Felice$ para $iempre

Capítulo 9: Solo es un contrato

El aire en el apartamento era tan denso y pesado que casi me costaba respirar. Lilo estaba echada a nuestros pies, con la cabeza apoyada en mi tobillo, su presencia una burbuja de calidez en el frío silencio. Era la hora del almuerzo, y ambos estábamos sentados a la mesa, comiendo en un silencio que se sentía más ruidoso que cualquier discusión. Dax se había servido su porción con la misma indiferencia con la que me había respondido por la mañana.

"Somos un acuerdo. Nada más."

"El contrato no cubre la confusión. Ni los sentimientos."

No podía seguir así. La noche anterior, el contraste entre su encanto con mi familia y su frialdad conmigo me había dejado destrozada. ¿Qué había cambiado? ¿Qué había hecho yo? El resentimiento y la confusión se apoderaron de mí. Dejé mi tenedor a un lado y lo miré fijamente.

—¿Qué te pasa? —le pregunté, con la voz más firme de lo que esperaba.

Dax levantó la vista de su plato, su expresión completamente inexpresiva. —No me pasa nada.

—Claro que sí. Un día eres el novio perfecto, te ríes con mi padre, me tomas de la mano y me defiendes de Aileen... y unas horas después eres un completo desconocido. ¿Qué demonios te sucede?

Su mandíbula se tensó. Dejó los cubiertos a un lado con un movimiento brusco. Se puso de pie y se cruzó de brazos, su postura era defensiva, como si estuviera listo para la batalla.

—Lo de la cena fue un trabajo, Kara. Una actuación. Te lo dije esta mañana. Tú y yo no somos nada de eso. No somos una pareja.

—Lo sé —dije, acariciando la cabeza de Lilo para calmar mis propios nervios—. Pero no tenías por qué ser tan... convincente. No tenías por qué comportarte como si te importara.

—Lo hice para que fuera creíble —dijo, su voz dura como el acero—. Aileen te conoce, y si no hubiera sido convincente, ella lo habría notado. Habría sabido que es una farsa, y tu familia lo habría descubierto.

—¿Y tenías que ser tan encantador? ¿Tan atento? ¿Tan... protector? —mi voz se quebró un poco—. Me hiciste pensar que, tal vez, solo tal vez...

Dax se rió, un sonido seco y sin humor. —No. No hay "tal vez" en esto, Kara. No hay emociones. No es real.

Esa risa me golpeó más que cualquier palabra. Sentí una punzada de dolor tan aguda que me costó respirar.

—Vaya, todos los hombres son iguales —murmuré, sintiendo que mis ojos se llenaban de lágrimas.

Dax se detuvo, y la expresión de su rostro cambió por un instante, un destello de algo que no pude identificar, antes de volver a su máscara de indiferencia.

—Lo que hicimos anoche es lo que haré cada vez que se necesite. Es parte del acuerdo. Es lo que firmaste. Y me estás poniendo en una situación en la que no quiero estar.

—¿Qué situación? —pregunté, sintiendo que mi corazón se rompía en mil pedazos.

Dax se acercó a mí, su mirada era dura y sin piedad.

—Esta situación. Donde me preguntas por mis sentimientos, donde esperas que te dé una explicación. No la hay. Lo nuestro es un negocio, una transacción. Es un contrato. Nada más.

Cada una de sus palabras fue como un golpe en el estómago. Me sentí tonta, ingenua. Había creído en él, en la conexión que sentía, en la calidez de su mano. Y ahora, sus palabras me recordaban la cruda realidad.

—Tienes razón —dije, apartando la mirada para que no viera las lágrimas que se acumulaban en mis ojos—. Solo es un contrato.

Me levanté de la mesa y caminé hacia mi habitación, dejando a Dax solo en la sala, con Lilo observando la escena con sus ojos curiosos. Cerré la puerta detrás de mí, y me dejé caer en la cama, permitiendo que las lágrimas cayeran. La noche anterior, la de las risas y las miradas cómplices, se sintió como un sueño lejano. Y este almuerzo, con sus palabras frías y duras, era una pesadilla.




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