No reconocí a la Lenna que miraba en el espejo.
No solo porque se veía muy hermosa, era, por lo que se asomaba en sus ojos.
Mis ojos.
Esperanza.
Mi tía trajo a una estilista más temprano, a la que le exigió, que no me maquillara como a una mujer de cuarenta, después de que la señorita sacó todo un paquete de pestañas postizas. La pobre chica estuvo nerviosa al principio, intimidada por mi tía, pero terminó haciendo un estupendo trabajo.
Mi maquillaje era muy natural pero lucia muy hermosa. Mi cabello estaba peinado con una media coleta, dejando sueltos mis muy definidos y arreglados rizos, me pusieron una especie de tinte, que dejó unos toques dorados en el cabello, se irán con el agua, me advirtieron.
El hermoso vestido me quedaba como un guante, me hacía ver lucir una silueta esbelta y me sentía alta, muy bonita y algo empoderada. La falda caía con elegancia y los destellos de oro brillaban precioso. Los únicos accesorios que llevaba, eran unos pequeños pendientes de diamante, que me prestó mi tía.
De los que me reusó a saber su valor.
Y la pulsera de plata, de la suerte.
Un jadeo detrás de mí me hizo voltearme. Mi mamá estaba con los ojos llorosos en la puerta de la habitación.
—¿Mamá?
—Te ves tan hermosa Lenna —expresó, con sus ojos brillantes.
Tenía tantas preguntas. Pero no pude preguntarle nada.
—Ve al baile Lenny, tenemos muchos tiempo para hablar —me dijo.
Asentí mientras la tía Eleanor entraba en la habitación, sus manos juntas en un aplauso. —Estas fabulosa, vas a dejar a ese chico de la colina babeando.
—¡Tía! —exclamé, pero ella solo hizo ese movimiento de su mano para descartar mi comentario.
—La Colombina está en el auto del que hablamos ayer. Póntela hasta que hayas llegado para no causar accidentes, y las calles todavía están muy mojadas por la lluvia, así que ten cuidado cariño.
—De acuerdo.
Estaba por girarme, cuando sentí una mano detenerme. Miré a mi tía, quien volteó a ver a mi madre y esta le asintió.
Mi tía me llevó del brazo hacia la puerta de salida de la casa. —Lenna, el baile de máscaras, es un gran banquete, ostentoso y extravagante, pero —sus ojos me vieron, advirtiendo—, también es un momento muy liberador, bueno, es más bien… muy libertino.
Sentí mis mejillas ruborizarme, Dios que no me dé la charla. —Los hijos de familias muy poderosas asisten a esa escuela, y ese baile es una muestra tradicional de dejar a un lado, la niñez y las despreocupaciones para iniciarse a una vida, adulta, llena de responsabilidades, este baile no es un consentimiento, incitación o aprobación, es una aceptación a cualquier cosa que ustedes decidan realizar en este evento, por parte de los padres, quienes, en su gran mayoría, también asistieron en su tiempo, con la advertencia, Lenna, de que lo que sea que ocurra esta noche, de la forma en que ocurra, no volverá a pasar, pues comienzan a madurar llevando las obligaciones familiares.
Me le quedé viendo, pero no estaba segura de seguir el hilo de lo que quería decirme, y ella lo notó.
—Las máscaras dan esa privacidad para hacer lo que, en el mundo real, bueno solemos reprimir, —se pasó una mano por su frente—, lo que quiero decir, es… diviértete, pero ten mucho cuidado, no hagas nada con lo que no te sientas cómoda.
Cuando salí de la casa, Raffaele estaba recargado en uno de los autos, era una de las camionetas polarizadas que la tía Eleanor suele usar, le pedí el favor ayer, antes de ir a mi habitación, el barbie móvil era demasiado llamativo y cualquiera que lo viera sabría que había llegado.
No se lo iba a poner fácil a Aleks.
—Ten mucho cuidado pequeña, diviértete, pero debes estar muy atenta. —Lo último me extrañó un poco, pero siendo Raffaele, presté atención, le di un abrazo rápido y me dirigí al baile.
Cuando llegué al salón, estaba asombrada por varias cosas. El estacionamiento estaba lleno. En la entrada, no había más personas que guardias de seguridad, demasiados guardias de seguridad.
Tomé la caja cuadrada del asiento del copiloto, y saqueé el precioso antifaz. Levanté un poco mi cabello de la parte alta, para que el listón del antifaz quedara oculto. Me vi en el espejo del retrovisor. La máscara colombina era por completo preciosa, y mi rostro se veía muy bello con ella, mis ojos resaltaban, brillantes. Tomé la pequeña bolsa de mano rectangular blanca y salí del auto.
Al llegar a la entrada, un guardia me detuvo.
Era el día de detener a Lenna, por lo que parecía.
—Nombre e identificación por favor. —Pidió.
—Siendo un baile de máscaras, ¿no debería ser algo discreto?
—Señorita…
—Lo que sea. —Saqué mi permiso de conducir y se lo mostré, el revisó una lista, y me dio un movimiento de cabeza, dejándome ingresar.
Cuando atravesé la entrada, tuve que obligarme a mantener la boca cerrada. El lugar era enorme, las decoraciones eran preciosas, con motivos invernales, y el lujo y glamor explotaban por cualquier parte.