Fea | Editando

08: CAVERNÍCOLAS

Despertó unos minutos antes de que su alarma resonara, tomando la decisión de quedarse sentada en el colchón, recostándose de la pared.

Pasó una mano por su rostro, rememorando la noche anterior, pensando que había sido mala idea ir a la empresa a esa hora de la noche. Si su jefe no hubiese llegado, habría ido alguien a quien tendría que haber enfrentado solo por el hecho de estar ahí. Estaba siendo demasiada inconsciente con su vida, con lo que sentía y todo lo que la rodeaba. Eso no debía volver a pasar. Nunca más.

Se alistó, recogiendo su cabello en una coleta al término de vestirse, tomando sus cosas antes de ir a la sala por el desayuno.

Tomó asiento en la mesa, sin intención de hablar con nadie sobre lo sucedido, comiendo en completo silencio, sabiendo que su madre comenzaría a cuestionarla en cualquier momento, solo que no estaba lista para ello.

—Ahora no, mamá. —Musitó, mirándola de reojo, observando a su hermano aparecer desde el pasillo.

—Mamá, te encargo a George en lo que regreso, ¿sí? ¿Crees que sobreviva en el consultorio? —La mujer sonrió, asintiendo.

—¿Por qué no? —Musitó, recibiendo al pequeño en sus brazos, viendo que la chica en frente recogía su plato —. ¿Irás a buscar a tu esposa, no es así? —Jackson le dio un asentimiento, notando que había una tensión extraña en el ambiente, aunque no era precisamente por él.

—¿Te pasa algo, Gemma? —La joven volvió con ellos, negando mientras recogía sus pertenencias.

—Nos vemos en la noche. —Besó la mejilla del pelirrojo, luego la de su madre y finalmente la de su sobrino, abandonando la estancia para hacer el trayecto en busca de un transporte.

 

Miró hacia arriba en cuanto tuvo el edificio frente a ella, preguntándose una y otra vez en qué decidió meterse cuando envió su currículum a ese lugar. Ahora comenzaba a arrepentirse y no precisamente por el trabajo que ejercía, sino porque algo se mezclaba con él; ese algo tenía nombre y apellido, pero sabía que era demasiado rápido para afirmarlo, para etiquetar lo que estaba sintiendo por más cuestiones que su amiga hubiese respondido.

Aparte, la parte vulnerable que no quería sacar a la luz, ya era demasiado notoria como para poder ocultárselo si alguna vez le preguntaba cosas de su pasado. Facetas que no tenían que ver con el accidente, pero que marcaban su miedo y rechazo, justo como había sucedido la noche anterior con tan solo sentir que Alfred no respetaba su espacio.

Las preguntas que él tenía jamás iban a tener respuestas, porque no podía contarlo, solo podía pensar en ello y llorar como si llorara por una tontería que terminó convitiéndola en lo que ella era: una mujer inestable o solo alguien que necesitaba abrirse, aunque ese día nunca llegaría.

Las puertas del ascensor se abrieron, logrando que levantara la mirada para observar a Nora con una leve sonrisa que ni siquiera llegaba a sus ojos.

—¿Te sientes bien? —La castaña se acercó, pasando sus manos por el rostro de la joven —. Si necesitas un descanso, la sanción que podrían emplearte, la tomaré yo. No te ves como para que estés aquí. —Gemma negó, buscando sonreír por más falso que saliera.

—Solo… No fue una buena noche. Desde que entre al taller estarme mejor, lo prometo. —Nora asintió apenas, dejándola pasar a la oficina mientras le recordaba que podía irse a casa si lo necesitaba.

Su amiga le dio las gracias, cerrando la puerta tras de sí, sin notar algún cambio en su ánimo cuando lo vio ponerse de pie ante su llegada. Le ofreció asiento, así que no dudó en tomarlo, sosteniendo su mirada.

Alvaro volvió a sentarse, frunciendo el ceño al ver su semblante tan pálido. No había visto qué tan mal estaba la noche anterior, sin embargo, en ese instante parecía necesitar más que un descanso.

—¿Está bien, señorita Blumer? —Quiso asentir, no obstante, terminó por cerrar los ojos, sintiendo que su cabeza daba vueltas, desequilibrándola —. ¿Gemma?

—Sí, no se preocupe. —Volvió a fijar su mirada en él, esta vez más atenta a lo que iba a decirle.

—De acuerdo. —Emitió, sin estar totalmente convencido, al tiempo en que sacaba un sobre de su maletín —. De esto le hablé anoche cuando la encontré en el taller. Es algo que quiero que lea. —La joven abrió el material, dejando ver una parte de lo que se suponía era una carta con un título que parecía no comprender.

—¿Carta de los derechos? ¿Qué se supone que debo hacer con esto?

—Ese texto lo escribió mi madre hace bastante tiempo, cuando trabajaba en la empresa. —La vio fruncir el ceño, casi como si quisiera quejarse por algo que había dicho, aunque no emitió palabra alguna —. Va a leerlo en la actividad de la que hablamos el sábado con Carlton y los demás.

—Pero ni siquiera estoy dentro del personal que se encarga de estas cosas. No represento nada aquí. —Su jefe negó, inclinándose hacia adelante sin querer apartar la mirada de ella.

—¿Qué se supone que hace en el taller, señorita Blumer? ¿No es suficiente saber que ha sido bien recibida en la empresa luego de…?

—Muchos prejuicios y discriminación. —Completó, viéndolo asentir.

—De parte de todos, sin excluirme. —Indicó —. Creo que si hay alguien que debería leer eso delante de todo el mundo, esa debe ser usted. En una semana ha demostrado ser mucho más eficiente de lo que creí, así que acepte la propuesta. —Gemma miró el sobre entre sus manos, negando luego de unos minutos.




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