Día 365 desde la partida de la Tierra.
El pulso metódico de los sistemas mantenía el Odysseus en rumbo. A través de los paneles de observación, el espacio se extendía como un lienzo inabarcable, tachonado de luz remota. La nave deslizábase en silencio absoluto, pero en su interior se movía una tripulación viva, vibrante, que había aprendido a habitar el vacío con costumbre.
El capitán Klaus Auren se encontraba de pie junto a una de las interfaces centrales. Observaba con ceño leve los datos proyectados en los registros del sistema. Las coordenadas a Velaris fluctuaban levemente, algo errático, pero el curso se mantenía. No era preocupante, al menos por ahora. Un pensamiento fugaz cruzó su mente: Ojalá que Noctis y Lysar sí encontraran su destino. La ausencia de noticias de esas misiones Fatum se había asumido, en silencio, como una pérdida.
Detrás de él, la subcapitana Anika Vonn esperaba en silencio. Sus ojos se posaron por un instante en la figura concentrada de Klaus, una calidez fugaz e intensa tiñendo su mirada antes de volver a su habitual compostura. Su porte firme y la mirada inquisitiva eran conocidos entre todos, y rara vez alzaba la voz, pero cuando lo hacía, todos la escuchaban.
—Subcapitana Vonn —dijo Klaus sin apartar la vista de los registros—. Es hora de pasar lista. Ya sabes, que no se nos pierda nadie.
Anika Vonn, apartando la mirada de Klaus con una compostura repentina, se ajustó ligeramente la boina y respondió con firmeza:
—Entendido. Salgo ahora mismo.
Justo cuando se disponía a marcharse, la puerta del pasillo lateral se abrió, y Elif Sokolov apareció, deslizándose hacia ellos con su habitual energía. Para Elif, Klaus y Anika eran figuras constantes, un faro de estabilidad en la inmensidad del espacio.
—¡Lista para mi ronda de bromas y travesuras, Subcapitana! —anunció con una reverencia exagerada.
—¿Dónde estabas, Sokolov? —preguntó Anika, con una ligera elevación de cejas.
—En ningún lado en especial, Subcapitana —respondió Elif con una sonrisa pícara, aunque para sus adentros pensaba en la próxima oportunidad para gastarle una broma a Lukas—. ¡Pero lista para la acción!
—No es una ronda de bromas, Sokolov.
—Claro que no. Pero si se vuelve aburrida, prometo hacerla interesante.
Anika Vonn rodó los ojos, pero no le negó la compañía. Partieron juntas, comenzando el recorrido por los módulos del Odysseus.
Módulo de Propulsión
El primero en recibirlas fue Armand Leclerc, quien revisaba matrices de impulso intrincadas, sus manos moviéndose con la precisión de un artesano entre los paneles de control energético que zumbaban suavemente. Al verlas entrar, se enderezó, quitándose los guantes de trabajo con un suspiro que denotaba cansancio.
—Subcapitana Vonn. Sokolov. ¿Todo en orden por el puente?
Anika consultó su bitácora digital, su dedo deslizándose por la pantalla. —Estimado Armand Leclerc, encargado de propulsión. Estoy pasando lista para ver que no se nos pierda nadie. ¡Jaja! ¿Cómo te encuentras hoy? ¿Algún problema con estos viejos motores que nos impulsan a través del vacío?
—Cada día un poco más cerca de hacer historia, subcapitana —respondió Armand con una sonrisa cansada—. Bien, dentro de lo que cabe. Aunque estas matrices de alineación a veces me dan más dolores de cabeza que la cafeína sintética que nos sirven en el comedor. Y créame, eso es decir mucho. ¿Ya están contando los días para el sueño criogénico? Mis huesos lo anhelan.
Elif asomó detrás de Anika, sacó la lengua a Armand y murmuró, con la mano cubriendo su boca pero sus ojos brillantes de travesura: “También está haciendo historia con lo lento que trabaja. A este paso, llegaremos a Velaris a la velocidad de un caracol espacial”.
Armand resopló, fingiendo indignación, y le lanzó una llave inglesa oxidada que Elif atrapó con una risa ágil antes de salir corriendo unos pasos tras Anika.
—¡Niña traviesa! —gritó Armand a su espalda, aunque una sonrisa asomaba en sus labios.
Anika negó con la cabeza, divertida. —No le hagas caso, Armand. Solo está intentando aligerar el ambiente. ¿Alguna lectura inusual en los impulsores hoy?
—Nada fuera de lo normal, subcapitana. La vieja confiable sigue rugiendo como un león dormido. Solo necesita un poco de cariño constante, como todos nosotros, supongo.
Módulo de Sistemas
Allí encontraron a Naomi Richter y Kenji Tanaka enfrascados en la calibración de los sistemas de navegación interna. Naomi estaba inmersa en un mar de diagramas holográficos que flotaban a su alrededor, sus dedos tecleando comandos con rapidez. Kenji, fiel a su carácter parco, apenas levantó la vista de los intrincados patrones de luz que proyectaban los dispositivos, su concentración palpable.
Anika repitió el procedimiento:
—Naomi Richter, encargada de sistemas. Kenji Tanaka, técnico. Estoy pasando lista... ¿Cómo van esos ojos y oídos de la nave, Naomi? ¿Alguna novedad en el horizonte estelar?
—Todo bajo control, subcapitana —dijo Naomi con una sonrisa educada, apartando brevemente la mirada de sus pantallas—. Solo afinando los sensores de largo alcance. He notado algunas… fluctuaciones inusuales en las lecturas gravitacionales distantes. Algo sutil, como una sombra danzando al borde de nuestra percepción. Nada concluyente, por supuesto, pero estoy manteniendo un registro. ¿Todo tranquilo en el puente?
Kenji soltó un seco: “Bien”. Su atención regresó inmediatamente a los delicados ajustes que estaba realizando.
Elif, más seria ahora, se limitó a hacer un gesto de saludo a ambos. Naomi la miró con cierta ternura, recordando la energía inquieta de su propia juventud y la forma en que su hermana menor también intentaba aligerar las tensiones con bromas.
—¿Esas fluctuaciones podrían ser algo, Naomi? —preguntó Anika, con un ligero tono de preocupación en su voz.
—Es demasiado pronto para decirlo, subcapitana. Podría ser ruido cósmico, interferencia… o algo más. Los sistemas de navegación se están ajustando automáticamente, pero mantendré al capitán informado si la tendencia persiste. La precisión de nuestros cálculos es primordial, especialmente ahora que nos acercamos a nuestro destino.