Fea | Editando

14: TODO DE MÍ

—¿Cuándo sale tu vuelo? —Preguntó colocándose el saco. Estaba retrasado para ir a verla, pero eso apenas le importaba. Ella se iría para no volver.

—Dentro de media hora. —Respondió. Se colocó la corbata con rapidez, tomando sus cosas mientras salía de la habitación. ¡El inicio del día estaba siendo un completo desastre! Aún así, no iba a darse por vencido. No quería que se le fuera de las manos —. Gemma dijo que vendría, pero no tiene auto y no creo que llegue; no sé si puedas pasarla a buscar. —Mencionó. Alvaro asintió, sonriendo a medias.

—Con gusto. —Y colgó sin más, llegando hasta donde se encontraba su madrina, quien al verlo, soltó una larga carcajada, observando su saco al revés, la corbata mal puesta y el cabello sin peinar, completando un pésimo look.

—¡Deberías verte, hijo! ¡Necesitas una esposa! —Exclamó, entre risas —. ¡Y también debería tomarte una foto! —Alvaro la miró entre divertido, a la vez que molesto, besando su mejilla, alejándose mientras caminaba al auto.

Richard le abrió la puerta, viéndolo entrar con una mueca extraña en el rostro.

—Hazlo. —Murmuró, al tiempo que el hombre reía con modestia.

¿Tan mal estaba? Llevaba su traje favorito, ese blanco con camisa azul y la corbata del mismo color, solo tenía que intentar arreglar su desastre.

La noche anterior le había golpeado bastante duro, luego de tener una noche completa sin dormir por cosas en las que no quería pensar en ese momento.

El vehículo aparcó, lo que le hizo salir, acercándose a la puerta, tocando el timbre.

Gemma caminó con rapidez, dejando la habitación, sabiendo que ya iba tarde. No bastaba con querer despedirse de Nora, ¡tenía que hacerlo!, solo que, quizás el taxi que debía pedir no iba a llegar en el momento justo, por lo que necesitaba un milagro.

Y ese milagro tenía ojos azules y un traje de color blanco, parado frente a su puerta, dejando ver que también se quedó pegado a la cama.

—Pasa. —Murmuró —. Toma asiento, no hay nadie en casa. —No le prestó mucha atención, así que regresó por sus cosas, volviendo unos segundos después para verlo arreglarse la ropa de manera descuidada.

—¿Estás lista? No nos queda mucho tiempo. —La mujer asintió, dejando la casa cerrada, subiendo al auto junto a su acompañante, terminando de arreglarse en el trayecto para luego girarse, mirándolo.

—Gírate hacia mí. —Pidió. Lo hizo sin emitir palabra, sintiendo cómo le quitaba el saco, arreglándolo con calma antes de ponerlo sobre sí, con una sonrisa, viéndola pasar a la corbata para arreglar su nudo.

La observó, atento, dándose cuenta de la delicadeza con la que hacía las cosas, sabiendo que eso le gustaba demasiado; su concentración era indescriptible, con una parsimonia que solo ella podía tomar en cuenta en ese momento sin hacerlo sentir molesto o asfixiado, simplemente lo embelesaba hasta el punto de tener que reparar en el tono de su mejilla que con cada segundo se enrojecía más, percatándose de la mirada que estaba sobre ella.

La manera en que sus manos sostenían los elementos, en que respiraba momentáneamente por los labios ahora entreabiertos, causando que quisiera besarle sin percatarse, así, de repente, como ella había osado entrar en su vida. 
Terminó su tarea, fijando su vista en el cabello despeinado que llevaba, sintiendo cómo empezaba a peinarlo luego de sacar una peineta de su bolso, quitando la mirada de sobre él por unos segundos.

Al terminar, dejó una sonrisa al aire, antes de sentir cómo Alvaro se acercaba lo suficiente, dejando un beso en la comisura de sus labios mientras cerraba sus ojos un instante. Ambos perdidos en esa pequeña sensación, donde ninguno podía deshacerse del otro y tampoco esfumar sus sentimientos con facilidad; se querían, definitivamente, más de lo que pensaban, aún con sus diferencias, aún si faltaban palabras para decir lo que sentían, porque el silencio ya los delataba.

—Creo que todavía no te has dado cuenta la manera en que remueves mi mundo sin proponértelo, Gemma Blumer. —La mujer dejó salir un sonidillo, casi como si fuera una risa, afirmando su oración.

—Créame, señor Dunne, que usted no tiene idea de lo que está hablando. —Una risa lo asaltó, aún en esa posición, besándola sin más, dándose cuenta de que su chofer había detenido el auto.

La sostuvo de las manos al salir, enrollando sus dedos con los suyos mientras hacían el camino para buscar a Nora, a quien encontraron recogiendo sus maletas mientras llamaban a los pasajeros del vuelo.

—¡Nora! —La mujer se giró al escuchar su nombre, mirándolos con una sonrisa bastante amplia —. Lo siento, habríamos llegado más temprano, pero nos quedamos pegados a la cama. —Los miró con picardía, viéndolos negar al mismo tiempo —. No así. —Dejó salir una risa, asintiendo con calma.

—Lo sé, Alvaro, no te atreverías a ponerle una mano encima a menos que ella quiera y definitivamente, ella no quiere. —Habló, sonriendo a la misma vez que ellos lo hacían —. En fin, antes de irme quiero desearles lo mejor a los dos, pero sepan que seguirán pasando muchas cosas y lo único que les pido es que sean sinceros, nunca callen, porque el silencio, por muy bien que se sienta o muy ensordecedor, a la vez de abrumador, no soluciona nada. —Los envolvió en un abrazo que correspondieron al instante, viéndola alejarse unos segundos después, con sus palabras grabadas en el pecho.




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