Felice$ para $iempre

Capitulo 5: Un giro peludo en el guion

La frase de Dax, "Pareces mi novia", resonaba en mi cabeza como un eco persistente. Pasé la noche en vela, analizando cada sílaba. ¿Había sido un cumplido? ¿Una observación casual? ¿O una estrategia más de su manual de reglas invisibles?

Aileen no estaba cerca, así que no había razón para la mentira. Esa simple frase me había desestabilizado por completo, y ahora, cada vez que pensaba en la cita en el parque, mi corazón se aceleraba por una extraña calidez que me provocaba su comentario.

El "manual de reglas" de Dax decía textualmente: "Cita #3: Paseo por el parque ecológico - Simular conexión con la naturaleza y capturar momentos espontáneos para redes sociales". La ironía no se me escapaba. Yo, cuyo mayor contacto con la naturaleza era una planta de menta agonizante, iba a fingir ser una entusiasta ecologista con un trader de pacotilla.

Llegamos al parque de Alton bajo un cielo sorprendentemente azul. Dax, con sus vaqueros oscuros y su camisa de lino, parecía ajeno a mi turbulencia interna. Su sonrisa de buenos días fue tan encantadora como siempre.

—Buenos días, Kara. ¿Lista para nuestra dosis de naturaleza y postureo social? —me preguntó, con ese brillo divertido en los ojos.

—Preparada para lo que sea que diga el guion —le respondí, intentando que mi sarcasmo ocultara el nudo en mi estómago.

Dax soltó una risita suave. —A veces, Kara, creo que te tomas este manual demasiado en serio. Deberías improvisar un poco.

—¿Y arruinar tu plan maestro? Nunca —dije, levantando las manos en señal de rendición.

Empezamos a caminar por los senderos, el aire fresco llenando mis pulmones. Dax sacó su teléfono.

—Tu turno. Captura nuestra "conexión con la naturaleza".

Tomé el teléfono, y mis dedos rozaron los suyos. El contacto fue breve, pero el cosquilleo fue inmediato. Él se apoyó en un árbol, fingiendo estar contemplando el paisaje.

—Sonríe, Kara. Y ponle un filtro romántico. Algo que grite "almas gemelas" —dijo.

—El filtro ya lo pusiste tú. Y no te ves muy convencido —le dije, haciendo zoom en su rostro.

Dax se acercó y me susurró al oído. Su aliento cálido me erizó la piel.

—Necesitamos más que una historia, Kara. Necesitamos un momento. Algo que Aileen crea de verdad.

En ese instante, un peculiar ladrido grave nos llamó la atención. Entre los arbustos, apareció una perrita con orejas largas y caídas, patas cortas y una expresión de profunda tristeza cómica. Se acercó a nosotros con un meneo lento de su cuerpo regordete y comenzó a olfatear mis zapatillas.

—¡Oh, qué cosita! —exclamé, agachándome para acariciar su suave pelaje.

Dax se arrodilló a mi lado. —¿Y esta de dónde salió? Parece perdida. No lleva collar.

La perrita suspiró profundamente y apoyó su cabeza pesada en mi pierna. Su mirada melancólica directamente a mis ojos hizo que mi corazón se derritiera.

—¿Crees que tendrá dueño cerca? —pregunté, preocupada, rascándole detrás de las orejas.

Dax se levantó y miró a su alrededor. —No veo a nadie. Probablemente se escapó.

—Es increíblemente dulce —comenté, sin poder dejar de acariciarla. —Pero no podemos quedárnosla, ¿verdad?

—Lo sabes. Sería irresponsable.

Pasamos la siguiente media hora preguntando a la gente del parque, pero nadie la conocía. Cada "no" era un puñalito en mi corazón perruno.

—Y si nadie la reclama... ¿qué hacemos? —le pregunté a Dax, sintiendo que mis ojos se humedecían un poco.

Dax suspiró. —La llevaremos a una perrera. Es lo más responsable.

Pero en ese momento, la perrita lamió mi mano con una ternura inesperada. Algo hizo clic en mi interior.

—No... —dije, mi voz firme—. No puedo dejarla en una perrera. Me la quedo.

Dax me miró, sorprendido. —¿Qué? Kara, no puedes adoptar una perrita así como así. Requiere tiempo, responsabilidad...

—Lo sé —le interrumpí—. Pero mírala, Dax. Necesita un hogar. Y yo... bueno, yo siempre he querido un perro. Y ahora tengo una.

La perrita pareció entender la conversación, porque empezó a menear la cola lentamente y me miró con aún más adoración.

Dax frunció el ceño, pero luego una pequeña sonrisa asomó a sus labios. —Esto sí que no estaba en el manual.

—Supongo que algunos de los mejores momentos no lo están —respondí, sintiendo una oleada de determinación.

El resto de la tarde se centró en la nueva miembro no oficial de mi vida.

Dax, sorprendentemente servicial, me ayudó a buscar una correa improvisada y a asegurarnos de que la perrita estuviera cómoda. Nos seguimos tomando fotos, algunas con poses acarameladas dignas de portada de revista romántica, y otras, las más divertidas y espontáneas, con la pequeña perrita correteando a nuestros pies o acurrucada en mis brazos. Yo la sostenía en mis brazos mientras ella ponía su pesada cabeza en mi hombro, como si me conociera de toda la vida.

—Lilo —dijo Dax de repente, con una sonrisa nostálgica—. Como Lilo y Stitch.

—¡Siii! —exclamé, emocionada de que entendiera la referencia—. Es perfecta.

Nos seguimos tomando fotos, ahora con Lilo como la co-protagonista inesperada de nuestra comedia romántica.

Mientras salíamos del parque, con Lilo caminando pesadamente a mi lado, Dax se detuvo y me miró.

—Kara —dijo, con una sonrisa genuina esta vez—. Esto... esto es real.

Asentí, con el corazón lleno. Entre mentiras y poses, Lilo había llegado como un recordatorio inesperado de lo que significaba una conexión de verdad. Y aunque mi vida acababa de volverse mucho más complicada (y peluda), por primera vez en toda esta farsa, sentía que algo, al menos, era completamente auténtico.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.