Cuando llegué a casa, el auto de Frank no estaba en la entrada. Exhalé un profundo y aliviado suspiro. Pensé en enviarle un mensaje a tía Eleanor, pero recordé que mamá dijo que estaríamos todos juntos para la comida. Estaríamos bien por ahora. Después, bueno ya vería que hacer.
Entré en la sala, y sentí toda la sangre huir de mi rostro.
Frank estaba sentado en el sofá, viéndome directo a los ojos. Ainsley estaba sentada en el sillón a un lado, su lenguaje corporal por completo atípico de ella, estaba muy quieta, las manos juntas en su regazo y su cabeza agachada.
—Ya era hora de que llegaras —Frank me veía con desprecio—. Ve a preparar algo, rápido, muero de hambre y tu maldita madre no está en casa —se giró para ver a Ainsley—, y aquí Ley es bastante estúpida en la cocina, hablaré con tu madre de eso Ley, ¡estoy manteniendo putas e inútiles joder! —su grito hizo saltar a Ainsley.
Todavía no me había movido, la cara de mi hermana menor me tenía sin poder moverme. Estaba sorprendida, decepcionada y triste, sus ojos estaban llorosos. Bueno hermana, sabes que ese lado existía solo que no te había afectado. Y sentí pena por ella, después de todo, ese había su padre todo el tiempo y ahora esta viviendo la personalidad que yo conozco tan bien.
—¡Muévete! —Frank gritó—, maldita perra inútil.
Caminé apresurada a la cocina y su grito me siguió. —¡Que sea algo rápido!
No había nada preparado en la nevera ni en el horno. Piensa, piensa. Puse una olla con agua a hervir sobre la estufa, para cocer pasta, vi un frasco con salsa pomodoro y la puse a calentar en una sartén con mantequilla, y mientras se cocía la pasta, preparé unos sándwiches de pavo y queso, los corte en triangulo y los puse en un plato. Serví una porción de pasta, agregue la salsa, espolvoree un poco de queso parmesano, y me dirigí al comedor con un plato de pasta en una mano y la otra con un plato de sándwiches.
Frank estaba sentado. Esperando. A su lado estaba Ainsley, aún tenía una mirada perdida.
—Ya era hora —gruño Frank.
Todo el proceso no había tardado más de veinte minutos, pero lo que sea.
Coloqué los platos frente a él. Estaba por salir del comedor cuando su horrible voz me detuvo.
—Lenna —me tensé, como cada vez que decía mi nombre, me giré para verlo. Él se puso de pie. Dios, esto no era bueno—. Maldita perra, ¡¿crees que voy a comer esa basura que pusiste frente a mí?! —su grito rugió por toda la casa.
Y antes de parpadear, pasó.
Tomó uno a uno los triángulos de sándwiches y comenzó a arrojármelos a la cara. Los pedazos de pan me golpeaban el rostro, pronto estaba embarrada de jamón y queso, mi uniforme tenía mayonesa.
Algo me hizo mirar a Ainsley. Ella estaba llorando, sus ojos viéndome mientras las lágrimas corrían por su rostro, pero no emitía ni un solo sonido.
Y ahí, como si no fuera suficiente, Frank tomó el plato de pasta, se acercó unos pasos a mí y me lo arrojó a la cara. Una curva del plato golpeó mi frente, y la pasta cayó en mi cara. Salsa y pasta estaba en mi cabello, cara y pecho. La chaqueta escolar estaba arruinada. La salsa me escocía un poco, pero no estaba tan caliente como para quemarme.
Yo solo estaba ahí, de pie en medio del comedor, sintiendo aplastada mi dignidad. Había soportado golpes brutales, terribles insultos, pero ese acto, de arrojarme comida a la cara, a mi cuerpo, por alguna razón extraña me causó una angustia inesperada.
En ese momento, no me sentí entumecida como las otras veces, y aunque tenía un nudo en la garganta, más que el sentimiento de querer llorar, me sentía furiosa, no sé si es porque se acercaba el final de todo, o en verdad ya no me importaba, pero... tenía ganas de luchar.
Quería pelear. Sentí mis manos volverse en puños cuando Frank me tomó del cabello para aplastarme contra la pared. El grito de Ainsley fue lo único que se escuchó.
—¿Dónde vive? —El fétido olor a alcohol proveniente de Frank me ardió en la nariz.
¿Qué? Pero, ¿de qué estaba hablando?
Sus manos me abofetearon, pero no con la fuerza a la que estaba acostumbrada. Una de sus manos se quedó en mi garganta, aplastándome.
—Ivankov, puta de mierda, de verdad que eres estúpida, ¡donde vive el maldito Ivankov!
Sentí mis ojos abrirse. Como conocía Frank a Aleks, y como se atrevía a preguntar por él.
¡¿Qué estaba pasando?!
De nuevo sentí la ira recorrer mi cuerpo, podría darme la paliza de mi vida, pero jamás le diría nada sobre Aleks. Además, un estremecimiento me llenó, ya no quería quedarme callada ante sus insultos, quería pelear, iba a defenderme.
—Sera mejor que abras esa boca como seguro abres las piernas Lenna, porque no quieres saber lo que haré si no me dices malditamente donde está el bastardo.
Vi cuando su brazo disponible se elevó, sabia su intención, él iba a abofetearme de nuevo. Antes de que su mano conectara con mi mejilla, lo tomé de la muñeca con mucha fuerza, y lo detuve.
Lo detuve.
Sus ojos se abrieron con sorpresa, conmocionados. —¡Maldita perra…!