Fea | Editando

13: DESTRUIDOS.

En la madrugada, Gemma abrió la puerta de la habitación, logrando entrar sin hacer ningún ruido que despertara a su compañera de cuarto. Con cautela, dejó sus cosas en el pequeño mueble de la habitación, terminando por recostarse en la cama, cerrando los ojos para volver a dormir.

Le había pedido a su jefe regresar al menos unas horas antes de que llegara el día siguiente para no levantar ninguna sospecha. Claro que a él eso no le importaba, sin embargo, para ambos era lo mejor que debían hacer después de haber tenido la prensa sobre ellos unas horas antes.

Exhaló con calma, abriendo los ojos, mirando el techo un momento, dejando los brazos sobre su pecho con calma, pensando que, después de todo ese tiempo de infelicidad, algo estaba comenzando a encender esa chispa que una vez se apagó. Y parecía tan absurdo que la persona que estuviera haciendo eso, fuera su jefe. Un hombre al que ni siquiera le llegaba a los talones, quien podía destruirla en tan solo un segundo con alguna acción o palabra que supiera hacer un efecto tan inminente que no lo pudiese detener. Pero a pesar de eso, también conocía su capacidad para salir adelante, sabiendo que Alvaro no iba a ser el único que quisiera afectarla, si llegaba el caso.

Por muchos años aprendió que la única responsable de sacarse a flote, era ella misma. Nadie más, ni siquiera su familia, porque esas sesiones frente a esa mujer, durante un tiempo estimado, sobre ese mueble, no quedarían en el olvido. Siempre le recordarían lo fuerte que fue, que era y lo que sería, a pesar de todas las circunstancias que llegaran a su vida, cosa que nunca podrían arrebatarle.

Logró conciliar el sueño hasta que un sonido en la puerta la hizo ponerse de pie, sintiendo que su mundo daba vueltas unos segundos antes de dirigirse hacia allí, tomando el pomo de la puerta.

—Señorita Blumer, servicio a la habitación. —La mujer frunció el ceño, mirando al joven sin creer lo que estaba pasando.

—No creo que haya solicitado esto para una habitación “normal”. —Murmuró, pasando una mano por su rostro.

—Creo que lo envía… —Revisó la nota que llevaba en la mano —, el señor Donnas. —Levantó la mirada, al tiempo que Gemma comenzaba a reír —. ¿D-Donnas? ¡Dunne! Señorita, perdone. —Negó, sonriendo para luego dejarlo pasar.

—No te preocupes. Gracias. —Murmuró, viéndolo alejarse mientras cerraba la puerta.

Soltó un suspiro, encaminándose al baño para tomar una ducha; al salir, se colocó una falda estilo midi junto a una blusa blanca, acompañada de unos zapatos negros a medio tacón que combinaron con su coleta alta y el flequillo suelto en su frente.

En cuanto terminó de arreglarse, tomó asiento en la cama, comenzando a desayunar lo que habían llevado para ella. Mientras lo hacía, puso la televisión, quedándose muda en el momento en que comenzaron a pasar una nota sobre lo que había pasado el día anterior en la ciudad.

Hablaron primero sobre la actividad que celebraron, para luego centrarse más en el acto de defensa que Alvaro tuvo con ella cuando la prensa la acorraló con las preguntas que no quería siquiera recordar.

“Fuentes cercanas se acercaron a varios reporteros del lugar con el fin de anunciar, de forma anónima, que el multimillonario y el divorciado más codiciado estaba manteniendo una relación secreta con una de sus empleadas que había llegado nueva a su trabajo unas semanas antes.

La señorita Blumer, como se presume que se llama, evitó las cámaras siendo protegida por su propio jefe, con quien desapareció unos minutos después. Regresaron minutos después, más separados, pero al término de la noche, cuando la joven cerró el evento con unas palabras de empoderamiento provenientes de la madre de Alvaro Dunne, se les vio más cercanos, conociendo a los invitados mientras se acompañaban de su secretaria y otros miembros de la empresa que nuestro susodicho comanda.

Para terminar con esta noticia, pudimos obtener imágenes exclusivas de la salida que tuvieron una hora antes de que la sala del evento quedara totalmente libre de invitados. A la joven y a él se les ve entrar en el auto, que aparcó en la parte trasera del lugar, al tiempo que la sostenía en brazos. Dentro, suponemos, que mantuvieron algún otro contacto como el que nuestro periodista captó al seguirlos, viéndolos bajar en un hotel que no estaba reservado, donde pasaron la noche juntos.

Dejamos una foto de los tortolitos de la noche, manteniendo contacto sugerente, recordando que horas antes las palabras del señor Dunne fueron totalmente negativas al momento de efectuarle la pregunta sobre si ellos dos estaban juntos.”

No pudo escuchar lo siguiente de lo que estaba hablando la mujer en la pantalla, simplemente comenzó a bloquear los sonidos, centrándose solo en el silencio que dejaba al descubierto lo mal que estaba respirando en ese instante. Es más, ni siquiera podía sentir que el aire entraba a sus pulmones. Estaba completamente aturdida, tratando de no flaquear justo allí.




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