Fea | Editando

02: SUEÑOS ROTOS

Despertó desbocada sintiendo que el aire faltaba en sus pulmones. El corazón le latía a un ritmo casi imparable, así que volvió a recostarse en la cama, pasando una mano por su rostro mientras sentía que acariciaba sus lágrimas.

 

Otra vez había despertado llorando por el recuerdo de aquella noche en que sostuvo el cuerpo inerte de su hermano, posándolo sobre sus brazos. Sus sollozos casi siempre eran escuchados por su madre, aunque al parecer esa noche no era así.

 

Se quedó en la cama, mirando al techo sin poder conciliar el sueño nuevamente. Había tenido una semana muy agotadora y lo que más necesitaba era dormir, aunque su deseo no iba a cumplirse como quería. Aparte, no iba a tomar alguna pastilla de esas que apagaban todos sus sentidos para poder concentrarse en el acto, por lo que decidió esperar que resonara la alarma para levantarse.

 

Desde que salió de esa oficina su mente no paraba de dar vueltas y maquinar, suponía que por ello tuvo que volver a revivir esos recuerdos que tenía guardados bajo llave en un cajón. Tal vez si aún no se sintiera culpable de haber chocado contra ese poste, sus pensamientos viajarían con más calma, evitando así que despertara de esa manera.

 

Para cuando resonó su despertador, ya estaba colocándose la ropa para salir. Había escogido su uniforme de Secretaria, mientras entraba el de Mecánica en su bolso para terminar de arreglarse. Iba a tener que poner de todo el buen humor no portaba para no tener que tocarle la fibra al hombre que sería su jefe.

 

No deseaba que desquitara sus molestias con ella después de haber discutido, así que una de las cosas que haría era llegar temprano a trabajar.

 

—El desayuno está listo. —Vociferó su madre desde la sala. La mujer se hizo una coleta, poniendo un poco de labial a sus labios para verse mejor; portaba una blusa azul junto a una falda de tubo negra con unas bailarinas del mismo color.

 

Salió de su recámara, tomando asiento en la mesa bajo la mirada inquisitiva de la mujer que la acompañaba. Soltó un suspiro.

 

—Buenos días, mamá. —Saludó, dándole una sonrisa. Le devolvió el gesto con cariño, escrutándola con más calma.

 

—¿Cómo amaneciste, cielo? —Gemma dejó los utensilios que tenía en su mano a medio camino, recordando.

 

Lamentablemente, ninguna de las dos, a pesar del tiempo que había pasado, tenían superada esa tragedia del todo porque el recuerdo seguía vívido en sus pensamientos sin haber segundo alguno en que no pensaran en él.

 

—Volví a recordarlo. Casi no dormí nada anoche. —Posicionó los brazos a los lados de su desayuno, sintiéndose rendida. Ni siquiera tenía hambre.

 

—No te preocupes. —Puso su mano sobre la de ella, alentándola —. Vamos a ir mejorando. Lo prometo. —Le regaló una sonrisa, calmada a la vez que la veía negar con lentitud a modo de resignación. Como no quiso seguir con ese tema, carraspeó —. ¿Y dime? ¿Qué fue toda esa llamada ayer por la tarde? ¿Conseguiste trabajo? —Su hija la miró de soslayo.

 

—Me llamó el dueño de la ForDenn. Quería que cubriera un puesto en una Inauguración. —Señaló, aunque eso no la satisfacía. Había algo más y deseaba saberlo —. Luego de eso fuimos a su empresa. Me dejó en su oficina al rededor de cuarenta y cinco minutos para luego volver furioso y desquitarse conmigo. —Completó, porque sabía que su madre era demasiado curiosa. La escuchó emitir un sonido de asombro.

 

—Bueno, ¿pero y tú qué hiciste? ¿No le diste con la llave inglesa o algo? —Dejó salir una risa, negando.

 

—Casi, pero no lo hice porque al parecer estaba enojado con su ex esposa y no era su intención bombardearme como si fuese igual a ella. —Encogió los hombros —. La primera pregunta que me hizo para mostrar su cara mal humorada fue: "¿Por qué una mujer? ¿Mecánica?" —Imitó su tono de voz, fallando terriblemente —. Contraataqué con lo simple: demandándole por qué su madre se hizo cargo de la empresa tanto tiempo. Sabía que era el heredero y que también era menor de edad en ese entonces, sin embargo, tenía que tomarlo por su lado más débil. —Continuó, levantándose para llevar todo a la cocina —. Al final, entre nuestro dimirete terminó por contratarme, solo que no sé en qué área. No me dijo. —Concluyó, volviendo para tomar las llaves de su auto y el bolso.

 

Su madre la miró con inquietud. Ni siquiera era su hora de salida, aparte de que tampoco acabó su desayuno, cosa que parecía común cada vez que despertaba recordando el accidente. Dejó salir un suspiro.

 

—No me gusta que te vayas así, Gemma. —Tomó el pomo de la puerta, girando para verla.

 

—Estaré bien. Espero que hoy sea un buen día. —Tiró un beso en su dirección, sonriendo antes de cerrar tras de sí.

 




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