- ¿ocurre algo, pa?
El pegó un brinco por el susto pero se calmó de inmediato cuando lo rodeé con mis brazos. Estaba sentado frente a la mesa y tenía una marcada expresión de angustia.
No fue necesario ver que papeles eran esas hojas tan demacradas ya que solo significaban algo; deudas.
El borró su expresión tan rápido como pudo y la reemplazo por una cálida sonrisa.
- Solo son algunas cunetas de papa
- Ya no tengo 6 años – le avisé sentándome a su lado.
El suspiró y se restregó el cabello.
- No debes preocuparte, nena, yo me encargo.
- Vamos, pa, somos un equipo.
- Eso solía decir tu madre.
- Lo sé.
El ladeó la cabeza mirando fijamente el papel.
- El taller no va muy bien, june.
- Debe ser por ese taller que abrió unas calles más allá – bufé.
- Pue si tiene algo que ver ya que nos han robado clientela a montones. Aparte de eso ya me están cobrando los intereses del quipo que compré el otro día. Hay que pagar la luz y el agua y prestamos quirografarios.
- Vaya – suspiré - ¿Cuánto es en total?
- Son más de 600 dólares.
Hice una mueca.
- ¿Cuánto tienes?
- La mitad – aceptó.
Sonreí sin poder evitarlo.
- Yo tengo la otra mitad.
Papá negó con la cabeza rápidamente.
- No, cielo, ese es tu...
- Nada. – repuse – somos una familia; tus deudas son mis deudas; ese taller también es mío.
Sin dejarle refutar nada fui corriendo a ver los ahorros puestos en una cajita en mi armario. A duras penas y llegaba a la mitad pero sumando todo bien alcanza a la perfeccion para pagar todo.
Sonreí.
Me gusta ser de ayuda para papá. En especial después de que el lo da todo por mi desde pequeña.
Después de eso comimos en tranquilidad y me encaminé al colegio.
Apenas llegue fui arrollada por Alex
- Hola, preciosa – saludó con un sonoro beso en la cabeza.
Carraspeé un poco para disipar las miradas de las demás personas.
Alex sonreía abiertamente como si se hubiera ganado la lotería o como si el entrenador Wilde lo hubiera elogiado por un buen pase.
- ¿Por qué tan contento?
- ¿tienes algo que hacer hoy?
- Vivir
- Perfecto; por favor acompáñame a buscar un regalo para Logan.
- ¿regalo? – inquirí.
- Sip, mañana es su cumpleaños
Me encogí de hombros aceptando sin pensarlo mucho. El volvió a sonreír con sus hoyuelos bien marcados y caminamos juntos hasta aritmética; una de las pocas clases que tenemos en común.
- ¿tienes algo en mente?
- Sí; quiero comprarle una sudadera para entrenar; la anterior se destiñó en la lavadora.
- Ya veo. ¿Cómo te fue en las practicas de hoy?
- Bien – se limitó a decir.
Mantuvimos una vaga conversación hasta llegar a mi asiento casi al principio para que después el encaminara hacia el suyo casi al final.
Claro que yo me siento al frente porque necesito recopilar hasta el último número que se le ocurra decir al profesor.
- No me gusta – me encogí de hombros cuando el me señaló una sudadera naranja chillón.
- Nada te gusta.
- Tus gustos son malos
- Mis gustos son perfectos.
- Argumenta
- Me gustas tú; por ejemplo.
- Eso solo comprueba mi punto.
El soltó una sonora carcajada ya acostumbrado a ese tipo de comentarios de mi parte. Yo por el contrario aun no podía escucharlo decir la palabra ''gustar'' sin ponerme colorada hasta las orejas.
Paseé la mirada y me detuve en una sudadera azul marino con mangas grises.
Casi babeo al verla.
- Me gusta esa. – señalé
- Me gusta para mí.
Lo miré algo divertida.
- Estamos comprando un regalo para logan – le recordé.
- Si, sí. Pero me gusta esa para mí – dijo él bajándola de la persiana – tienes buen ojo; elije otra.
Rodé los ojos y me puse a buscar otra con la mirada.
- Esa – señalé una sudadera color vino desgastado.
- Esa también me gusta para mí.
- Alex...
- Ya, ya.
El bajó la sudadera color vino y estuvo unos buenos 15 minutos debatiéndose entre si comprar la gris para el o la vino para su hermano.
Al final compró las dos con algunas quejas de mi parte en lo mucho que pudo haber ahorrado ese dinero.
Salimos de la tienda de ropa ya con dos bolsas en mano.
- A casa. – le dije más como una petición que una sugerencia.
- ¿no quieres comer algo?
- Es que no traigo mi billetera – mentí con una sonrisita. No tenía dinero y ya. Aparte; en casa seguro que hay espagueti esperándome.
- Ya te dije, nena, que el que paga es el...
- Esta no es una cita – recordé.
El sonrió con algo de ternura que trató de disimular.
- Solo vamos por un par de dulces.
Editado: 12.01.2021