Pasaron dieciocho meses desde la noche en que atrapé la Snitch Dorada. Dieciocho meses en los que cada día con Darian Langston fue una prueba de que el amor verdadero no necesita guiones, sino solo honestidad.
La boda fue inolvidable. Nos casamos en un jardín botánico, transformado con una atmósfera íntima y mágica.
Mi vestido era sencillo, pero llevaba un sutil bordado de hilo dorado, y el zafiro azul de mi anillo brillaba bajo la luz de las linternas flotantes. Darian, en su traje elegante, llevaba un prendedor con la inicial "D", un guiño silencioso a nuestro pasado.
Lilo fue la estrella, caminando por el pasillo con su pequeño atuendo, ladrando ligeramente de emoción. Se sentó a mis pies, mi pequeña y leal dama de honor.
Cuando Darian tomó mis manos, su calidez barrió el frío recuerdo de cualquier cadena. Sus ojos, profundos y sinceros, eran la única audiencia que me importaba.
—Kara, Mi Amor —empezó Darian, su voz cargada de emoción— Hoy, te prometo que este es nuestro contrato final. El único requisito es amarnos sin límites. Tú eres mi Veritaserum, la única verdad que busco. Prometo mi lealtad inquebrantable. Que donde tú estés, será mi hogar. Prometo que nuestra vida será el lienzo más grande, pintado con amor incondicional y devoción eterna. Te amo.
Mis votos fueron la culminación de todo lo que habíamos superado.
—Darian, Mi Amor —dije, sintiendo la garganta anudada, mirando su rostro—. Eres la calma que encontré en medio de mi tempestad. Eres el hombre que me amó y el único que me devolvió mi voz. Cuando la oscuridad me acechaba, tú fuiste mi Expecto Patronum, la felicidad que ahuyentó mis miedos. Gracias por ser el amor que nunca creí merecer. Te prometo mi amor incondicional. Te prometo que mi afecto por ti es eterno y que siempre seré tu refugio. Te amo.
Nos pusimos los anillos. El beso final fue largo y profundo, sellando el juramento ante todos. Cuando nos giramos hacia nuestros invitados, Lilo ladró, dándonos su aprobación final.
El mundo de los Langston y los Smith se había fusionado. El imperio Langston ahora financiaba proyectos de arte y yo había abierto mi propio estudio de diseño.
En cuanto a aquellos que intentaron robarnos, la justicia se ocupó de ellos. Alex Fox fue condenado, un fantasma de un pasado oscuro. Aileen desapareció. Había roto con mi pasado y no sentía remordimiento.
Estoy sentada en mi estudio, con la luz del atardecer entrando por las ventanas de nuestra casa frente al mar. Darian está en el ático, pintando. Lilo duerme a mis pies.
Acabo de terminar de diseñar la habitación del bebé. Seis meses después de la boda, nuestra familia real está a punto de crecer.
Darian baja las escaleras. Sus manos, llenas de pintura, se posan sobre mi vientre.
—Mi amor. El lienzo en el ático se ve bien, pero esta obra de arte... es tuya —susurró, besando mi frente.
—Es nuestra, Langston. Es el producto de nuestro contrato final —le recordé, tomando su rostro en mis manos.
Nos besamos. Era un beso dulce, sin urgencia ni drama, solo la certeza tranquila de nuestro amor.
Miré por la ventana, al océano azul profundo. El color exacto de mi zafiro. Pensé en el pequeño "Dax", el hombre de alquiler, y sonreí.
El paquete "Felices para Siempre" finalmente se había vuelto real. Y no se parecía en nada al guion que habíamos escrito. Era mucho, mucho mejor.