrarme en rubia 1.

—Casi aciertas, me siento un poco avergonzada, yo no tengo ni idea de quién eres tú. —Todas dejaron de reír de golpe, pero podría jurar que morena levantó un poco los labios.

—Yo soy la reina de esta escuela… —No pude evitar el resoplido que escapó de mí, interrumpiendo el discurso infantil de rubia, me sentía como en una de esas películas, solo que no sabía que querían estas rubias de mí—. Oh, disculpa, no sabía que hacían el baile de rey y reina aquí.

No lo hacían, lo investigué antes de mi primer día.

Rubia 1 entrecerró sus ojos hacia mí. —Mira chica nueva, solo una justa advertencia, entre chicas debemos cuidarnos sabes, —seguía mirándola perpleja, y ella echó su cabello rubio detrás de su hombro—, disfrútalo mientras puedas, al final siempre regresa a mí.

¿Qué?

—Siempre. —Rubia 3 dio su valiosa opinión. Pero entonces entendí lo que quería decir, y un flashback de mi primer día de clases paso por mi mente.

 

Había unas cuantas personas enfrente haciendo fila, así que me formé. Veía varias máquinas y expositores con todo tipo de panecillos, sándwich, y galletas.

Un grupo de chicas estaban cotilleando sobre alguien, al parecer un Dios entre los hombres.

—Lo sé, está más bueno cada año.

—Este año no me escapará..

—Yo solo quiero repetir, y le dejaré hacerme lo que sea que quiera, jummy.

—¡Zorra!

—Dicen que Ashley volverá con el de nuevo, aunque todos saben que él fue quien la abandono.

—Y a quien le importa si vuelven, no es que él le haya sido fiel alguna vez…

 

… una rubia con enormes tetas y un distorsionado uniforme escolar estaba encima del capo de un auto, y tenía un megáfono en una mano. —¡Fiesta anual de regreso a clases en mi casa, ocho pm!

 

Oh. Rubia 1 debe ser la tal Ashley. Y ella, ella era la rubia que vi colgada de Aleks el primer día. La compresión debió verse en mi rostro, porque su sonrisa amenazante volvió.

—Que te lo sepas, que no demorará. —Dio dos pasos para estar más cerca de mí, solo unos tres pasos no separaban ahora. No me moví—. La verdad es que, no sé qué te ve, eres… demasiado… grande para sus gustos, y bastante simple, si entiendes lo que quiero decir.

Gorda. Me estaba llamando gorda y fea. No, estaba tratando de insultarme solo porque mi cuerpo no era un palillo.

—Deberías de perder todo ese peso, —oh Dios, quería abalanzarme y arrancarle sus extensiones rubias—, solo para ser más saludable. —Me dio una repasada—. Aunque no creo que te sirva de mucho, bueno, si te operaras la nariz… —soltó una risa burlona—, incluso operándote el rostro, bueno, la verdad, es solo que, no eres su tipo, cariño, solo soy honesta.

Di dos pasos hacia ella, moviendo mis caderas. Solo nos separaba uno. Copié su movimiento y le di una repasada, cuando llegué a su rostro, extendí una mordaz y falsa sonrisa.

—Oh, lo entiendo, cariño —agudicé la voz para que sonara como un chillido—, pero sabes, no tengo un problema de obesidad, me encanta mi cuerpo, adoro como siempre rellena de forma adecuada la ropa y no tengo que hacer modificaciones vulgares para lucirla, adoro como mis curvas sobresalen sin que tenga que preocuparme por realizarme alguna cirugía, si entiendes lo que quiero decir —chillido—,  y si tuviera un problema o enfermedad por obesidad, no es tu trabajo señalármelo, es solo que —chillido—, soy yo quien se mira en el espejo a diario, así que, además de inútil, tu preocupación es innecesaria.

Abrió la boca para responder, pero levanté mi palma, callándola. Aún no terminaba con ella.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.