Fea | Editando

《1》: Cadenas.

🎶 《Chains》, de Nick Jonas.

Terminó de arreglarse para ir a trabajar. 

Se colocó el saco azulado oscuro que combinaba con lo que llevaba puesto, peinando su cabello para recoger su maletín, dirigido a la salida.

Se despidió de su madrina con un beso en la frente, yendo hacia el vehículo que lo esperaba, introducido en las calles de New York.

El panorama era la carretera atestada de autos y el tráfico que lo envolvió junto al conductor,las bocinas de los otros autos resonando, y las personas cruzando la calle, dándole comienzo al día. 

Sí, el lunes.

Sabía que muchos lo odiaban, pues debían regresar a sus labores, impregnados del mal humor o con preocupaciones que los iban vacilando, pero, a diferencia de muchos, a él no le importaba nada de eso. 

La verdad era que se trataba de uno de sus días preferidos, puesto que estaba vuelta para continuar con lo que su familia dejó en sus manos.

Bajó del móvil, al despedirse de Richard, su chofer, deseándole que tuviera un buen día, por lo que luego caminó a la empresa, saludando a algunas personas que se encontró en el recorrido. No pasó mucho tiempo por la espera del ascensor, quien lo llevó directo a su destino en cuanto las puertas se abrieron.

Fue directo a su oficina, viendo a Nora, su secretaria, recibiendo la compañía de la mujer en su despacho.

—¿Qué hay para hoy?—Preguntó, tomando asiento. La mujer se acomodó en su silla antes de hablar.

—En una hora tienes la entrevista para el Times. Para las doce está la inauguración de la sucursal en Brooklyn, a las tres pediste la junta con los empleados y casi al final del día te espera una entrevista para un puesto de trabajo.

—¿A quién?—Demandó, con el ceño fruncido.

—Basándome en la información de su currículum, es una chica de veintisiete años, capacitada para trabajar como secretaria ejecutiva o para el puesto de mecánica automotriz. —Emitió, observando en sus apuntes.

—¿Una chica? ¿Mecánica automotriz?—Nora resopló al escucharlo. Siempre tan obstinado.

—Sí, Alvaro, una chica especializada en la mecánica automotriz ¿Qué tiene de malo eso?—La pregunta lo hizo bufar sin que tuviera más remedio que aceptar lo que escuchaba. Al fin y al cabo, su madre fue quien se hizo cargo de la empresa un tiempo mientras cumplía la mayoría de edad.

—Nada, solo… ¿Algo más?—Ella negó, observándolo.

—No por ahora, pero sabes que en el transcurso del día se irán sumando más cosas. —Asintió, comprensivo mientras ella abandonaba la estancia.

Unos minutos antes ue llegara la entrevista, sintió su teléfono resonar contra la madera oscura de su escritorio. Tomó el aparato en sus manos preguntándose por qué no lo había colocado en silencio y luego contestó.

—¿Diga? —Habló.

—¡Hasta que por fin te encuentro!—Resopló su viejo amigo desde la otra línea.

—Sabes que estoy ocupado la mayoría del tiempo. —Pinchó, molestándole.

—Lo sé, lo siento. —Se disculpó—. ¿Vienes hoy a la inauguración de la sucursal? Es que surgió un pequeño problema. —Alvaro miró el techo de la oficina, suspirando de manera profunda al escucharlo.

—¿Qué tan pequeño?—Su amigo carraspeó, dudoso.

—Pues…

—Alvaro, la persona que te va a entrevistar ya está aquí. —Nora entró, impidiéndoles continuar con la conversación. No quiso regañarle por la imprudencia, así que le hizo una seña para que ambas entraran. 

—Si no puedes atenderme ahora, te lo digo cuando vengas, ¿de acuerdo?—El hombre en la línea habló.

—De acuerdo, cuídate. —Murmuró, antes de cortar. Colocó el aparato en modo silencio, a la vez que su secretaria ubicaba a la mujer en el espacio frente a él.

—Buenos días, señor Dunne. —Saludó, en cuanto toda la atención se centró en ella—. Mi nombre es Ximena Ríos y trabajo para la revista The New York Times, supongo que le han informado a qué se debe mi visita. —Señaló, sin apartar la vista de él. El hombre frente a ella movió su cabeza en modo afirmativo, así que se dispuso a sacar una pequeña grabadora con la que tomaría la entrevista.

—Claro que sí, señorita Ríos. Es un placer para mí que pueda entrevistarme. —La joven sonrió, colocando el aparato sobre la superficie  antes de acomodarse para comenzar con su labor.

—El placer es mío, señor Dunne. ¿Podemos empezar?

—Sí.

—De acuerdo—musitó—. Para iniciar, me gustaría saber, ¿cómo surge la ForDenn? ¿Qué tanto se tuvo que pasar para que llegara a ser lo que es hoy?—Preguntó fijando toda su atención en él.

—ForDenn nació por mi abuelo, Justin Dunne. Había terminado sus estudios cuando pensó en crear un patrimonio familiar, llevando a cabo sus conocimientos y todo lo que llegó a investigar por años acerca de los autos, su funcionamiento, la cantidad de tiempo que funcionarían con ciertas piezas y un sinfín de temas que solo él pudo saber en su momento. —Respondió.

—¿Qué tan cercano fue a Henry Ford? ¿En algún momento trabajaron juntos? ¿Hubo influencia de parte de Henry para que Justin prosiguiera con el boceto de su idea?—Inquirió.




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