Fatum Velaris: Even in Arcadia

Capítulo 10 – Un Amanecer Inquieto

Día 372 de misión:

07:00 horas.

El suave zumbido del sistema de soporte vital era la única constante en el módulo de Klaus. Abrió los ojos al pitido preprogramado, parpadeando contra la tenue luz azul que inundaba la estancia. El Día 372. Solo unas horas más hasta el sueño criogénico, el gran salto hacia lo desconocido. Una punzada de expectación y una sombra de melancolía se mezclaron en su estómago. Se levantó, ajustó su uniforme y se dirigió a la cafetería, buscando el aroma familiar del café sintético.

La cafetería estaba vacía, el silencio solo roto por el suave murmullo de los dispensadores automáticos. Klaus escaneó el lugar y la vio. Anika Vonn, sentada sola en una mesa apartada, su perfil sereno contra el monitor que proyectaba el menú del día. Su cabello oscuro estaba recogido en una trenza impecable, y sostenía una taza entre las manos, su mirada perdida en algún pensamiento lejano. Klaus sintió el impulso de acercarse, de compartir ese momento de quietud.

Pero antes de que pudiera dar un paso, una mano se posó amistosamente en su hombro.

—¡Capitán! ¡Por aquí! —era la voz de Kenji Tanaka, el jefe de seguridad, su habitual sonrisa cálida extendiéndose por el rostro. A su lado, Naomi Richter, la científica de sistemas, le hacía un gesto con la cabeza, su taza de café en alto.

Klaus les devolvió la sonrisa y se unió a su mesa. El café espacial era tan amargo como siempre, pero el calor le reconfortó las manos. Mientras conversaban sobre los últimos ajustes de los protocolos de criostasis, sus ojos se cruzaban con los de Anika. Una sonrisa cómplice, un asentimiento casi imperceptible. Pequeños mensajes silenciosos que solo ellos entendían.

En la mesa de Anika, el ambiente se animó cuando Elif Sokolov apareció como un torbellino, arrastrando a Aida Lovell y Ciro Mannheim con ella. Las risas de Elif resonaron en el espacio, y Anika se unió a la conversación, aunque sus ojos seguían, de vez en cuando, el movimiento de la mesa del capitán.

Entonces, un estallido de risas más sonoro provino de la mesa de Klaus. Naomi había contado alguna anécdota graciosa sobre un fallo del sistema y Klaus se reía con ganas, apoyando el codo en la mesa y mirando a Naomi con una calidez genuina. Anika, que estaba a punto de tomar un sorbo de su café, detuvo la taza a mitad de camino. Su ceja izquierda se alzó apenas un milímetro, una señal casi imperceptible de la punzada de algo que no lograba identificar. La tensión se había disipado con la broma de Elif, pero el gesto de Klaus la puso de nuevo en alerta.

Después de un rato, los miembros de la tripulación comenzaron a levantarse, dirigiéndose a sus puestos para las últimas revisiones antes del gran sueño. Klaus y Anika se despidieron de sus respectivas mesas. Él asintió hacia Kenji y Naomi, ella hacia Elif, Aida y Ciro.

Luego, con una naturalidad practicada, ambos se desviaron ligeramente de sus rutas habituales. Se encontraron en un pasillo menos transitado, un rincón de la nave que ofrecía una privacidad fugaz.

—¿Todo en orden, subcapitana? —murmuró Klaus, una sonrisa ladeada asomando en sus labios. Anika negó con la cabeza, aunque sus ojos brillaban con picardía. —A veces me pregunto si no deberíamos instalar cámaras en la cafetería. Su mesa parecía muy entretenida, capitán. Klaus rió suavemente, dando un paso más cerca. —Solo intentaba mantener la moral alta. Pero no tan alta como mis pensamientos. Se acercaron. La respiración de Anika se hizo un poco más profunda, sus ojos fijos en los de él, una comprensión tácita entre ambos. Un roce, un instante donde el tiempo pareció detenerse, y la atmósfera alrededor se cargó de una electricidad silenciosa, un recordatorio de que, incluso en el frío acero de la nave, el corazón de la humanidad seguía latiendo. Se separaron con una exhalación compartida, una sonrisa mutua en sus rostros.

08:00 horas.

Estaban a punto de separarse para dirigirse al puente cuando una luz de advertencia parpadeó en un panel cercano, seguida de una alarma suave pero insistente que resonó por el intercomunicador.

—¡Alerta! ¡Fallo detectado en el módulo de energía, sección de distribución! ¡Se requiere personal de ingeniería de inmediato! —la voz del sistema era monótona, pero el mensaje fue claro.

Klaus y Anika se miraron, la intimidad de su momento borrada por la inminente crisis. El pase de lista usualmente programado para esta hora se vio interrumpido abruptamente.

—Maldita sea —masculló Klaus—. Y pensé que tendríamos una mañana tranquila.

La emergencia en el módulo de energía significó un retraso inmediato y la movilización de gran parte de la tripulación. El Día 372, que debía ser de preparativos finales y rutina, se convirtió en una carrera contra el tiempo para estabilizar la nave. Klaus, Anika y la mayoría del personal clave se dirigieron con urgencia hacia el módulo de energía, dejando de lado cualquier otro plan. La cuenta regresiva hacia la criostasis ya estaba cargada de una tensión inesperada.

La compleja avería en el módulo de energía mantuvo a gran parte de la tripulación, incluidos Klaus y Anika, inmersos en su resolución durante horas. La mañana se convirtió en tarde y la tarde en noche, con el equipo de ingenieros y el capitán al mando trabajando sin descanso para asegurar la estabilidad de la nave. La tensión y el cansancio eran palpables, pero el objetivo común de la misión los mantenía enfocados.

Finalmente, a las 22:59 horas, la emergencia en el módulo de energía fue completamente subsanada. Los sistemas volvieron a la normalidad, el zumbido de las máquinas se estabilizó y la amenaza inminente se disipó. Agotados pero aliviados, Klaus y Anika se dirigieron juntos hacia el puente, listos para retomar los preparativos de criostasis y enfrentar las últimas horas de vigilia.
23:04 horas.

La bitácora automática del Odysseus registró un nuevo apunte en voz de la subcapitana: “Lista de asistencia completada. Todos los tripulantes respondieron a excepción de Greta Weiss y Lukas Brandt. Fin del reporte.”




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