Charlotte Hemsley miraba enfadada por la ventanilla del carruaje, le costaba creer que su padre le hubiese hecho esto, mudarse a un pueblo, cuando toda su vida habían vivido en la casa más grande y linda de la ciudad. Abrió los ojos con espanto cuando se enteró de la noticia, su padre, le comunicó a la hora del desayuno del primero de Diciembre que debía empacar sus cosas puesto que partirían a su nueva morada en pocos días.
-¿A dónde nos mudaremos padre?, preguntó.
-A un hermoso pueblito, sus casas son preciosas, hechas en piedra y rodeadas de vegetación. También hay un río cerca, es el lugar perfecto para nosotros.
-¡Pero yo no quiero mudarme!, todas mis amigas están aquí y acabo de entrar en sociedad, ¡no puedes hacerme esto!
-¿Qué clase de comportamiento es ese Charlotte? ¿Esa es la educación que estás recibiendo?
Charlotte abrió los ojos asustada, sabía que se había propasado al responder de aquella manera, agachó la cabeza, sentía una mezcla de enfado y preocupación, ¿qué sería de ella en un pueblo alejado?, Tendría que dejar a sus amigas atrás y más aún debería olvidar al joven Alexander Bradbury, de quien estaba enamorada desde que le vio en el baile de Navidad de la familia Bellamy el año pasado, su corazón se estrujaba al pensar en lo que dejaría atrás, tenía esperado encontrar al joven en el próximo Baile de Navidad al que todas las jóvenes de buena familia incluyéndola a ella habían sido invitadas, sin embargo aún con la cabeza hundida respondió a su padre.
-Lo siento, no volverá a ocurrir.
-Eso espero, no quiero poner en duda la educación que te está otorgando la señorita Stone.
La señorita Ada Stone, se convirtió en la institutriz de Charlotte desde que esta tenía unos cinco años, Charlotte sabía que a la señorita Stone le daría un disgusto cuando se enterase de su comportamiento en la mesa, pensaba en ello cuando de repente sintió pánico.
-Padre, dijo alzando rápidamente la mirada, ¿la señorita Stone vendrá con nosotros?
-Claro que vendrá, dijo el señor Hemsley, sería un problema encontrar una institutriz nueva, además lleva muchos años con nosotros sería tonto de mi parte dejar que se vaya ahora.
Charlotte suspiró, la señorita Stone además de institutriz era lo más cercano a una madre que había tenido en su vida. No estaba contenta con la decisión de su padre, pero tampoco podía hacer nada al respecto, así pues, empezaron los preparativos para la mudanza de la familia y el resto del servicio.
La madrugada del 5 de Diciembre, los carruajes estaban listos en la entrada de la casa en la que Charlotte había vivido su vida entera, con lágrimas en los ojos subió al carruaje en el que iría con su padre e institutriz luego de despedirse de sus amigas, Teresa Hamilton y las gemelas Sarah y Eleonor Blumer.
En el viaje, su padre, se dedicó a leer un libro, al igual que él, Charlotte era una ávida lectora, pero en esos momentos lo menos que deseaba era leer, asomada a la ventanilla, parecía querer grabar en su retina cada camino, paisaje y cada rodeo que hacía el carruaje mientras pensaba en lo penosa que sería su próxima navidad y el resto de su vida en su nueva casa, la señorita Stone mientras tanto repasaba silenciosamente el nuevo plan de estudios que llevaría Charlotte. Al fin, luego de varias horas de cansado viaje, llegaron al que supuso, sería el pueblo en el que vivirían, era tal como su padre había comentado en el desayuno del primero de Diciembre, de hecho era eso y mucho más, las casas parecían salidas de un cuento de hadas, en piedra rojiza y tejado oscuro, en sus jardines lucían flores de los más vívidos colores, Charlotte estaba extasiada, era precioso la gente parecía pasear alegremente y sin preocupaciones, alcanzó a vislumbrar un grupo de jóvenes que reían ante las galanterías de algunos muchachos, tal vez, la vida ahí no sería tan mala después de todo.