Fatum

CAPÍTULO CATORCE - El helado es la cura no científica de todos los dolores

Las semanas pasaron como un borrón y las primeras lluvias invernales llegaron a la ciudad, con la primera semana de diciembre. El frio comenzaba a ser demasiado helado y las nubes no abandonaban los cielos.

Entre las actividades y proyectos de la escuela que debían entregarse antes de las vacaciones de invierno, los estudios para los exámenes, mi constante evasión hacia Frank, y las escapadas con Aleks, apenas había pensado en el plan.

Mi plan está demasiado cerca, tan solo unos días, ya casi podía sentirlo.

Gracias a Tatiana, el fondo monetario de mi plan había aumentado con rapidez, no era una gran cantidad, pero si serviría para mis planes iniciales.

Pero hay algo que no sé cómo encajará, hasta que llegue el momento.

Aleksander.

Hemos tenido una especie de rutina. Nos vemos cuando podemos después de la escuela, que es cuando Frank no está en la ciudad, lo que últimamente ha sido, demasiado seguido. Claro que son estupendas noticias para mí, pero ha sido muy extraño.  Ha estado tan distraído con sus asuntos, que llega tenso, molesto a la casa, pero no remata con nadie como suele hacer, creo que es porque no dura lo suficiente en casa, apenas da unos pasos cuando vuelve a marcharse.

Aleks también sale de viaje, no demasiado, y cuando regresa, es como una erupción que ha estado detenida, hasta que me encuentro en sus brazos. Entonces siento que mi hogar ha regresado.

Hablamos mucho, y pasamos mucho tiempo en un reconfortante silencio, ya sea que estemos en su casa, o sentados en el árbol de la colina, o yo sentada en su regazo mientras él juega con mi cabello.

También nos besamos, mucho.

Mucho.

Tan candente, que el ansia por ser consumida es cada vez mayor. Y es la ternura de algunos besos, la que aprieta mi corazón, con las expectativas en el aire, y la incertidumbre del futuro cercano.

Como si mi pensamiento lo llamara, lo siento abrazarme mientras bajo por las escaleras de la escuela.

Moya Luna —me susurra al oído. Me giro para verlo de frente. Tan guapo. Sus ojos azul hielo me ven con algo, algo nuevo. Aún no puedo identificarlo, pero lo sabré. No le he dicho que se acerca mi cumpleaños, y la culminación de mi plan de cinco años.

Tengo que decírselo. No hoy, pero pronto.

—Aleksander —musité, levanté mi mano para depositarla en su mejilla, el inclinó el rostro solo un poco, y dejó un beso en mi muñeca, sonreí. —¿Por qué besas mi cicatriz?

Apareció una curvatura en sus labios. —Porque esta cicatriz significa, que la herida profunda sanó, y estas viva, frente a mí, toda mía…

Se inclinó para tomar mis labios, y dejé que me besara con pasión, a la vista de todos mientras rodeaba su cuello con mis brazos. Aunque las habladurías sobre nosotros han cesado, la verdad era, que ya no me importaba que nadie lo supiera o que nos miraran.

Nunca he sido feliz hasta que lo conocí.

—Oh no, mis ojos, ¡mis castos, puros y virginales ojos! —Interrumpo el beso con una sonrisa en mis labios por la diatriba de Kirill.

—No hay nada virginal en ti Kirill —contesté con burla, mientras lo miraba por encima del hombro de Aleks.

—Bueno, —levanta sus cejas coqueteando—, aún hay una parte de mí que es pura desde que nací, si quieres, podemos…

—No termines eso… —El “o” amenazante de Aleks, quedó en el aire. Kirill levantó sus manos en señal de derrota, pero todos estábamos sonriendo. Todos excepto Ivan, lo que no es extraño, solo lo he visto levantar las comisuras de sus labios, y… ya.

La profesora Carter pasó junto a nosotros, saludando. Kirill se quedó muy serio, observándola todo el trascurso de su camino, con mucho cuidado. Extraño.

Unos segundos después, y caminamos en dirección a los autos, Kirill e Ivan frente a nosotros.

Apenas caminamos unos pasos, cuando Tatiana se acercó corriendo detrás de nosotros. Se detuvo, respirando agitada por el esfuerzo, colocó una de sus manos en su rodilla y la otra elevada, pidiéndonos tiempo de recuperación.

Una vez que se tranquilizó, tenía una enorme y brillante sonrisa en su rostro. —¡Ya salió la fecha del baile de invierno! —un chillido emocionado salió de su pequeño cuerpo—. Anticiparon la fecha, porque creen que las heladas se adelantaran, ¡será este jueves!

El… ¿qué?

Debió haber visto la confusión en mi rostro. —El baile de invierno es el evento que realiza la escuela una vez cada tres años, y es solo, exclusivo, para, ¡los de ultimo grado! No hay maestros ni chaperones, solo se permiten los de afuera si son pareja de alguien de último, —tomó aire para continuar—, lo he estado esperando desde primero.

Su entusiasmo es tan contagioso, que, a pesar de mi recelo por el evento, no puedo evitar sonreír en apoyo.

Una mirada soñadora apareció en los ojos de Tatiana, mientras continuaba con su parloteo. —El salón es decorado tan… hermoso, algunos perdedores meten alcohol de contrabando y la gran mayoría termina alcoholizada, las chicas acuden con bellos vestidos acompañadas de su pareja —soltó una risita malvada—, todo lo que sucede en el baile alimenta los chismes hasta que termina el ciclo escolar, incluso después de eso.




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