El viento silbaba entre las ruinas del antiguo pabellón de comunicaciones, trayendo consigo el eco lejano de una civilización que una vez soñó con conquistar las estrellas. La mayoría de los habitantes de Nueva Tierra apenas recordaban para qué servía aquel lugar. Para Gavriel, sin embargo, cada rincón tenía memoria.
Sus pasos lentos resonaban sobre el suelo metálico mientras sus dedos repasaban la superficie polvorienta de un terminal oxidado. Dos jóvenes lo seguían con algo entre la impaciencia y la fascinación. Kael, de ojos brillantes y manos inquietas, lo miraba todo como si esperara encontrar una nave enterrada bajo los escombros. Lía, más silenciosa, registraba cada gesto del anciano como si temiera olvidar algo importante.
-¿De verdad venías aquí cuando eras joven? -preguntó Kael.
Gavriel asintió, sin dejar de mirar un panel desconectado.
-En tiempos donde la esperanza dependía de transmisiones. Este lugar guardaba voces, pensamientos, decisiones... vidas.
Kael se adelantó, ignorando la advertencia tácita del polvo intacto. Limpió con la manga parte de una consola y comenzó a presionar botones al azar.
-Kael, no... -dijo Lía, pero ya era tarde.
Un zumbido se despertó como un animal dormido. El sistema, contra todo pronóstico, respondió. Un parpadeo tenue iluminó el panel, y una voz antigua y distorsionada emergió, cruzando décadas:
-"Encontramos Arcadia... Encontramos Arcadia..."
Los tres se quedaron inmóviles.
-¿Qué fue eso? -susurró Lía.
Kael, nervioso, pulsó otro botón. La voz cesó. El terminal murió con un último chasquido eléctrico. Silencio.
Gavriel caminó hasta la consola, revisó el sistema... el mensaje había sido borrado.
-¿Sabes lo que hiciste? -preguntó con un tono grave, no por el enojo, sino por la pérdida.
Kael bajó la mirada, arrepentido.
-Lo siento... sólo quería...
-La curiosidad puede abrir puertas, Kael. Pero si no sabes cerrarlas... mejor no toques nada.
Lía se acercó con cautela.
-¿Qué era eso, señor Gavriel?
El anciano se quedó en silencio unos segundos, como si evaluara cuánto estaban listos para saber.
-Arcadia -dijo al fin-. Fue el nombre que un capitán le dio a un planeta.
-¿Qué capitán? -preguntó Kael.
-¿Conocen la misión Éxodo 3?
Ambos asintieron al unísono. Era historia obligatoria en la colonia. La última gran arca lanzada desde una Tierra colapsada, un viaje desesperado por encontrar un nuevo hogar.
-¿Y el Odysseus?
Las miradas confundidas de los jóvenes fueron respuesta suficiente.
-Antes de las arcas, hubo una sonda. Un intento por adelantarse al destino. Odysseus fue enviada a un planeta cercano, llamado Solara... al menos eso es lo que dicen los registros antiguos. Si fallaba, todo lo demás fallaría también. Éxodo 1 y 2 ya se habían perdido. Éxodo 3 era... la última esperanza.
Kael ladeó la cabeza.
-Entonces este planeta... ¿se llamaba Velaris?
Lía frunció el ceño.
-¿Y qué es Arcadia?
Gavriel no respondió de inmediato. Miró al suelo. El silencio se volvió denso. Finalmente murmuró:
-Sí... a lo primero.
Luego, sin una palabra más, se alejó del panel. Caminó hasta una vieja taquilla empotrada, cubierta por mantas olvidadas. Abrió la puerta, retiró con cuidado una caja metálica y de su interior extrajo una antigua terminal.
Con delicadeza ritual, ingresó un código que parecía haber memorizado hacía una eternidad. La pantalla parpadeó, resistiéndose al tiempo. Una línea de texto apareció, como una herida que se reabre:
BITÁCORA DEL ODYSSEUS
Los jóvenes contuvieron el aliento.
-¿Qué les parece si le echamos un vistazo? -preguntó Gavriel.
Y por primera vez en mucho tiempo, el pasado volvió a respirar.