Fea | Editando

11: PARA EMPEZAR

El resto de la noche intentó mantener la compostura. Volvió a la sala, pero no quiso hablar con su hermano sobre lo que había pasado, simplemente decidió centrarse en lo que había ido a hacer y no en cómo las manos de esa mujer se entrelazaban constantemente con las de su jefe.

O quizás solo se fijó en eso lo que faltaba de la función, sin embargo, admitirlo le era demasiado. No quería sentirse abrumada por sus propios sentimientos por lo que dejó de darle vueltas al asunto. Al final de cuentas, tendría que salir con él y a lo mejor eso aclararía todas sus dudas.

Caminó al comedor, soltando un largo suspiro mientras el corazón le martilleaba con fuerza. Llevaba puesto uno de sus jeans favoritos junto a una camisa de cuados que iban de color rojo y negro, además de unas botas que hacían juego con todo su atuendo. Su cabello iba recogido en una coleta, al mismo tiempo que su flequillo cubría su frente.

Observó un papel sobre la mesa, así que lo tomó, leyendo. Su madre le dejaba dicho que estaba en el trabajo, cosa que solo pasaba de emergencia si era domingo y su hermano había decidido salir con su sobrino, para que no se sintiera tan presionada si quería tomarse el día libre.

Luego de terminar en el consultorio, Odette se tomaría un tiempo para ir al centro, así que prácticamente ese hombre la estaba salvando de no tener nada qué hacer por un día completo, pues tampoco tendría el respaldo de su mejor amiga.

Dobló la hoja, respondiendo a su mensaje, recordando que esa noche tendría la visita de su cuñada.

Se enderezó de pronto, pasando una mano por su rostro. ¿Qué iba a hacer ahora? No podía irse así, no cuando su familia estaba reintegrándose nuevamente y por más tentador que fuese salir con Alvaro, no lo pondría por encima de todo.

Negó, antes de salir hacia el garaje, efectuando una llamada. Debía sacar unas cajas que ya no volverían a ese lugar, mientras tanto, lo que quedaba tendría que dejarlo allí hasta que pudiese devolverlo al sitio donde su padre había dejado todas sus pertenencias antes de irse. Le iba a llevar un tiempo, pero en ese momento ya no le importaba tanto como el querer liberarse.

Tomó asiento en uno de los escalones de la entrada hasta que vio a la pequeña camioneta llegar. El conductor bajó, alisando su cabello al tiempo que se acercaba para saludarla.

Se puso de pie, dándole la mano, observando el rostro del hombre frente a ella.

—¿Señorita Blumer? —Gemma frunció el ceño, dándose cuenta de que reconocía esa voz.

—¿Ryan? —Demandó, mirándolo con detenimiento.

—Gem… ¿Gemma? —Inquirió, sonriendo al verla desde su posición —. Y yo que creí que jamás volveríamos a vernos. —Musitó, antes de que ambos se envolvieran en un abrazo amistoso.

Gemma se apartó al poco tiempo, devolviéndole la sonrisa antes de entablar una pequeña conversación. Entre preguntas le confesó que ya no estaba con Alfred, lo que terminó por sorprender al muchacho, quien no perdió tiempo al invitarla al salir, solo que no se vio venir la negativa.

La mujer frente a él estaba convencida de que eso no iba a funcionar, por más soltera que estuviese y aún si no le gustara su jefe. Lo de Ryan no iba a funcionar nunca, eso siempre lo supo desde que se toparon por primera vez en la Universidad, así que cortarle el ala en ese instante, era lo mejor que podía hacer.

Además, estaba intentando centrarse en cosas más importantes, como tener que cancelar la salida con su jefe para hacerse cargo de sus responsabilidades, antes que de lo que no podía controlar. Y era lo mejor si reparaba más en esa parte que en lo demás.

Dejó salir un suspiro cuando lo vio cerrar la parte trasera de la camioneta donde llevaban sus cajas, cambiando el sentido de su mirada mientras observaba que un auto negro que ya conocía a la perfección, aparcaba cerca de su casa.

La puerta se abrió, haciendo que todo su cuerpo denotara lo nerviosa que estaría en cuanto se acercara a saludarla, por lo que intentó mantener su compostura a la vez que su amigo reparaba en lo que estaba sucediendo.

—Buenos días. —La voz llegó hasta sus sentidos, logrando que un rubor incontrolable subiera a sus mejillas.

—Señor Dunne. —Musitó, sin reparar por completo en su porte, volviendo la vista al rubio que quedaba frente a los dos pues Alvaro estaba posicionándose a un lado de la pelirroja —. Le presento a Ryan, fue mi amigo en la Universidad y vino por unas…

—No es necesario que le expliques, Gemma. —Habló, alargando su mano para saludar al recién llegado. Alvaro le tendió la suya, completando el saludo momentáneo —. Ya me iba. Gemma, espero que nos veamos pronto, fue un gusto verte. —La mujer asintió, sonriendo a medias para luego verlo alejarse.

El hombre a un lado de ella posó su mano en su cintura cuando vio el vehículo encendido, dando una pequeña reversa, sin percatarse de lo rígida que estaba la mujer a su lado ante el toque que había empleado.

Jamás pudo haberse imaginado que su propio jefe iba a estar tocándola de esa manera y mucho menos en una situación como esa. No estaba bien, ¿o sí? No podía pensarlo, no teniéndolo tan cerca que casi no podía siquiera respirar.

Terminó alejándose dando unos tres pasos hacia atrás, donde nada de él pudiese afectarla, levantando la cabeza para enfrentarlo. ¡Estaba loco!




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.