Fatum

CAPÍTULO VEINTIUNO - La hora del colibrí

Apenas unos pasos fuera de la puerta de entrada, sentí el aire del frio invernal, el cielo ya se había nublado por completo y yo solo quería regresar y acurrucarme en la cama.

Aleks se detuvo de forma abrupta, mi frente chocó con su espalda.

—¿Aleks? —pregunté confundida.

—Mira lo que tenemos aquí —una horrible voz, demasiado familiar, respondió—. Quien hubiera pensado que una puta barata y bastarda como tú, terminaría sirviendo para algo, por fin te tengo, pequeño pakhan de la Bratva Ivankov.

El cuerpo de Aleks se tensó de inmediato. Me moví para ver a mi pesadilla hecha carne y hueso. Aleks se movió, deteniéndome con su brazo, pero aun así me moví lo suficiente para verlo, para enfrentarlo.

Frank estaba frente a nosotros, con su brazo extendido apuntándonos. Con un arma.

 

Frank Andrews ha estado a la cabeza de dos intentos de asesinarme.

 

Mi mirada se dirigió a Aleks, estaba tenso, pero no tenía miedo por el arma apuntándole, se movió solo un poco, pero el sonido de un disparo al mismo tiempo que un chillido, mío, le impidieron hacer, lo que sea que hubiera querido.

—Quieto Ivankov, no quiero lastimar a la perra, aún. —La burla de Frank no me distrajo de su amenaza implícita.

Aleks volteó a verme, no podía leer nada en sus ojos o rostro. Quizás pensó que yo había traído a Frank aquí. —¿Cómo me encontraste? —pregunté, el tono de mi voz ocultaba a la perfección mi temor, no temblé ni un poco.

La horrorosa sonrisa que lo define se mostró, sus ojos rojos se detuvieron un segundo antes de volver a dirigirse a Aleks. —Eres tan estúpida Lenna, sintiéndote inteligente, yendo con la zorra de Eleanor, cambiando de auto, y abriendo las piernas como la puta barata que eres —se carcajeó. El brazo de Aleks se tensó, apretándome con el movimiento—. Con tu corriente pulsera de plata, estúpida, hace años que le incrusté un rastreador en el broche.

No lo corregí. No valía la pena.

—¿Qué quieres Andrews? —Aleks preguntó, una mirada y podías ver todo el poder y temple de un hombre, una fuerza que no correspondía con su edad.

—Se que no eres estúpido ruso, sabes muy bien lo que quiero —dio un paso hacia el frente, su brazo firme, siempre apuntando—. Tu muerte me abrirá las puertas de lo que me merezco, lo que siempre me he merecido —el tono de su voz se llenó de ira— he estado cazándote durante meses, siguiendo pista tras pista, te me has escurrido de los dedos, has sido listo chico, te daré eso —carcajeó—, pero por fin te tengo pequeño bastardo, y todo por una puta barata —sus carcajadas aumentaban de volumen. Dios estaba loco, en verdad y por completo, loco—. Maxim me dará lo que quiero a cambio de, deshacerme de una molestia, ¡tú! —carcajada— una vez que estés fuera del camino, será fácil para el hacer a un lado a Yekaterina y tomar el control de la Bratva —sus ojos rojos me vieron— y podré vengarme de la perra de Eleanor, tendré suficiente poder para deshacerme de ella.

No sabía quiénes eran esas personas, pero Aleksander si, y si no fuera por el leve movimiento de sus músculos al tensarse, pensarías que está en una aburrida platica entre amigos. Y si bien, sabía que Frank no toleraba a mi tía, acababa de darme cuenta que en verdad la odiaba. Apostaría que el inicio de esto, era la envidia.

—Bueno, suficiente charla, has dado tu lucha Ivankov, pero aquí terminas —su malvada risa con todos sus dientes creció, haciendo aterrador su rostro— por cierto, salúdame a Artem, ¿quieres? No fue personal, pero su hermano pago demasiado como para rechazarlo. —Mientras la carcajada de Frank resonaba, la ira estaba invadiendo a Aleks, mostrándose por toda su cara—. Toda una dinastía, exterminada con esta mano, vete al infierno Ivankov.

Aleksander uso el brazo que me sostenía para empujarme lejos de él, sus ojos me vieron por un momento, que se sentía aletargado en el tiempo, esos hermosos ojos azul hielo, estaban llenos de tantos sentimientos, sus labios se movieron, susurraron palabras de amor y me dio una de sus pequeñas sonrisas, en la que solo levantaba una esquina de su labio.

Entonces, su otro brazo giró a su espalda. Un arma salió cuando su brazo se estiró.

Disparos se escucharon en el aire.

Por unos segundos, el silencio fue tenso, hasta que un aullido lo rompió.

—¡Maldito bastardo! —se quejó Frank, sangre salía de su hombro, mientras se lo sostenía con una mano, el gritaba y reía al mismo tiempo—. Tu reputación te hace honor ruso, si no fuera por la puta esta, me hubieras matado.

Frank comenzó a dar pasos hacia el frente, sus rasgos distorsionados entre el dolor y la euforia, y entonces soltó una demoniaca carcajada.

—¡Si! —reía y reía—. Por fin el gran Aleksander Ivankov, el ojo frio Ivankov, ha caído.

Fue entonces, que comencé a escuchar sus cargadas a lo lejos, un zumbido en mis oídos se hizo persistente. Mis ojos lo buscaron, pero con lentitud, temiendo lo que verían. Unos segundos después, mi vista fija se centró en un Aleks tumbado de espalda en el suelo.

Algo rojo salía de su pecho.

Mis piernas no querían avanzar, se sentían como gelatina con cada paso, mi cerebro estaba gritándome algo, pero yo solo podía concentrarme en la mancha roja de su pecho y en el zumbido que escuchaba, no… que sentía.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.