Felice$ para $iempre

Capítulo 26: La Boda Imperfecta

La mañana de la boda de Alex Fox y Aileen. Sentía el peso de la noche anterior en cada hueso, pero mi furia era un escudo impenetrable. Quería la exposición pública y la destrucción total del teatro de Alex.

—Dax, tienes que ir conmigo —insistí, aferrando la mano de Dax. Él me miró con ojos llenos de súplica y miedo.

—Kara, estás pálida. Deja que mis abogados lo arruinen. No te expongas a este trauma.

—¡No entiendes! —corté, mi voz subiendo un tono—. Me golpeó. Me hizo daño, y también hirió a Lilo para atormentarme. Vamos a detener esa farsa, y lo haré yo misma, con la verdad.

Elegí un vestido lila de seda, el color que Aileen me había exigido usar como Dama de Honor. Era la máxima burla. Dax, en su traje negro, parecía un guardián implacable a mi lado.

Llegamos a la catedral. El murmullo cesó al vernos. La gente se preguntaba por qué la novia secuestrada vestía los colores de la fiesta nupcial.

La música nupcial comenzó. Alex Fox sonreía en el altar, el epítome del villano. Aileen, deslumbrante, caminaba por el pasillo.
Llegamos a la primera fila. El sacerdote, con voz solemne, preguntó:

—Si alguien tiene conocimiento de alguna razón por la cual esta pareja no deba unirse en santo matrimonio, hable ahora o calle para siempre.

Me adelanté, ignorando el tirón de Dax. Mi voz, aunque temblorosa por la adrenalina, resonó en la bóveda de la iglesia.

—¡Yo me opongo! ¡Y lo hago como la Dama de Honor de Aileen!

El silencio fue ensordecedor. El rostro de Alex se descompuso en una mezcla de shock, furia y terror absoluto. Se veía traicionado.

—¡Saquen a esa mujer! ¡Es una loca , una obsesionada ! ¡Ella no tiene derecho! —chilló Alex, su voz estridente.

—¡Ella tiene todo el derecho, Padre! —Dax avanzó, su voz era un trueno que dominaba el pánico—. El novio, Alexander Fox, es un criminal. Es un secuestrador, un agresor físico y un fugitivo buscado. ¡Llamen a la policía!

El caos se desató. Aileen se detuvo. Miró a su prometido, luego a mí, vestida con el color que ella misma había elegido.

Avancé los últimos pasos. Me paré frente a Aileen y levanté mi mano, señalando sin piedad el profundo hematoma en mi mejilla.

—Mírame a los ojos, Aileen. Esto no es una mentira. Esto te lo hizo tu prometido anoche, después de tenerme encadenada en un almacén.

Alex perdió el control y empujó al sacerdote, intentando correr, pero la seguridad de Darian lo inmovilizó.

Aileen, con el velo tambaleándose, dirigió su furia cegadora hacia mí, la portadora de la verdad.

—¡Tú! ¡Tú eres la razón por la que esto pasa! ¡Eres una rata envidiosa que viene a destruir lo que nunca pudiste tener!

—¿Yo soy la envidiosa, Aileen? —La enfrenté, la rabia borrando el dolor—. ¡Deja de culpar a otros por la locura del hombre que elegiste! Yo no te robé nada; te estoy salvando de un destino horrible. ¡Mira lo que hace!

Aileen se abalanzó.

Sus manos, histéricas y llenas de resentimiento, intentaron rasgar mi vestido lila y alcanzar mi rostro.

—¡Tú arruinaste mi boda! ¡Arruinaste mi vida! —sollozó, golpeando mi hombro herido.
La empujé con toda mi fuerza, mi ira desatada.

—¡La única que arruinó tu vida fue tu ceguera, Aileen! Él te iba a usar. Iba a usar tu nombre y tu posición. ¡Míralo! Él está esposado, y tú estás en el suelo! ¡Ya no hay boda!

El escándalo era total. Aileen cayó de rodillas sobre el frío mármol, su vestido blanco se ensució, y sus lágrimas cayeron sobre el suelo de la iglesia.

Me di la vuelta. Había terminado. Dejé a Aileen humillada y rota en el altar, y a Alex gritando.
Salí de la iglesia. Dax me tomó de la mano, su pulgar acariciando mi piel. Me aferré a él, el lila del vestido contrastando con su traje oscuro.




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