En el área de la parrilla, el aire vibraba con el humo del carbón y el aroma a whisky de malta. Estaba rodeado por un círculo de hombres que no conocía; eran los amigos del novio de Aileen, y yo era el invitado que acompañaba a la dama de honor. Mi razón de estar aquí era una farsa que debíamos mantener.El anfitrión de la despedida, un tipo con un entusiasmo molesto al que llamaré El Novio mentalmente, se acercó a mí con dos cervezas.
—¡Dax, hombre! Te estabas quedando sin munición —dijo, extendiéndome una botella de cerveza artesanal.
—. Hoy celebramos mi última noche de soltero. ¡Pero como tú estás con la dama de honor, el Código de Honor de esta noche nos exige un desafio! Puse los ojos en blanco. Sentía el efecto del alcohol, pero mi mente estaba alerta.
—¿Desafío? —pregunté, dándole un trago largo a la cerveza.
—Sí. La última prueba de que estamos atados, pero aún somos cazadores —dijo un tipo a mi lado
—. El desafío es simple: el hombre que traiga a esta mesa las bragas de su pareja y las arroje sobre el fuego primero, gana la ronda.Hubo una oleada de risas y vitoreos.
La idea era estúpida, juvenil, y para mí, era una oportunidad. Si lograba traer la ropa interior de Kara, no solo ganaría el juego, sino que enviaría una señal clara a estos hombres: ella era mía .
—¿Bragas? ¿No es un poco... básico? —dije, sintiéndome ya victorioso. Después de nuestra mañana, sabía que Kara no dudaría.
—¡No, hombre! ¡Es la prueba de fuego! —insistió el anfitrión—. ¡
Tienes que convencer a tu mujer sin decirle que es un juego! ¡
Tienes que usar tu encanto de tiburón de negocios!Me reí.
—Trato hecho. ¿Cuánto tiempo tenemos?—¡Diez minutos! ¡Vamos, a cazar!Dejé mi whisky y me dirigí a la casa a toda prisa. La adrenalina se mezcló con el alcohol. Esta no era solo una prueba de hombría, era un juego de intimidad y control.
Yo tenía que ganar.
Cuando entré al salón, el ambiente era tranquilo. Vi a Aileen, perfectamente calmada, hablando con Kara .
Kara llevaba un vestido largo, s imple y elegante, que me golpeó con la fuerza de un puño.Me acerqué, sintiendo la urgencia.
—Necesito hablar contigo —dije, mi voz grave, solo para ella. Ignoré a Aileen.Kara me miró, con esa chispa de conciencia y de mentira que habíamos compartido esa mañana.
—¿Qué pasa, Dax? —susurró.La tomé de la mano y la arrastré con suavidad hacia un pasillo lateral, lejos de Aileen. La miré, mis ojos fijos en los suyos, sintiendo la intensidad de la noche anterior.
—Necesito algo tuyo —dije, sin rodeos.
—¿Algo mío? ¿Qué cosa? —preguntó ella, frunciendo el ceño, pero había una pizca de curiosidad.
—Necesito tus bragas
—Solté, mi voz baja y áspera.Sus ojos se abrieron de golpe, y el rubor subió a sus mejillas.
—¡Dax! ¿Estás loco? Estamos en una despedida de soltero.—Sé dónde estamos —dije, acercando mi cuerpo al suyo. Puse mi mano en su cadera, atrayéndola a la familiaridad. —
. Necesito que me las des ahora.La confusión en su rostro se transformó en comprensión y en un desafío ardiente. Entendió el juego, la audacia de la petición.
—¿Y si digo que no?
—Tendré que tomarlas. Y no quieres que te tome aquí, Kara. Confía en mí, quieres que yo gane —dije, sintiendo cómo mi control se deslizaba. La posesión era real, el deseo era real. Ella me miró por lo que pareció una eternidad. Luego, con un brillo salvaje en sus ojos, deslizó su mano debajo del vestido. Se inclinó, sus labios cerca de mi oído.
—Tú mandas, Dax —susurró. Un segundo después, sentí algo de seda en mi mano.
Me di la vuelta sin decir una palabra, sintiendo el triunfo correr por mis venas. Tenía el premio. Tenía su sumisión. Y lo más importante, tenía la prueba de que lo que pasó entre nosotros era mucho más que un contrato.
Regresé a la parrilla, donde los hombres me esperaban. Yo fui el primero. Arrojé la seda sobre el fuego, sintiendo el calor.
—¡Victoria para el acompañante de la dama de honor! —gritó el anfitrión. Mientras los otros hombres maldecían en broma y se preparaban para la siguiente ronda de bebidas, el anfitrión se me acercó, golpeándome en el hombro.
—¡Demonios, Dax! Eres rápido. Nunca había visto a una chica ceder tan rápido. Kara debe estar muy... dispuesta para ti.Había algo en su tono que me picó, una envidia mal disimulada.
El Novio era un tipo excesivamente sociable, pero su comentario me recordó que él y Aileen eran amigos de Kara. Suspiré. El Novio era demasiado cercano a mi dama de honor.
—Digamos que lo que Kara y yo tenemos, no necesita palabras —dije, mi voz intencionadamente baja y llena de implicaciones.
Mientras Aileen nos explicaba a su madre y al resto de invitados que su prometido estaba "indispuesto" después de la despedida, sentí una satisfacción helada. El Novio no estaba allí porque, a diferencia de mí, había regresado sin el premio.
Él había perdido el estúpido juego de las bragas. Yo era el único hombre en esa mesa con la prueba de la sumisión de mi pareja, y el silencio sobre el verdadero motivo de su ausencia era mi triunfo personal. Me incliné hacia Kara.
—Eres un tramposo —susurró, su aliento cálido en mi oído. Puse mi mano sobre la suya, sintiendo la ausencia bajo su elegante vestido—. Pero no estoy segura de cómo voy a explicarle a Aileen por qué he desaparecido mi lencería a mitad de la noche. Me siento expuesta.
Apreté su mano, mi pulgar acariciando la suave tela del vestido, justo donde sabía que su piel estaba desnuda. La satisfacción de su sumisión me recorrió como un escalofrío.
—No tienes que explicar nada, Kara. Lo que haces o dejas de hacer es asunto tuyo —respondí, mi voz baja y áspera. La posesión era un veneno dulce—. Y si te sientes expuesta, es exactamente como quiero que te sientas. Es un recordatorio de quién manda ahora. Además, si insistes en llevar ropa interior tan delicada, tendras qué asumir las consecuencias.