Las máscaras de comedia y tragedia me perseguían por el camino de cuadros blanco y negro. Estaban alcanzándome y no podía permitirlo. La oscuridad estaba cerrando todo alrededor, y casi sentía su mano en mi garganta, entonces, una nube mentolada me rodeó. “Te tengo”, susurró. La amenaza se acobardó con las dulces palabras de la nube. “Estas a salvo”. La oscuridad no se fue, pero me sentí segura con la nube protegiéndome. “Nada te hará daño, descansa”.
Un delicioso y cálido aroma me envolvía. Me acurruqué más a esa calidez, tibio y duro debajo de mi mejilla. Froté mi cabeza contra mi almohada, queriendo sentir más ese calor reconfortante. Mi cama se estaba moviendo hacia arriba y hacia abajo.
Raro.
Un momento, las camas, no se mueven.
Abrí los ojos muy rápido. Me topé con un firme y musculoso pecho, muy, muy desnudo, e identifiqué la causa de mi reconfortante calidez. Unos fuertes brazos me tenían rodeada. Alejé mi rostro un poco para ver alrededor. Los rayos del sol atravesaron las rendijas de las cortinas y me tensé de inmediato.
Me quedé dormida.
No llegué a casa.
Estaba por hiperventilar cuando una voz ronca me distrajo. —Tu madre cree que estas con una amiga.
Pero, ¿qué? ¿Cómo? Intenté desenredarme para revisar mi teléfono, pero sus brazos me estrecharon. —Cinco minutos más y…
Una luz roja iluminó todo el techo de la habitación, Aleks se levantó de inmediato, alerta y ágil, tomó algo de su mesita de noche, pero no pude ver que era porque su cuerpo lo cubrió. —Quédate aquí. —Su dominante orden detuvo lo que sea que fuera a preguntar, el tono de voz que uso, fue uno que jamás le había escuchado. Me vio dos segundos, con algo parecido al arrepentimiento y salió de la habitación.
Una oleada nerviosa me atravesó, pasaron unos minutos y el sonido de notificación de mi teléfono me hizo brincar. Revisé y tenía un mensaje de Aleks.
MI NOVIO: Nena, todo está bien, ven a la cocina.
Curiosa y confundida, nada sorprendida por el nombre de contacto, bajé de la cama y me puse mis Chuck negros. Cuando quede inconsciente, Aleks debió quitármelos. Me ruboricé un poco pensando en los besos de ayer.
Cada vez se sentían más intensos, tenía la intención de avanzar más, pero todavía no me sentía lista para eso. El tiempo en que he estado con Aleks no es el mismo del que, se siente al real. Es como si, lo conociera desde siempre. Aun así, quería esperar un poco más para continuar a cualquier cosa.
Salí de la habitación y freneé en seco cuando llegué a la cocina.
Ivan, Kirill y Aleks estaban sentados en el desayunador, Tatiana estaba admirando la máquina de cappuccino, y de pronto, los ojos de todos estaban viéndome.
Un montón de tonos de rojo debían estar en mi cara.
Oh Dios, lo que deben estar pensando.
Trate de alisar o acomodar mi cabello con la mano. Quería fingir que no le daba importancia, pero sentía mucha vergüenza. No es que hubiera hecho algo malo, pero, aunque no entendía porque, me encontraba avergonzada, queriendo escapar. Estaba por darme la vuelta y correr cuando sentí que tomaron mi mano.
Aleks. Tomó mi rostro con su mano libre y depositó un ligero beso en mis labios. —Estas hermosa. —Beso en la nariz—. Vamos.
Me llevó de la mano hasta el desayunador, y me tomó de las caderas para colocarme en una silla.
Todos nos quedamos en silencio, sentados. Pero déjale a Tatiana quitarle lo incomodo a una situación.
—Lenny, siento mucho si te asusté, —se aclaró la garganta—, suelo revisar por sorpresa su sistema de seguridad, —su pulgar señalo a Aleks—, no tenía ni idea de que iban a estar… —se ruborizó y sus ojos se agrandaron—bueno que estarían haciendo… —se cubrió la boca con sus manos— Oh Dios…
Si, oh Dios.
Ivan estaba serio igual que siempre, pero Kirill movía su cabeza viendo entre nosotras con una enorme sonrisa. Juro que solo le faltaban las palomitas de maíz. —O, lo que no estarían haciendo —contestó el, riendo.
—Otra vez, ¿qué haces aquí? —gruñó Aleks.
—Oye, se dice en las calles que tienes una excelente máquina de café por aquí. —Kirill señaló con su cabeza a la pequeña área de café.
Aleks negó con la cabeza, apretando el puente de su nariz, después su mirada se centró en el más serio de los tres, quien también lo vio a los ojos, y luego de unos segundos, Ivan se encogió de hombros. Y ya.
Aleks se pasó la mano por su cabello, y giró su cabeza para ver a Tatiana. Ella le frunció el ceño. —Sistema. De. Seguridad. —Soltó una sonrisa tierna—. También quiero de ese café.
Todos reímos.
—Oye Lenna. —Kirill, con una infantil y divertida sonrisa, me preguntó—: ¿Has probado las salchichas de Sasha?
Rojo por todo mi rostro. De nuevo. Kirill y Tatiana se estaban esforzando por no carcajearse, pero no lo estaban consiguiendo.
—Por Dios —gruñó Aleks y con eso las carcajadas explotaron.
—Me refiero… a las salchichas a la parrilla que prepara —reía Kirill—, aunque no lo parezca Lenna, aquí mi chico, sabe cocinar.