Día 367:
El día siguiente a la abrupta casi colisión amaneció con una calma engañosa. La urgencia de la noche anterior había pasado, pero las secuelas se sentían en cada rincón de la nave. La investigación ordenada por Klaus se puso en marcha con una eficiencia metódica, pero la tensión entre el Capitán y la Subcapitana era un hilo casi visible que recorría el Puente.
En el Laboratorio de Investigación, Lukas Brandt, el Técnico de Laboratorio, se encontraba con el Dr. Vadim Volkov. Frente a ellos, una muestra del objeto que había pasado rozando el Odysseus flotaba en un campo de contención. Habían logrado recolectar fragmentos microscópicos de su superficie externa.
—Los análisis iniciales son concluyentes, Dr. Volkov —dijo Lukas, ajustándose las gafas mientras los datos parpadeaban en la pantalla—. La composición es… asombrosa. Esto no es un material conocido. Es un tipo de metal que supera con creces la resistencia del titanio en su punto más duro. Es una aleación que no tiene equivalente en nuestros registros.
Vadim asintió, su rostro serio. —Esa es la clave, Lukas. Las simulaciones de impacto demuestran que una capa de este material, incluso a esa escala microscópica, podría haber perforado nuestro casco como mantequilla. Esto es lo que se cree que aniquiló la Estación Borealis, por subestimar el espacio exterior.
Vadim hizo una pausa, y casi como si se le soltara la lengua por el asombro del descubrimiento, murmuró: —Sí, así también se presume que fallaron las Fa… —Se interrumpió bruscamente, su rostro palideciendo, como si hubiera dicho demasiado.
Lukas lo miró, confundido por la interrupción abrupta y la palabra que Vadim había estado a punto de pronunciar. —¿Las Fa...? ¿Dr. Volkov?
Vadim se recompuso rápidamente, su expresión volviendo a la seriedad profesional. —Nada, Lukas. Concéntrate en el material. La implicación es que no fue un asteroide común.
Lukas asintió, aunque la extraña pausa de Vadim y su cambio de tema no pasaron desapercibidos para su mente curiosa. Klaus, y algunos otros superiores, debían saber más sobre lo que había pasado en Borealis y cómo se relacionaba con "las Fa...".
En ese mismo instante, en el Puente de Mando, Anika se acercó a la consola central donde Klaus estaba revisando un informe de navegación. Llevaba en sus manos un datapad con el consolidado de la investigación.
—Capitán, el informe final de la investigación preliminar del objeto —dijo Anika, extendiendo el datapad. Su voz era neutra, profesional, un reflejo de la distancia que él había establecido.
Klaus tomó el datapad sin mirarla directamente, sus ojos fijos en las pantallas. Hizo un gesto brusco con la mano, indicando que lo pusiera en la consola. —Déjelo ahí. Lo revisaré cuando tenga tiempo.
Anika sintió una punzada, pero supo contenerla. La brusquedad de Klaus, su manera de desestimar su trabajo después de horas de esfuerzo, la hirió. En lugar de ceder, su propia rabia, silente y acumulada, explotó en una respuesta cortante.
—Como desee, Capitán. Aunque la información contiene datos sobre la composición y la posible amenaza que representa para la nave, estoy segura de que su tiempo es valioso —espetó Anika, con un sarcasmo apenas perceptible que, para Klaus, sonó como un desafío.
Klaus, que ya estaba irritable por la presión y por la culpa de la noche anterior, se giró bruscamente. —Subcapitana, le he dicho que lo revisaré. ¿Acaso está cuestionando mis prioridades?
—No, Capitán. Solo estoy asegurándome de que esté al tanto de la magnitud de lo que acabamos de evitar, y de lo que podría venir —respondió Anika, su voz más alta de lo necesario, los ojos fijos en los de él, el desafío abierto. La prudencia había desaparecido, reemplazada por una frustración hiriente.
La tensión se palpó en el Puente. Los miembros de la tripulación presentes se encogieron ligeramente, sus miradas se desviaron. La discusión no era un secreto, era un espectáculo silencioso.
Klaus apretó los dientes, su rostro endurecido por la furia. Por un instante, pareció que iba a gritar, pero se contuvo, un nudo apretado en su garganta. Dejó el datapad con brusquedad sobre la consola. —Retírese, Subcapitana.
Anika lo miró con una mezcla de desafío y tristeza, asintió con una inclinación casi imperceptible de cabeza y se dio la vuelta, sus pasos resonando con una dignidad herida mientras abandonaba el Puente. Klaus la observó irse, y cuando la puerta se cerró, un suspiro tembloroso escapó de sus labios. La rabia se disipó, reemplazada por un remordimiento agudo. Se pasó una mano por el cabello, sabiendo que había sido un completo idiota.
Esa misma tarde, Elif se acercó a Kenji Tanaka en la sala de recreación, mientras él revisaba un antiguo juego de estrategia. —Kenji… ¿has visto lo que pasó en el Puente? Entre el Capitán y Anika… están peor que nunca.
Kenji suspiró, dejando el juego. La seriedad en su rostro era inusual. Había visto a Klaus y Anika la noche anterior, y el desplante de Klaus hoy había sido demasiado evidente. —Sí, Elif. Lo vi. Están pasándolo mal. Y Klaus… él no es así.
—Está siendo un idiota con ella —murmuró Elif, con un tono protector hacia Anika.
Kenji asintió, su mirada fija en el espacio. —Puede que sí. Pero lo conozco. Está bajo una presión inmensa. Y cuando un Capitán se comporta así… hay algo más.
Se hizo un silencio. Kenji ponderó sus palabras, luego tomó una decisión. —Mira, Elif. Voy a hablar con él.
No como su técnico, sino como… como un amigo. Al final del día.
Elif lo miró, sorprendida por la iniciativa de Kenji. —Gracias, Kenji. Espero que sirva de algo.
Más tarde, cuando el turno de noche comenzaba, Kenji se dirigió a la oficina privada de Klaus. La encontró abierta. Klaus estaba sentado en su silla, la mirada perdida en el espacio a través de la ventana, un vaso de algo fuerte en la mano. La imagen era la de un hombre solo y atormentado.