Fea | Editando

07: EN PEDAZOS

El timbre de la casa resonó, haciendo que todos los que se encontraban en el comedor, desayunando, fruncieran el ceño sin saber a quién se le ocurría la brillante idea de ir un domingo en la mañana a molestarlos, aunque dos de los presentes ya estaban haciéndose una idea.

—Yo voy. —Anne se puso de pie, dejando la servilleta a un lado de su plato mientras se encaminaba a la entrada. Por su parte, Alvaro aguardó, rogando al cielo que no fuese la persona que esperaba o en verdad, ya no sabría qué hacer.

Pasó una mano por su rostro, comenzando a escuchar voces que cada vez eran más claras hasta que se dio la vuelta, mirándola sin poder creer que estuviese arruinándole la mañana.

—No pude detenerla. —La mujer levantó las manos a modo de rendición, volviendo a su asiento a la vez que su sobrino se ponía de pie, suspirando.

—¿Y bien? —La pelirroja soltó su respiración, medio sonriendo al verlo.

—Prometo que he venido en son de paz y he traído un obsequio que sé que a tus hijos les gustará. —Inclinó la caja que llevaba en sus manos hasta él al tiempo que algo se removía, cosa que lo puso en alerta —. Ábrelo. —Su jefe movió la cabeza a modo de negación hasta que no le quedó más que levantar la caja, recibiendo sobre sí a un animal que comenzaba a aferrarse a su cuerpo.

Escuchó el gritillo de su hija, emocionada por ver al cachorro que su padre cargaba y a diferencia de ella, su hermano no estaba reaccionando.

—Papá, is beautiful. —Musitó la pequeña, al tiempo que su padre lo dejaba contra el suelo, quedando lo suficiente cerca de su madrina y su hija como le fuese posible.

—Ella no es la mujer con la que saliste anoche, ¿verdad? —La cuestión de su hijo terminó por auentar la tensión que la escena estaba generando desde el instante en que el timbre resonó. El solo hecho de saber que estaban hablando de una mujer que no era ella, hizo que su rostro perdiera la felicidad fingida que intentaba demostrar —. Si hubiese sido ella, sabría que no nos gustan los perros comprados en tiendas para ricos. —Alvaro lo vio levantarse, abandonando la estancia a la vez que retomaba su posición, acercándose a ella.

Ambos se retaron con la mirada hasta que la tomó del brazo, guiándolos a la terraza donde por fin podría mostrarse tal y como se sentía: completamente molesto.

La mujer elevó el mentón sin inmutarse ante la mirada de molestia de su jefe, incluso ella estaba a nada de explotar.

—¿Con quién saliste anoche? Sabía que cuando te llamé ibas con alguien. —Farfulló, negando.

—No te debo explicación de nada, Kael. Necesito que te metas eso en la cabeza. —Espetó, dando un paso hacia ella —. Y ahora mismo vas a decirme qué demonios pretendes viniendo a mi casa cuando estoy en compañía de mis hijos, porque eso sí que no voy a dejártelo pasar. —El tono molesto la hizo dar un pequeño respingo en su lugar, sorprendiéndola.

—Y-yo…

—No vas a comprar a mi familia, no vas a comprarme a mí y mucho menos vas a tenerme nunca más tan cerca de ti como lo amerite la situación laboral. Quiero que pares con esto de una vez por todas o voy a tener que sacarte de la empresa. —Adviritó, dando un paso hacia atrás mientras veía que su gesto duro flaqueaba —. Tú y yo sabemos que no lo quieres, Kael, así que no me hagas…

—¿Qué? ¿Qué no te hago hacer? —Escupió con rabia, acercándose.

—No me hagas tirar a la basura toda nuestra amistad. —Una risa seca la asaltó, dándole a entender que no podía creer nada de lo que le decía y si era sincero consigo mismo, también le parecía absurdo el aún creer que seguían siendo esa clase de amigos.

—Aquí no hay amistad, Alvaro. Aquí solo hay egoísmo, noches de sexo, soledad y despecho. Te sacaste toda tu mierda conmigo, cada vez que estuvimos juntos en mi casa, en un hotel, donde se te ocurriera mientras Paloma no estuviera en tu cabeza y pudieses olvidar tu fracaso de matrimonio por unos minutos. —Su voz se volvió seca, casi como si hablara con rencor, solo que no parecía generar emoción en el hombre frente a ella —. Me usaste, fui tu objeto, tus escapes, todo lo que exista y que no sea de valor ante alguien. Y te acepté como estúpida, porque era tu amiga, porque te amaba, porque me enamoré de ti…

—Eso no es amor, Kael, por Dios. —Interrumpió, sin apartar la mirada —. Tú accediste a esas noches, jamás te prometí algo más que solo momentos de cama. Que te hayas creado otras expectativas, no es mi culpa. —Una mano se alzó para golpearlo, pero la detuvo a tiempo, observando su expresión de furia contenida —. Golpearme no hará que tengas razón con esto, porque el consentimiento siempre fue de dos. Yo no puse una pistola sobre tu cabeza, no te obliqué ni te ultrajé, simplemente lo acordamos y pasó. Lo que generaste con respecto a mí, ya es cosa tuya. —Soltó su brazo con un movimiento brusco que la mujer frente a él empleó con tal de alejarlo. La vio pasar una mano por su rostro, negando.

—Hasta mañana. —Masculló, dándose la vuelta para abandonar el lugar sin intención de llevarse al cachorro que había llevado a casa.

Alvaro dio un puñetazo contra una pared, destruyendo uno de los adornos que la cubrían, a la vez que soltaba un quejido lleno de molestia.

¿Se suponía que la maldición que su ex había empleado contra él estaba cumpliéndose? Soltó un resoplido, tomando asiento en una de las sillas del lugar, llevando sus manos a su rostro.




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