Fatum Velaris: Even in Arcadia

Capitulo 9 - El Baile de la Discreción

El día 369 amaneció tiñiendo el módulo de observación con una suave luz ámbar. Las estrellas, testigos silenciosos de la noche que concluía, comenzaban a palidecer ante el avance del nuevo día. Un último roce de manos, una caricia que era más una promesa tácita que un adiós. Con movimientos suaves, como si temieran romper la delicada burbuja de su intimidad, se vistieron en silencio. Cada uno recogió sus pertenencias, los ecos de susurros y risas aún resonando en el aire.

Se dirigieron juntos hacia la puerta del módulo, pero antes de separarse en el umbral, Anika detuvo a Klaus. Sus dedos se cerraron suavemente alrededor de su hombro, y él se giró. Ella se irguió apenas, acercándose a su oído para depositar un beso tan fugaz como profundo, susurrando: "Ahora sí. Que esto no se termine jamás... lo nuestro". Klaus la miró a los ojos, una sonrisa sincera y vulnerable extendiéndose por su rostro. "Por nada del universo, Anika", respondió, su voz grave y cargada de emoción. "Si fuera por mí, no necesito ir a Velaris. Ya encontré mi hogar aquí". Las palabras de Klaus hicieron que el corazón de Anika diera un vuelco, sus ojos se humedecieron y una sonrisa radiante, casi deslumbrante, iluminó su rostro. Era un sentimiento tan abrumador que apenas podía contenerlo. En su inexperiencia, como jóvenes al borde de un precipicio de sentimientos, no le dieron un nombre a lo que florecía entre ellos; no era necesario etiquetar esa conexión que los envolvía.

Luego, se separaron, Klaus hacia sus aposentos y Anika hacia los suyos, ambos con la sensación de haber compartido algo trascendente que ahora los ataría.

Los días que siguieron, hasta la inminente criostasis, se grabaron en sus memorias como un paréntesis de felicidad inesperada. A bordo de la nave, no hubo situaciones particulares que desviaran el curso, la misión continuaba su trayectoria sin sobresaltos externos. Internamente, sin embargo, la dinámica entre Klaus y Anika había cambiado para siempre. Mantenían una escrupulosa distancia profesional ante la tripulación, intercambiando solo las formalidades necesarias en el puente o en las áreas comunes. Pero cada vez que la oportunidad se presentaba, se buscaban en los rincones menos transitados de la nave, en encuentros fugaces cargados de anhelo y confidencias susurradas. Sus discretos encuentros, paradójicamente frecuentes y cada vez más audaces, parecían deslizarse bajo el radar de los demás, alimentando una complicidad secreta que los sostenía. Así transcurrieron los días, entre miradas furtivas en los pasillos y breves instantes robados en la penumbra, hasta llegar al día 372...




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