Fatum Velaris: Even in Arcadia

Capitulo 8 - Entre las Sombras y las Estrellas

Día 368:

El día amaneció con un sobresalto para la tripulación del Odysseus. Un fuerte y claro repique de altavoces resonó en cada camarote, seguido por la voz inesperadamente vigorosa del Capitán Klaus Auren.

—¡Atención a toda la tripulación del Odysseus! ¡Arriba y en marcha! Queda menos de una semana para entrar en criostasis, ¡y tenemos que asegurarnos de que todo esté en perfecto orden! ¡La misión no espera! ¡Un nuevo día, un nuevo paso hacia Velaris!

El anuncio, lejos de inspirar, provocó una ola de quejas audibles desde los camarotes. Gemidos, gruñidos y maldiciones ahogadas se extendieron por los pasillos. Muchos tripulantes se revolvieron bajo sus mantas, ignorando olímpicamente la orden. Algunos, simplemente, no despertaron.

En su camarote, Anika Vonn ya estaba sentada en el borde de su cama, la mirada perdida en la pared. Había pasado la noche casi en vela en su pieza, atormentada por el momento íntimo con Klaus y la brusquedad de su posterior rechazo el Día 365. Cuando escuchó su voz por los altavoces, su ceño se frunció. ¿Felicidad sobrenatural? El Klaus que la había alejado de forma tan cortante dos noches atrás no sonaba así. Esta animación repentina le parecía extraña, casi forzada.

Minutos más tarde, la nave empezó a cobrar vida con el murmullo de la actividad. Después de su aseo matutino, Anika se dirigió al Puente de Mando. Klaus ya estaba allí, sentado en la silla de mando, absorto en las pantallas que mostraban complejos diagramas de sistemas. El ambiente era el habitual de trabajo, pero con una capa de quietud incómoda.

Anika se reportó, sintiendo una punzada de la extraña energía que Klaus había intentado infundir. —Capitán, Subcapitana Anika Vonn, reportándome para el turno.

Klaus apenas levantó la vista. Su voz era seca, carente de la extraña euforia matutina, y con un matiz de frialdad que la hizo sentir como un balde de agua fría. —Vonn. Bien. Necesito que pase la lista completa de verificación de pre-criostasis. Cada módulo, cada equipo. Tómese el tiempo que sea necesario.

Anika sintió la sangre subirle al rostro. ¿"Tómese el tiempo que sea necesario"? Era una orden con un matiz de desprecio, una forma de sacarla del Puente sin decirlo directamente. La furia se encendió en sus ojos, pero se negó a darle la satisfacción de verla perder la compostura. Respiró hondo.

—Entendido, Capitán —respondió, su voz helada y controlada. Se dio la vuelta sin esperar una confirmación y salió del Puente, su indignación hirviendo a fuego lento.

No se dirigió a ningún módulo de verificación. En cambio, su paso la llevó directamente a la sala de descanso. Quería desahogarse. Justo en ese momento, Aida Lovell, la Oficial de Comunicaciones, estaba terminando de prepararse un café, y Elif, que acababa de llegar para su turno en el Puente, pululaba cerca, mirando los comunicados.

—¡Aida! ¡Elif! —dijo Anika, su tono inusualmente vehemente—. ¿Qué les parece si tomamos un café? Necesito un descanso de… ciertas órdenes.

Aida las miró, sorprendida por la intensidad de Anika, pero asintió. Elif, curiosa por la expresión de Anika, aceptó de inmediato. Las tres se sentaron en una mesa apartada, con sus tazas humeantes.

—¿Pero qué te pasa, Anika? Te veo en llamas —preguntó Aida, con una sonrisa.

Anika suspiró, el vapor del café empañando ligeramente su rostro. —Es Klaus. No lo soporto. Primero el discurso de "ánimo" por los altavoces, y luego en el Puente, me suelta una orden para que pase la lista de pre-criostasis, como si fuera una niñera. ¡Y me dice que me demore lo que quiera! Me está mandando al carajo de la forma más pasivo-agresiva que existe. ¡Los hombres son unos ineptos emocionales! ¡No saben cómo manejar sus sentimientos!

Aida rió, asintiendo con la cabeza. —¡Dímelo a mí! ¡Son tan… binarios!

Anika se giró hacia Elif con una sonrisa pícara. —¿Y tú, Elif? ¿Ya has tenido tu cuota de ineptitud masculina con Lukas? Últimamente se os ve muy pegados.

Elif se sonrojó, agitando las manos. —¡No! ¡Qué va! Lukas y yo somos… compañeros de trabajo. ¡Nada más! No hay nada de eso.

Aida se burló. —¡Claro, claro! Como la nebulosa que no atrae la estrella, ¿verdad?

Elif se quejó, pero una pequeña parte de ella no pudo evitar recordar el toque de su mano, la forma en que Lukas la miraba. Quizás tenían razón. Para desviar la atención, se volvió hacia Aida. —Y tú, Aida, ¿no tienes a nadie en mente en la nave? ¿Ningún oficial, ningún técnico?

Aida soltó una risa clara. —¡Para nada! Estoy muy cómoda sola, sin dramas masculinos. ¡No, por ahora nadie me quita el sueño!

Luego, las miradas se posaron de nuevo en Anika. La sonrisa pícara de Aida la invitaba a la confesión. Anika suspiró, la máscara de profesionalidad desdibujándose.

—Es que no lo entiendo —dijo Anika, su voz más suave, casi dolida—. Después de lo de hace dos noches...

—Se detuvo un momento, notando la mirada de Aida—. Lo que pasó es que... bueno, después del incidente con el objeto, y la tensión, Klaus y yo... tuvimos un momento. Íntimo. Algo que se sintió muy bien en el momento, pero después...

Anika miró a Elif, quien asintió con una expresión de comprensión.

—El caso es que yo pensé que lo mejor sería mantener el profesionalismo entre nosotros —continuó Anika—. Y así se lo dije, que esperaba que esto no terminara, ¿sabes? Que esto no afectara nuestra relación laboral, nuestra dinámica como Capitán y Subcapitana. Al parecer, él no se lo tomó así.

Aida y Elif la miraron, confundidas. —¿Esperabas que no terminara? Pero entonces, ¿qué habrá entendido él?

Anika frunció el ceño, procesando las palabras de sus amigas. De repente, una punzada de comprensión la golpeó. Una idea se formó en su mente. Lo más probable es que él no me escuchó bien o no le di el énfasis correcto, y por eso pensó que esto se terminaría… que la relación entre nosotros terminaría. La frustración se mezcló con una nueva capa de resignación.




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