Fatum Velaris: Even in Arcadia

Capítulo 4 – Día 372 de misión

Anika Vonn cerró la bitácora con una exhalación. Había terminado de pasar lista, y mientras caminaba por el pasillo curvo rumbo al puente, su mirada se mantenía clavada en la pequeña pantalla del registro. Faltaban dos nombres. Greta Weiss y Lukas Brandt. Por segunda vez en la semana.

Al llegar frente a Klaus, lo miró con expresión grave. Él, que estaba revisando el mapa estelar proyectado sobre una de las paredes del puente, giró lentamente al percibir su presencia.

—Greta y Lukas otra vez —dijo Anika sin rodeos—. No respondieron al llamado y no estaban en sus módulos. No escucharon el intercom.

Klaus entornó los ojos, claramente irritado. Su mandíbula se tensó mientras apartaba la vista de la proyección.

—¿Otra vez? ¿Y cuántos días faltan para el confinamiento? —preguntó, aunque no esperaba respuesta. Se la dio a sí mismo—. Horas. Nos quedan horas. Y siguen ignorando la cadena de mando.

Anika asintió en silencio.

—Ve por ellos —ordenó Klaus con tono seco—. Diles que tienen que estar en el puente en cinco minutos. Es urgente. Y Anika… —añadió mientras ella se giraba para marcharse—. No suavices el tono. Que sientan que esto es serio.

Anika se quedó inmóvil un segundo. No porque dudara, sino porque no lo había visto tan molesto en todo el viaje. Asintió y se marchó con paso rápido.

Veinte minutos más tarde, Greta y Lukas ingresaban al puente junto a Anika. La puerta se cerró tras ellos con un siseo apenas audible.

Klaus se volvió hacia los dos con los brazos cruzados y el ceño fruncido. El resto de los presentes guardó silencio de inmediato.

—Weiss. Brandt —comenzó—. Hace apenas dos días ignoraron el llamado de la subcapitana. Ahora, otra vez. ¿Dónde estaban?

Greta, erguida y tensa como una estatua, respondió:

—Estaba calibrando el sistema de navegación auxiliar. El entrenamiento automático no pausó el audio general.

—Yo estaba en los conductos revisando la presión de oxígeno en el ala de criogenia —añadió Lukas, con menos firmeza.

—¿Y el intercom? ¿También quedó silenciado? —inquirió Klaus, su voz como hielo.

Lukas bajó la mirada.

—No pensé que fuera una orden directa...

—Cada llamado en estos días es una orden directa —interrumpió Klaus—. ¿Qué creen que estamos haciendo aquí? ¿Un paseo turístico?

Greta frunció los labios, pero no respondió.

Klaus los observó un largo momento. Luego, su tono cambió levemente.

—Miren —dijo, exhalando—. No me interesa aplastar a nadie con jerarquías. Pero estamos a horas de entrar en confinamiento total. Si alguno de ustedes falla, los demás pueden morir. Así de simple. Esto no es personal, es supervivencia.

Lukas tragó saliva, visiblemente incómodo. Greta se mantuvo erguida, aunque sus dedos se apretaban entre sí.

—Ahora bien —continuó Klaus—, si en estos días previos a criostasis vuelven a desaparecer sin aviso, juro que los enviaré a limpiar los conductos del compartimento de residuos hasta que lleguemos a Velaris.

Un silencio sepulcral siguió a sus palabras… hasta que Klaus se permitió una ligera sonrisa.

—Y créanme, huelen peor que Elif después de tres turnos seguidos sin ducharse.

Una carcajada contenida estalló en varios rincones del puente. Elif soltó un bufido desde el fondo:

—¡Capitán! ¡Eso fue una sola vez y hubo una falla en el reciclador!

—Afirmativo, pero mi olfato sigue de duelo —respondió Klaus sin perder la sonrisa.

Greta y Lukas, más relajados, intercambiaron una mirada, y Greta apenas inclinó la cabeza a modo de disculpa. Klaus asintió.

—Pueden retirarse. Estén listos cuando se les llame. Nada de más errores.

Anika observó la escena con los brazos cruzados. Había algo en la forma en que Klaus suavizaba las tensiones que ella admiraba… aunque jamás se lo diría. Cuando los dos oficiales salieron del puente, Klaus se quedó un momento en silencio. Luego miró por el panel de observación, donde las estrellas se extendían como un tapiz sin fin.

Pasaron unos minutos de quietud. Anika se le acercó, discreta.

—¿Qué te preocupa más? —le preguntó—. ¿La criostasis o lo que encontraremos después?

—Ambas —dijo él—. Pero si no logramos mantenernos como una unidad, ni siquiera tendremos oportunidad de ver el después.

Un leve zumbido interrumpió la conversación. Era la notificación del sistema marcando la medianoche. Quedaban menos de cinco horas para entrar a criostasis.




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