Felicidades, Ganaste

Mentiras sobre mentiras

El silencio reinaba entre ambos. Él estaba tecleando en su computadora, llevábamos así diez minutos desde que nos sentamos. Miré mi reloj, y cuarto para la cinco.

—entonces… que vamos hacer. – pregunté finalmente.

El detuvo sus manos que tecleaban. Y levantó la mirada lentamente.

—¿no sabes lo que tenemos que hacer?

—No, niño genio – respondí mordaz.

El negó con la cabeza, y bajó la pantalla de la computadora. Me miró unos segundos con notable desaprobación. Me sentí muy incómoda bajo su mirada.

—deja de verme así, y dime que es lo que vamos hacer – exigí.

El se reclinó en el sillón pensativo. ¿creía que yo era tonta o qué?

—No he sacado buenos puntajes por nada. – sonreí con orgullo.

Silencio.

1 minuto. 2… 3…

—¡Jasper! – dije molesta.

—No. Grites… - pide molesto. – solo estaba recordando algo.

— Dime que es lo que vamos hacer. – demando.

—Un análisis de mercado y proyección de costos —dijo, como si fuera lo más obvio del mundo.

—¿la maestra pidió eso? Eso requiere horas de trabajo. – repliqué molesta

—Cierto, si hubiésemos empezado desde la semana anterior… pero ¿dónde estabas?

—vete al diablo. – finalizo.

—eso pensé. Ahora debemos empezar. – fuerza una sonrisa

¿Cuál sería la forma de quitarle la vida a alguien y que sufra en el proceso?

Uhm, he oído que yerbas, una dosis diaria y nadie lo notaria. Si, suena bien.

—por donde empezamos – suspiro molesta.

—Depende. ¿Quieres hacerlo bien?

Mi mandíbula se tensó.

—Déjate de tonterías y solo dime por dónde empezamos.

Él sonrió apenas.

—Perfecto. Empieza tú.

Las siguientes dos horas las pasé escribiendo, buscando información, haciendo cálculos absurdos. Era exhaustivo. Y el solo tecleaba en el monitor, según pasaba lo que le entregaba. De vez en cuando tomaba un sorbo de su refresco. Y otras nuestras miradas se encontraban por segundos.

—¿Y tú qué haces? —pregunté, harta.

—Dirigir el proyecto —respondió con calma.

—Claro, dirigir… viendo quien sabe que inmundicias.

Él río apenas.

—No sabía que eras tan observadora.

Doble los ojos mientras y seguí escribiendo, la cabeza me punzaba, mis dedos también, la espalda por la misma posición, los pies, todo, incluso mis pestañas. y no hablar de mi estomago quien llevaba horas exigiendo un bocado.

—Tengo hambre —murmuré soltando el bolígrafo de mis dedos.

El no respondió, ¿me habrá escuchado? Mi mirada se fue a su rostro sereno, sus ojos se veían más claros, casi grises, ¿Por qué? ¿No debería ser viceversa? De día claros y de noche oscuros. No llevaba el chaleco del uniforme, solo la camisa…

—Allá hay una cafetería —dijo sin levantar la vista.

Me estremecí. Mierda.

¿Habrá notado que lo estaba mirando? ¿Un segundo, es la idea no? debo hacer que se enamore. No importa si me pilla mirándolo.

—la cafetería está cerrada Niño genio – aclaré .– debes salir y comprar algo.

—No te detengo, niña. Puedes ir.

Rodé los ojos. Minutos después de discutir, amenazas e insultos, el salió y pasado algún tiempo que en silencio, él finalmente regresó con una pequeña bolsa de papel.

—¿Y eso? —pregunté desconfiada.

—Solo quedaban dos —dijo, sacando un envuelto frente a mí.

—¿Qué es eso?

—hamburguesas no es obvio. —contestó tranquilo.

—¿es una broma? Yo no como eso. – la ruedo con el bolígrafo, quitándola de mi vista.

—Si no quieres no es mi problema. —respondió, tomando la suya.

Después de comerse la suya, tomó la que yo rechacé, mi estomago gruñó, antes de que la probara hablé.

—Dámela —repliqué con fastidio.

El detuvo el mordisco y me miró amenazante.

— Di “por favor”.

Lo miré fijamente.

—Yo no digo eso.

—Entonces seguirás con hambre.

Me quedé mirándolo, molesta.

—Eres un idiota.

—Y tú una malcriada. —Le dio un mordisco a la hamburguesa sin inmutarse.

Respiré profundo. Y tomé el bolígrafo, ya no faltaba mucho, si pude resistir hasta este momento, resistiré más. El reloj marcaba las 11 y media de la mañana cuando terminé la última palabra

—bien. Me voy. – expresé más feliz de lo imaginado.

—como quieras. – murmuró bostezando.

—¿Te quedaras aquí?

—Debo terminar o ¿lo harás tu?

Me reí, eso era una estupidez, tomé mis cosas y Sali de la biblioteca, me dirigí a las escaleras que llevaban al garaje. No veo la hora de estar en mi cama.

Abrí la puerta de mi auto, pero algo me detuvo.

¿el en dónde vive?

¿Que estoy pensando?

No me tiene que importar.

El debe estar vivo para yo ganar la apuesta ¿no?.

Saqué el teléfono de mi bolso, solo quiero confirmar. Sonreí al resultado, la residencia queda a 20 minutos caminando. Entré al auto. Abroché mi cinturón y procedí a salir del garaje, entonces lo vi. Caminaba despacio rumbo a la salida

No lo hagas Cas, es un idiota

Bajé la ventanilla y grité

—¡oye! – El miró en mi dirección.

Se acercó despacio. Las luces que iluminaban el lugar eran leves haciendo que su aspecto fuese más atemorizante. se detuvo, su mirada era fría… como siempre.

—¿Vives lejos? ¿Te llevo? – sonreí

—No necesito que me lleven.

—No te estoy ofreciendo por pena —repuse con frialdad—. No quiero que te maten por ahí.

Dudó unos segundos. Luego entró al coche sin decir nada.

El trayecto fue silencioso. Solo el ruido del motor llenaba el aire. El solo me dijo cuál era la dirección, después de activar el GPS, se puso sus audífonos, una señal clara de ``no me interesa lo que digas``

Si quería que el sintiera al menos cosquillas por mí, debo hacer que hable. Para mi mala suerte tengo que hacer que el hable, él no tiene intenciones ni de mirarme. Aunque, aceptó que lo trajese. Es un avance, pero no es suficiente.

—¿no te molesta estar siempre con esos aparatos? —pregunté finalmente.




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