Felice$ para $iempre

Capítulo 24: Esposada al Contrato Rotó

El silencio había caído sobre el coche como una lápida de mármol frío, sellando mi destino. Alex había cortado la llamada, dejando mi oído zumbando con el eco fantasmal de las últimas palabras de Dax. No, de Darian. Un nombre secreto que se había revelado como una cicatriz.

—Si a Kara le toca un solo pelo, juro que desearás que te mate la policía antes de que te encuentre yo.

Alex soltó una risa gutural, un sonido de pura satisfacción. Se volteó hacia mí, sus ojos brillando en la penumbra.

—Escuchaste a tu "héroe", ¿verdad? Una amenaza de muerte para mí, pero para ti, Kara... Ni un miserable "Te Amo"

Cada palabra era una aguja. Me dejó allí, temblando, la imagen de mi perrita herida y sola era el tormento más grande. Sabía que al hombre al que amaba lo habían lastimado.

El coche comenzó a moverse de nuevo. El viaje fue una agonía silenciosa. Mi mente no me daba tregua. Me aferraba al recuerdo del "Dax" que había conocido, pero Alex había rotó la fantasía qué teniamos con una fuerza innecesaria, arrastrándome a través de un pasillo frío, húmedo, que olía a olvido.

La luz era inexistente. La habitación era solo un cubículo de cemento, sucio, con una cama de metal chirriante. Una jaula.
Me empujó brutalmente. El terror se volvió físico cuando el frío metal de las esposas se cerró sobre mi muñeca, uniéndome a la cama. El "clic" final fue el sonido de mi rendición.
Alex se quedó, deleitándose en mi desesperación.

—Quédate con la promesa de Darian, Kara. ¿Crees que un hombre así va a perdonarte por haberle obligado a volver a su jaula de oro?

De repente, una fuerza que no sabía que tenía me inundó. El miedo se convirtió en rabia. Me levanté un poco, tirando de la cadena, mirándolo a los ojos.

—¡No! —Logré escupir, mi voz ronca—. ¡Tú eres el patético! No importa si es Dax o Darian, al menos él tiene el valor de venir. ¡Tú eres solo una sombra, un cobarde que usa a una mascota para hacer daño! ¡Él te va a destrozar, y te lo mereces!

La burla desapareció del rostro de Alex. Sus ojos se oscurecieron con una furia helada que no había visto antes.

El golpe me tomó por sorpresa. Un cachetazo brutal que resonó en la pequeña habitación, quemándome la mejilla. Mi cabeza se giró, el sabor de la sangre llenando mi boca.
Alex se inclinó, su aliento fétido cerca de mi oído, su voz ahora un susurro lleno de desprecio.

—¡Escúchame bien, perra! ¿Destruirme? ¿Por ti? ¿Crees que ese hombre te amó? ¡Qué estúpida eres! ¡Todo fue mentira! ¡Cada beso, cada caricia, cada palabra tierna! ¡Fue un contrato, un maldito trabajo! ¡Jamás te amó! Te usó para tener dinero , y ahora te usará para volver.

Se levantó, su figura imponente y amenazadora.

—Estás sola. Siempre lo estuviste. Y ahora, la oscuridad te va a tragar.

La puerta se cerró con un crujido agrio. La oscuridad era total.

Mi mejilla ardía, pero el dolor del golpe era insignificante comparado con la verdad que había gritado. Jamás te amó. Todo fue mentira.
Me hundí contra las mantas sucias. Lilo. Sola. Herida. Y yo, solo un peón roto. No había rescate. No había amor. La cacería había comenzado, y yo, el peon, estaba a la deriva, sin un solo rayo de certeza.




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