Fea | Editando

17: CUIDARÉ DE TI

Los siguientes días se fueron más rápido de lo pensado, aunque no podían negar que todo estaba de maravilla entre los dos. 

Alvaro, debido a lo ocurrido, se había encargado de tomar las medidas necesarias para restringir las entradas de correspondencias tanto físicas como electrónicas que no tuviesen que ver con la empresa. Por supuesto, tenían a una persona técnica que iba a encargarse de eso hasta que todo parara. Lo que suponía era que luego del viaje, las cosas iban a calmarse y si ella seguía insistiendo, entonces recurriría a lo que no deseaba por más legal que fuese. 

Angela ya estaba en la recepción, por lo menos atendiendo medio tiempo antes de irse a la Universidad. Si en algún punto Gemma no podía atender alguna llamada, ella se encargaba de tomar esa responsabilidad, con el fin de mantener la situación más rotativa y amena, así ninguna se estresaba de más. 

Agradecía haberle dado el trabajo. Su pelirroja se sentía incluso más animada, el miedo de responder llamadas que tuviesen que alterarla ya se había esfumado y si su mejor amiga no estaba, él se encargaba de ayudarla aunque le tocase conversar con personas irrelevantes a las que no necesitaba atender ni siquiera por cinco minutos en el día. 

Compartieron los almuerzos fuera de la empresa, evitando encontrarse con los demás empleados que aún no estaban de acuerdo con lo que pasaba entre ellos, cosa que les permitió estar más unidos, sin importar que todos en los lugares se quedaran observándolos. 

A fin de cuenta también eran seres humanos que tenían la necesidad de disfrutar de lo que pasaba, de amar nuevamente después de las decepciones del pasado, reafirmando juntos que se encontraron en el momento correcto o eso era lo que ambos creían y aceptaban sin ningún problema. 

Alfred no volvió a molestarla, lo que significaba que las llamadas y mensajes ya no estaban, ni siquiera los regalos esporádicos aparecían en el buzón o en la entrada de la casa, lo que la hacía sentir mucho más calmada, quitando un enorme peso de sus hombros, pudiendo disfrutar con más calma las conversaciones que comenzaba con su mejor amiga e incluso con su jefe en los momentos en que salían. 

En medio de las charlas, supo que era fanático de las bandas de música llamadas Radiohead y The Fray, lo que hizo que pudiera escucharlo cantar en algún punto, haciéndola reír mientras también lo acompañaba. Para no perder el ritmo, también lo escuchaba hablar de algunas cosas de su infancia, incluyendo allí a su padre, a quien casi nunca sacada de sus conversaciones; le dejó saber que fue su guía, un mentor inigualable, su maestro, quien le enseñó muchísimo de lo que necesitaba, lo que apreció como nada, aunándolo a todo aquello que logró recopilar en conocimiento con los años. 

Era de esas veces que se sabría más de lo deseado con ella, cosa que valía la pena en todos los sentidos posibles. 

Al final del día, cuando llegaba a casa, Jackson la esperaba en la puerta, envolviéndola en sus brazos como si no la volvería a ver. De ahí, le mostraba lo que había conseguido para adornar su apartamento, contándole algunos que otros cuentos para mantenerla relajada, quedando incluso rendida en sus brazos luego de un largo recuento de momentos. 


Se levantó, sintiéndose más ansiosa de la cuenta. Era el día en que viajaba y aunque no quería hacerlo, se trataba de su trabajo, por lo que se frotó el rostro, alistándole para ir a desayunar. 

Frunció el ceño en cuanto llegó a la sala, escuchando los sonidos desde afuera. 

—¿Qué están haciendo? —Preguntó. Su madre levantó la vista, sonriendo con nostalgia. Ladeó la cabeza —. ¿Mamá? —Instó.

—Se están llevando las cosas de tu hermano. —Murmuró con un nudo en la garganta. 

Gemma suspiró, melancólica. Eso parecía ser lo único sombrío de la semana, aunque no dijo nada, colocándose en cuclillas a su lado. 

—Mamá… —Comenzó buscando algo que la animara. La castaña la observó con sus ojos brillosos por las lágrimas. 

—No, Gemma, es inevitable que todos se vayan. Austin lo hizo, tu padre también y ahora tu hermano que buscó el sentido de su vida. Regresó solo por un tiempo para irse otra vez y tú… Tú te irás con ese hombre si llegan a algo más. —Ella negó, aunque tenía razón. Tarde o temprano la dejaría sea con quien sea, solo que no iban a perder el contacto. 

Intentó decir algo, lo que sea que la alentara, pero nada salió, así que desayunó en silencio, charlando un rato con ella de otro tema que no fuese ese. 

Sonrió cuando le habló del centro; extrañaba ir a verlos, tenía bastante sin acompañarla.

—En serio, después de este viaje, te ordeno que vayas. Esos niños no pueden vivir sin ti, Gemma. —Objetó su madre. Ella asintió mientras lavaba los platos. 

—Está bien. Prometo que iré. —Respondió. 

Mientras recogía unas prendas de ropa, escuchó un claxon. No lo conocía en absoluto así que no dudó en ir a ver de qué se trataba. 

Vio a su madre en la puerta, colocándose a su lado con el ceño fruncido al que el auto negro estacionado frente a su casa. La puerta se abrió, dejando ver a su hermano, quien salió con una gran sonrisa en su rostro. 

Se acercó a las mujeres que más amaba en la vida, a parte de su esposa. 




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