Fea

18: MIENTES

Dejó las maletas en su lugar, sentándose junto a Arturo. Estaban en la parte VIP, allí iban las personas importantes con influencias, todo lo que ella no tenía ni necesitaba, pero que igual le daba lo mismo. Lo único importante para ella eran su familia y amigos, lo otro podría esperar.

Gemma podía tener sus caprichos, vanidades, cosas que eran pasajeras, como si tomaras agua para saciar tu sed. Lo material algunas veces no tenía valor, eran cosas que se compraban y podían regalarse con el pasar de los tiempos. Estar en el lado VIP o normal no le importaba, sin embargo, le tocaba estar allí aunque no lo deseara.

Recostó su cabeza del espaldar del asiento, sonriendo al recordar todo lo sucedido en esas semanas.

Todo había sido tan abrumador desde que decidió levantarse un día y volver a entregar su currículum para comenzar a trabajar nuevamente. No quería seguir estancada en los recuerdos, en sus terapias. Con la iniciativa corriendo por su torrente sanguíneo, llamó a su doctora y le pidió que hiciera un informe acerca de su estado psicológico. Se sentó en la computadora y comenzó a corregir nuevamente su hoja de vida.

Al día siguiente, fue por lo solicitado. La doctora se lo entregó con delicadeza, mirándola a los ojos.

—¿Estás segura de esto? —Le preguntó con cautela —. Es mi deber velar por tu bienestar, Gemma, has mejorado con el pasar de los tiempos y me siento muy orgullosa de eso. —Afirmó —. Recuerda, nada de estrés o cansancio, ni trabajos bruscos que puedan hacerte daño. —Advirtió. Sonrió y por primera vez le dio un gran abrazo.

—Gracias, lo tendré presente. —Murmuró. La mujer devolvió el gesto.

—Gracias a ti, eres muy afortunada, espero que tu novio esté apreciando eso. —Ella le mostró una mueca en forma de sonrisa algo forzada.

Para ese momento, Alfred estaba molesto con por saber que quería volver a trabajar. La noche anterior habían tenido una discusión por teléfono , que terminó cortando por la manera en que la trataba.

Parpadeó al sentir las lágrimas asomándose, despidiéndose como pudo de la doctora.

Visitó a Bob, ayudándolo a reparar un problema con uno de los autos. Al terminar, se miró, dejando salir una risa. Había manchado toda su ropa.

—Dime, hija, ¿cómo te está yendo? —Deseó saber con una sonrisa.

—Bien, estoy buscando trabajo. —Enunció.

—Sobre eso…

—No, está bien. Entendí que vas a cerrar el negocio en un tiempo y todo lo demás, no tienes que preocuparte por eso. —El hombre asintió, dejando salir un suspiro.

—¿Y el muchacho? ¿Tú y él siguen teniendo problemas? —Preguntó. Gemma ladeó la cabeza.

—Sí, supongo que es una señal. —Musitó. Bob rió, levantándose.

—Tranquila, tu tiempo y el mío llegarán pronto. —Rió con fuerza, antes de despedirse de él, volviendo a su casa.

Saludó a su madre, se dio un baño, bajando a cenar. Conversaron un buen tiempo sobre cosas cotidianas y del trabajo que ejercía su madre como Odontóloga, hasta que el timbre sonó. Gemma abrió encontrándose con los ojos de su novio.

—¿Lo pensaste? —Cerró la puerta tras de sí, mirándolo.

—¿Pensar qué? —Demandó devuelta.

—Por favor, no te hagas la estúpida, Gemma. Sabes perfectamente de lo que hablo. —Ccusó —. No trabajes, pronto conseguiré un departamento donde podamos vivir los dos, sin estorbos. —Masculló, echando una mirada de soslayo hacia la casa.

—El problema es que yo amo a ese estorbo y no pienso dejarlo por ahora. —Contradijo —. Hoy comencé a entregar los currículum, así que pronto, si Dios quiere, comenzaré a trabajar. —Declaró. Él dejó salir una risa seca.

—¿En serio? ¿También les diste tu expediente médico y los frascos de pastillas que te tomas al día? —Se burló. Gemma, sin pensarlo dos veces, entró a la casa sin decirle nada.

Se pegó a la puerta con las lágrimas bajando por sus mejillas. Era tan cobarde, ¿cómo podía ser posible que estuviese enamorada de él? Nunca medía sus palabras cuando estaba cerca de ella y se burlaba de sus defectos. Era un cínico.

No quiso prestarle tanto importancia a nada de lo que le había dicho, al día siguiente siguió llevando sus documentos a los lugares que tal vez podrían necesitar de sus habilidades. El último lugar fue en la empresa donde comenzó todo.

Entró, con el aire acondicionado golpeándole. Se acercó a recepción, la muchacha de pelo negro estaba recogiendo sus cosas.

—Disculpa. —Comenzó con timidez. La chica la miró —. Quisiera dejar esto aquí, por si hay alguna oportunidad de trabajo. —La vio tomar la carpeta.

—Lo enviaré a Recursos Humanos, tal vez te toque la suerte y te quedes con este puesto o cualquier otro. —Dijo. Gemma asintió con timidez.

—Gracias. —Musitó, saliendo de allí.

El resto de la semana transcurrió con normalidad, había perdonado a Alfred y las cosas andaban mejor.

No pasaron muchas semanas cuando recibió una llamada coordinando una entrevista. Eran los últimos días del mes de Mayo, por lo que ya se sentía ansiosa de solo pensar que volvería a pisar ese lugar.




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