Si Gemma giraba a la derecha, Alvaro lo hacía a la izquiera. Al parecer ninguno de los dos, en sus respectivos lugares, podía pegar un ojo. Los pensamientos de ambos estaban tan revueltos y no hacían más que atormentarlos, espantando el poco rastro de sueño que les quedaba.
El primero en hacer algo contra eso fue Alvaro, quien se puso de pie, comenzando a dar círculos en su habitación con el teléfono en mano, comenzando a teclear un mensaje.
Por alguna extraña razón sabía que la persona iba a contestarle y no se equivocó cuando obtuvo respuesta casi inmediata. Volvió a sentarse en la cama, intentando calmarse de a poco.
Gemma: “¿Señor Dunne? Son las cinco treinta de la mañana. A esta hora no se aceptan disculpas.” Leyó, intentando no reír un poco. Sí, se había atrevido a pedirle perdón después de lo sucedido hacía muchas horas atrás.
Alvaro: “De acuerdo, lo acepto. Iré mañana a confesarme y veremos si Dios me perdona por lo que hice.” Unos segundos después, estaba enviando unos emoticonos donde daba a entender que se estaba riendo. “¿Tampoco puede dormir, no es así?” Esta ves el mensaje no recibió respuesta inmediata, cosa que lo hizo suspirar.
Al menos no estaba tan solo en el mundo de las pesadillas.
Gemma: “No, pero no se vaya a preocupar. Trabajaré mañana como Dios manda. Tengo que irme, señor Dunne. Buenas noches.” El hombre bajó la mirada, negando un momento.
Alvaro: "Descanse. Y recuerde que mi nombre es Alvaro, no señor Dunne, señorita Blumer.” Sabía que iba a recibir una respuesta de rebote al hacer eso.
Gemma: "Nos vemos en unas horas, jefe.” Y con eso, su teoría terminó por romperse, notando que salía del chat para no regresar.
Pasó una mano por su cabeza, poniéndose de pie para caminar al baño. Tomó una ducha y luego fue hasta la cocina, siviendo un vaso de agua mientras reposaba sus codos en la alacena.
Tenía que dejar de pensar en ella, por más difícil o única que se le hiciera a sus ojos. Hasta le parecía tener más que claro que no era una persona que se basaba en juegos, tenía forjado un carácter que no perdió ni siquiera terminando con su novio. No era una adolescente, no podía notar indicios de que se dejaba manipular, cosa que demostró con ese chico a quien terminó dañando por su estupidez y ahora debía remediarlo, aunque no sabía cómo.
Dio un leve manotazo cotra la alacena, tomándose el agua de un tirón, notando que una de las luces del pasillo se encendían, dejando ver a su madrina en el lugar.
—¿Pesadillas? —Preguntó, con el mismo tono de voz de siempre.
—Ya quisieras. —Respondió, escuchándola reír mientras se acercaba a su lado. Alvaro la abrazó un momento, dándole una sonrisa.
—¿Una chica? —Volvió a indagar, dejando su cabeza recostada del hombro de la mujer, soltando una risilla ronca.
—Anne…
—Me rindo, aunque quiero saberlo y te voy a presionar. —Aseveró.
—Tan idéntica a mamá, An. —Emitió, sin poder evitar recordarla cuando la vio trabajar en casa, con la mujer que le dio la vida.
Se convitieron en las mejores amigas y cuando ella se fue, no le quedó más remedio que mudarla con él, aún cuando luego se casó con Paloma y tuvo que llevarla a vivir a Míchigan donde pasarían un tiempo hasta que el divorcio salió a la luz, regresando al final a su cada materna, donde aún residía.
No cambiaba ese sitio por nada del mundo, aunque remodelaciones sí podría hacerle cada vez que Anne le informara que era necesario. Si no lo hacía, no se enteraba.
—Sabes que adopté eso de ella. Sino, entonces ¿cómo es que llegué a ser su amiga? —Indicó. Lo escuchó suspirar.
—Son dos. Dos chicas. —Murmuró, recibiendo una mirada bastante sugerente en el momento, a lo que él negó —. Siempre he odiado esa mueca en tu cara. No soy un pervertido, Anne. —La mujer soltó una risa, cambiando el gesto —. Es Kael, que no me deja respirar en paz y está mucho más histérica que antes de acabar lo que sea que teníamos y ahora… Ahora llegó una empleada nueva que no sé, esto es bastante abrumador. No lo puedo explicar.
—Una empleada. —Su madrina repitió —. Increíble que te llame la atención una mujer común de tu empresa.
—Claro. —Miró al techo, bufando ante la ironía —. Te puedo asegurar que no es igual a Paloma, ni a nadie que haya conocido nunca. —Anne lo observó, intrigada, esperando que le contara más —. Ella es solo Gemma, no puedo decir nada más y mi conflicto es mucho más grande de lo que creí, porque cometí la estupidez de comenzar a estar con Kael luego de lo mal que me dejó el divorcio. Todo se basó en encuentros sexuales, cosa que le creó falsas ilusiones y ahora intenta conquistarme con lo único que me interesó de ella en su momento. Fui un imbécil. —Recibió varias palmadas en su hombro, viendo a su madrina asentir en su dirección.